A pesar de hallarse en plena arteria histórica y museística de Madrid, compartiendo pared con el CaixaForum, es difícil reparar en él. Y más aún saber qué se cuece dentro. Y decir cocer no es usar una figura retórica. Entre las diáfanas paredes del Medialab-Prado, un laboratorio de ideas para hacer la ciudad más creativa, colaborativa y sostenible, hay ollas, cubiertos y material de cocina de todo tipo.

Su función es ceder un espacio público a iniciativas ciudadanas. Y de forma totalmente gratuita. Enterarse de una vez de qué es eso llamado soberanía alimentaria, saber cómo se planifican las ciudades del futuro o incluso aprender nociones básicas de robótica: casi todo tiene cabida en esta antigua fábrica construida en los años 20 del pasado siglo.

En el FoodLab se repiensa el papel de los alimentos y se combate su despilfarro

“Medialab-Prado es un laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión de proyectos culturales que explora las formas de experimentación y aprendizaje colaborativo que han surgido en las redes digitales”, se resume en su página web. Es el escenario de conferencias, reuniones, intercambio de ideas y talleres sobre los temas más diversos: elementos de decoración sostenible, reciclaje de materiales, producción de alimentos, gastronomía, jardinería... Y acoge una cantina-punto de encuentro y el FoodLab, una especie de botica donde cada alimento se escruta bajo la lupa.

La intención es generar una comunidad que pueda dar cabida simultáneamente a expertos y a aficionados. Que cada actividad busque el enfoque social, la creación de grupos de trabajo o la consecución de una atmósfera propicia a “la cercanía”, el “valor de lo informal” o “los afectos”. La premisa fundamental es que nunca una propuesta es desestimable, ya que cualquier intercambio fomenta la mejora de una idea y transmite generosidad. Que de las sinergias entre todos los factores implicados salen fórmulas encaminadas al bien común. "La cooperación se aprende con la práctica", sostiene Marcos García, director de esta iniciativa cultural de 41 años y con una experiencia como gestor de más de una década.

Como en el citado laboratorio alimentario. Los participantes acuden al FoodLab en diferentes horarios a lo largo de la semana para elaborar cerveza artesanal, crear un grupo de apicultores urbanos o recorrer solares deshabitados y convertirse en espigadores de frutas o hierbas aromáticas que surgen espontáneamente entre el asfalto de la gran ciudad.

Una cocina comunitaria

“Desde el FoodLab queremos conjugar lo productivo, lo placentero y lo compartido”, anuncian sus responsables. Y hacerlo en pos de varios objetivos principales: uno es practicar la mediación en el apoyo a proyectos locales que articulen una nueva relación con la gastronomía y sus procesos; otro, convertirse en una verdadera cocina comunitaria al servicio de los ciudadanos; el tercero, generar un lugar cercano entre fogones donde nazcan estrategias y herramientas para repensar el papel de los alimentos en la ciudad y, por último, producir y consumir los propios alimentos de un modo sostenible, generando nuevas estrategias de consumo colaborativo y luchando contra el despilfarro.

Sobre todos ellos planea el concepto de la distopía, que se puede definir como una revisión moderna de las costumbres del pasado. ¿De qué forma? Volviendo a los productos locales, al intercambio entre comunidades próximas, a la producción propia y, en definitiva, al modo de vida anterior a la Revolución Industrial: más tiempo de vida social con los seres cercanos, más control sobre lo que comemos y más sostenibilidad.

También se pone énfasis en el término hackear la alimentación, entendido como el uso de las nuevas herramientas de la cocina (como han hecho algunos chefs para poner nuestra gastronomía en lo más alto a nivel internacional) y fabricar, por ejemplo, falsos raviolis, caviar de kalimotxo o requesón de tetrabrick.

Un grupo recorre solares de la capital en busca de frutas o hierbas aromáticas 

Aunque en el Medialab Prado no todo se relaciona con la alimentación y la ecología. Hay cursos de tipografía, de audición creativa o de manejo de hardware y software. En estas semanas que darán paso al nuevo año se presentarán las bases de proyectos futuros. "Cada año se proponen distintas líneas de trabajo”, explica García a EcoAvant.com, “desde jardines interiores que monitorizan los cambios del clima hasta trabajos con el textil”. “Lo fundamental es que todos incluyan un planteamiento de mejora social”, continúa.

"El modelo de funcionamiento es muy fácil", asegura el director: "Se trata de crear un espacio para proyectos cuyos integrantes no se limiten a la transmisión unilateral de ideas: que todos los involucrados sean participantes y no meros receptores o espectadores".

"El espacio no es sólo para la gente, sino que facilita una estructura compacta donde pueden actuar todos los agentes sociales", prosigue García, quien opina que "deberían tomar nota de ello las instituciones culturales, porque así se permite algo básico como es el error: el fallo aquí es posible y da lugar a cosas nuevas, a cambios imprescindibles para sacar adelante un proyecto. Eso no pasa, por ejemplo, en una lanzadera de emprendedores, que busca plazos de rentabilidad".

Aunque la iniciativa dio sus primeros pasos en sedes más periféricas, el Medialab se trasladó en abril de 2013 al paseo del Prado para tratar de llegar al mayor número de ciudadanos y propuestas posibles. Comparte pared con el CaixaForum y está a unos pasos del Museo del Prado o el Congreso de los Diputados. En el corazón de la capital y con las costuras abiertas a la creatividad.