China ha sido durante décadas el destino de millones de toneladas de residuos de todo el mundo. Miles de barcos las transportaban por todo el globo y fábricas obsoletas y altamente contaminantes los aprovechaban como materia prima barata desde que su economía despegó en los años 80 del pasado siglo, y esto permitía a muchos países, entre ellos no pocos europeos y desarrollados, presumir de ciertos niveles de reciclaje. Pero eso ya se acabó. Desde el 1 de enero, las autoridades de Pekín han prohibido la importación de 24 tipos de residuos, que incluyen los de papel, plásticos, varios tipos de escoria de minas y restos textiles.

Esta decisión, que aunque parezca paradójico puede ser una buena noticia para el medio ambiente, pone a un gran número de gobiernos ante la necesidad de solucionar la gestión de la inmensa cantidad de materiales de desecho, especialmente de plásticos de un solo uso, que generan irreflexivamente sus sociedades hiperconsumistas. Y parece obvio que la solución pasa por reducir el volumen de residuos, no por tratar de reciclarlos, lo que resulta técnicamente complicado y económicamente nada rentable. Pero eso afectará a corto plazo a importantes sectores económicos, y está por ver que las autoridades, con sus políticas siempre cortoplacistas, se atrevan a adoptarla.

El Ejecutivo chino justifica esta nueva política por su intención de aliviar los tremendos niveles de contaminación atmosférica que sufren las principales zonas urbanas del país. "El mundo desarrollado debería estar agradecido de que China, en detrimento de su propio medio ambiente y la salud de sus habitantes, se haya quedado con su basura durante años", recriminaba al mundo rico la agencia estatal de noticias Xinhua al dar cuenta de la nueva legislación aprobada.

Los chinos dicen que se la quedaban "en detrimento de su salud y medio ambiente"

El año pasado, y según datos de la base de datos Comtrade de la ONU, China importó 7,3 millones de toneladas de residuos plásticos (más de la mitad de los que se movieron en todo el planeta), provenientes principalmente de Europa, Estados Unidos y Japón. Pero la cifra no incluye las descargadas en los muelles de Hong Kong, una región con un estatuto de autogobierno especial, que igualmente acabaron en su inmensa mayoría al otro lado de la frontera china. Con ellas se alcanzarían los dos dígitos, más de 10 millones de toneladas, el 70% mundial.

El 65% del plástico generado y tirado en el Reino Unido, y nada menos que el 95% del de Irlanda, acababan en puertos chinos. Según la Federación Española para la Recuperación y el Reciclaje, nuestro país se libró por esta vía cada año de un millón de toneladas de residuos, de las que 138.417 (un 13%) eran de plásticos.

De hecho, la creación de sistemas de reciclaje ha supuesto un estímulo para ampliar el consumo de envases, al dar a entender a la ciudadanía que, si todo se recicla, podemos consumir sin remordimientos. La misma Agencia Europea del Medio Ambiente reconoce en un informe que al fijar objetivos cada vez más altos de reciclado, que los países miembros no pueden (o no quieren) asumir, la UE ha favorecido el traslado de residuos a terceros países.

Un 'terremoto mundial'

Entre 1995 y 2007, la cantidad de envases de plástico europeos que se reciclaron aumentó de 10 a 14 millones de toneladas, y en paralelo la cifra de los que terminaban en Asia –donde también se gestionaban en países como Vietnam, Tailandia, India o Malasia, aunque en un volumen muy inferior al de China, primer destinatario del planeta– se había multiplicado en el mismo periodo por 11. Entre 1995 y 2007, la cantidad de residuos de papel exportados a Asia se multiplicó por diez y los metales, por cinco.

"Esta nueva regulación va a generar un terremoto en todo el mundo, y forzará a muchos países a dejar de banda esta actitud de 'ojos que no ven, corazón que no siente' que se ha desarrollado hacia la basura", opina esperanzado Liu Hua, investigador de Greenpeace en Asia Oriental, para quien "el mundo no puede continuar con el actual modelo de consumo derrochador basado en el crecimiento infinito en un planeta finito".

Un reciente estudio, el primero sobre esta materia, concluyó que el ser humano ha creado 8.300 millones de toneladas métricas de plásticos desde 1950, año en que comenzó la producción a gran escala de materiales sintéticos, de los cuales aproximadamente la mitad se ha generado en los últimos 13 años.

El Reino Unido le enviaba el 65% de su plástico. España, unas 200.000 toneladas

De ellos, unos 6.300 millones (más del 75%) ya se habían convertido en residuos para 2015. Sólo el 9% se reciclaron, el 12% se incineraron y el 79% se acumularon en vertederos o en el medio ambiente natural. Si las tendencias actuales continúan, cerca de 12.000 millones de toneladas métricas de residuos plásticos estarán en vertederos o en el medio ambiente natural para el 2050, una cantidad que equivale a unas 35.000 veces el peso del Empire State

La primera en reaccionar, como casi siempre, ha sido la UE, que esta semana presentaba una estrategia europea sobre plásticos en el marco del objetivo de una economía circular en la que se fija la meta de que todos los envases sean reciclables para 2030. “Si no cambiamos el modo en que producimos y utilizamos los plásticos, en 2050 habrá en el mar más plástico que peces. Tenemos que impedir que los plásticos sigan llegando al agua y los alimentos, e incluso a nuestro organismo”, afirmó el vicepresidente primero de la Comisión Europea (CE), Frans Timmermans.

Las dimensiones del problema son descomunales: Europa generaba en 2014 la enorme cantidad de 25,8 millones de toneladas de residuos plásticos y menos del 30% terminaron siendo recicladas. El resto acaban en vertederos o incineradas. Se calcula que medio millón de toneladas de plástico terminan en el océano cada año. Según datos de la CE, anualmente se consumen por ejemplo 100.000 millones de bolsas de un solo uso.

Otras medidas de esta estrategia anunciadas por la CE son la restricción del uso de microplásticos y la reducción de los envases de usar y tirar y el fomento, con un fondo de 100 millones de euros, de la investigación sobre nuevos materiales más fáciles de reciclar o de mejores técnicas para hacerlo. Algunos cálculos estiman que el no aprovechamiento de los recursos de los residuos genera unas pérdidas de más de 100.000 millones de euros anuales para la economía europea.

Sin embargo, es más fácil anunciar cosas que hacerlas. Esta misma semana, la misma UE se veía incapaz de consensuar un impuesto a los plásticos que habría podido empezar a contribuir de forma inmediata a reducir su uso insostenible. La CE quería implementarlo, pero no ha habido consenso con los gobiernos y la industria. La montaña de plásticos deberá crecer aún todavía más para que se den cuenta, y la decisión china puede hacer que lo haga mucho más rápido.