Honk Kong ya no puede más. La ciudad china que fue colonia británica hasta finales del siglo pasado invertirá 1.500 millones de dólares estadounidenses (unos 1.112 millones de euros) en un plan para combatir sus altísimos niveles de contaminación atmosférica, según ha anunciado su Gobierno. Pero con esta cifra no será suficiente, y la urbe ha solicitado formalmente ayuda financiera para hacer frente a la crisis a las autoridades centrales de Pekín.

En el contexto de un problema que sufre de manera severa la parte oriental de China, cuyo gigantesco desarrollo industrial de las últimas décadas se ha llevado a cabo sin tomar apenas en consideración su impacto ambiental, la calidad del aire en Hong Kong no ha dejado de empeorar desde 2007, y el mes pasado se registró el peor nivel en seis meses, con unos indicadores que llegaron a alcanzar una lectura de 189 sobre una escala en la que el umbral de los 100 puntos supone una amenaza para personas con enfermedades respiratorias.

El pasado mes de abril, las estaciones de control de calidad del aire de los distritos de Mong Kok y Central, que albergan algunas de las grandes instituciones financieras con sede en la ciudad, alcanzaron cifras récord: registraron niveles "severos" de 205 y 210, respectivamente, y más de la mitad de las 11 estaciones en áreas con menos tráfico rodado constataron niveles "muy altos", de entre 103 y 140.

El tráfico rodado es la principal causa, pese a que los 18.000 taxis funcionan con propano

Durante esas fechas, las autoridades hongkonesas aconsejaron no salir a la calle a las personas con dolencias cardíacas o respiratorias, a los mayores y a los niños. El puerto de la ciudad se vio envuelto por una gruesa niebla tóxica que apenas permitía una visibilidad de kilómetro y medio y los rascacielos de la isla de Hong Kong apenas se podían distinguir desde la vecina Kowloon. El problema no ha dejado de aumentar año tras año: los días con contaminación excesiva del aire aumentaron de 74 en 2007 a 175 en 2011, según el diario South China Morning Post.

Un estudio reciente encargado por Greenpeace achacó a la contaminación del aire en Hong Kong la muerte de 3.600 personas y al menos 4.000 casos de asma infantil en 2011. El índice ambiental Hedley de la Universidad de Hong Kong, que trata de evaluar los costes económicos asociados al problema, concluyó que en marzo se produjeron 322 muertes prematuras en la ciudad como consecuencia de los efectos de la polución atmosférica sobre la población de riesgo. En el momento de escribir estas líneas, el índice consideraba “peligroso” el nivel de contaminantes, el segundo nivel más alto de su escala.

La subsecretaria de Medio Ambiente de Hong Kong, Christine Loh, afirmó que el tráfico rodado es la principal causa de polución atmosférica, debido a su constante crecimiento y al envejecimiento del parque de vehículos de esta Región Administrativa Especial (autogobierno transitorio tras la devolución de la colonia a China en 1997) en la que viven más de siete millones de personas sobre apenas 1.108 kilómetros cuadrados en los que, además, se concentra una fuerte actividad industrial, a la que se suma la del resto del delta del río de las Perlas, una de las principales áreas industriales chinas, en el que viven unos 50 millones de personas.

Zonas peatonales y peajes

Ante la constatación que el tráfico es la principal fuente de contaminación, una de las principales medidas del plan que presentó el gobierno hongkonés es la renovación del 20% más antiguo de los vehículos comerciales, que funcionan con motores de combustible diésel. La cifra de automóviles y camiones a reemplazar sería de unos 80.000 vehículos. La flota de transporte público de la ciudad está formada por 12.000 autobuses diésel, que se quieren ir sustituyendo paulatinamente por unidades eléctricas.

Asimismo, los 18.000 taxis locales, que son accionados por gas propano, deberán someterse a revisiones periódicas y la limpieza de sus catalizadores. Unos sensores instalados en las vías públicas detectaran a los vehículos que incumplan con los nuevos límites fijados por las normativas. La introducción de estos vehículos ya permitió reducir las emisiones de la flota en un 80%, salvo en el caso de las de dióxido de nitrógeno, que han aumentado.

Loh cree sin embargo que no es posible atajar el problema solamente limitando lo que sueltan al aire los tubos de escape, y apuesta por un debate sobre la conveniencia de crear zonas libres de tráfico rodado e incluso peajes urbanos para limitarlo.

El 80% de la electricidad en China proviene todavía de centrales de carbón

Otro factor que incide en los elevados niveles de partículas es el suministro energético de la urbe, que en un 23% todavía depende del carbón, en otro 23% es nuclear y el resto proviene de centrales de gas. Asimismo, el área metropolitana hongkonesa genera 3.600 toneladas diarias de residuos, que el Gobierno desea reducir en un 40% para 2022, dos años después de la fecha prevista para la completa saturación de los vertederos.

La situación es tan grave que “incluso si se pararan ahora mismo todas las actividades de la ciudad, no cumpliríamos con los índices mínimos aceptables por la OMS (Organización Mundial de la Salud) sobre la calidad del aire”, reconoce Loh. En 2010, expertos en sanidad estimaron que el problema de la calidad del aire le costaría a la ciudad 119 millones de euros en facturas sanitarias y pérdida de productividad laboral.

La contaminación atmosférica es uno de los más graves problemas ambientales de las grandes megalópolis chinas. Según Greenpeace, en Beijing, Shanghai, Guangzhou y Xi'an, la presencia de partículas de menos de 2,5 micras de diámetro, especialmente nocivas para la salud, superan habitualmente los niveles considerados peligrosos por la Organización Mundial de la Salud.

Un estudio de la organización ecologista Greenpeace East Asia afirma que si se hubieran cumplido dichos niveles, se habrían podido reducir en un 81% las muertes prematuras por esta causa y se habrían ahorrado unos costes de unos 648 millones de euros. El 80% de la electricidad consumida en el gigante asiático, el país más poblado del mundo con más de 1.300 millones de habitantes, proviene todavía del carbón, que es la raíz del problema.