De los actuales 7.000 millones de habitantes del planeta, hay más de 1.000 millones de personas hambrientas, según denuncia la Food and Agriculture Organization of the United Nations (FAO). Para el año 2050 se espera que la población mundial crezca alrededor de 2.000 millones de individuos. Ante tal posible panorama, y para evitar una escasez catastrófica, los expertos avisan: tenemos que cambiar nuestros hábitos alimentarios.

Los científicos internacionales reunidos en la Semana Mundial del Agua celebrada la pasada semana en Estocolmo (Suecia) advierten: "No va a haber suficiente agua disponible en las tierras de cultivo actuales para producir alimentos para el esperado aumento de hasta 9.000 millones de habitantes en el año 2050 si siguen las tendencias actuales y los cambios hacia las dietas comunes en los países occidentales", afirman Malik Falkenmark y sus compañeros del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI), según recoge el diario británico The Guardian.

En 40 años, la competencia por el agua entre la producción de alimentos y otros usos intensificará la presión sobre los recursos esenciales. "La ONU predice que debemos aumentar la producción de alimentos en un 70% a mediados de siglo. Esto supondrá una presión adicional sobre los recursos hídricos, en un momento en el que también tendremos que asignar más agua para satisfacer la demanda mundial de energía, que se espera aumentará un 60% en los próximos 30 años", expone el informe Feeding a Thirsty World: Challenges and Opportunities for a Water and Food Secure Future (Alimentar a un mundo sediento: Retos y oportunidades para un futuro con agua y seguridad alimentaria).

1/3 de la tierra fértil del mundo se utiliza para cultivos destinados a alimentar animales

Actualmente, un tercio de las tierras fértiles del mundo se utiliza para cultivos agrícolas destinados a alimentar a los animales, mientras que la ganadería consume agua en una cantidad de cinco a 10 veces mayor que el cultivo de plantas. En consecuencia, con el fin de ahorrar agua, la humanidad tendrá que reducir su consumo de carne, sentencian los científicos.

"Habrá agua suficiente si la proporción de alimentos de origen animal se limita al 5% de las kilocalorías totales y los déficits hídricos regionales se solucionan mediante un sistema fiable de comercio de alimentos", dice el estudio. De las 3.000 kilocalorías diarias de consumo promedio, los humanos obtienen el 20% de productos animales. Siguiendo las recomendaciones del SIWI, esta cifra debería disminuir hasta el 5%, pudiendo reducirse el déficit de agua en este caso en un 35-45% (según la zona). Y si la gente consumiera 2.200 kilocalorías en vez de 3.000, disminuiría en 3-5 veces.

Así pues, adoptar una dieta vegetariana es una opción para aumentar la cantidad de agua disponible y poder producir más alimentos en un mundo con un clima cada vez más errático, según explican los investigadores. "Vamos a necesitar una nueva receta para alimentar al mundo en el futuro", dice el editor del informe, Anders Jägerskog.

En la misma línea se posiciona el reciente estudio de la FAO Sustainable diets and biodiversity (Dietas sostenibles y biodiversidad). Defiende que un cambio en los hábitos alimentarios y una reducción de los desperdicios disminuirían el impacto ambiental individual.

"Vamos a necesitar una nueva receta para alimentar al mundo en el futuro"

Según las últimas estadísticas publicadas por el Global Footprint Network, un ciudadano que vive en un país desarrollado, a fin de mantener su nivel deseado de bienestar, requiere un área ecológica de unas 6,1 héctareas globales (hga), más del doble del promedio mundial (2,7 hga). De este impacto el mayor peso lo tiene el consumo de alimentos, con una Huella Ecológica significativa que suma alrededor del 30-40%, lo que corresponde a aproximadamente 1,8-2,4 hag por año, tal y como recoge el trabajo.

Con la finalidad de estimar la repercusión que las decisiones individuales sobre alimentación tienen en la Huella Ecológica, los investigadores analizaron dos menús diarios diferentes, ambos equilibrados desde un punto de vista nutricional. En el primero, la proteína es de origen vegetal ("menú ovo-lacto vegetariano"), mientras que en el segundo es de origen animal ("menú de carne"). Los resultados concluyen que el "menú de carne" tiene un impacto ambiental dos veces y medio superior al "ovo-lacto vegetariano".

La carne in vitro

El consumo de carne se ha vuelto más común al aumentar el número de personas con posibilidades económicas en países como China y la India. Y supone más granjas de animales (más sacrificios), más cantidades de gases que contribuyen al efecto invernadero, más desperdicios tóxicos y más alimentos vegetales destinados a cebar animales.

Una parte de la comunidad científica ha empezado a buscar alternativas para reducir el impacto de la producción de carne en el planeta y el sufrimiento animal. Los reticentes a cambiar el sabor de la carne por el del seitán podrán degustar en un futuro no muy lejano la carne in vitro.

La idea es producir carne animal a partir de células madre, extraídas de animales vivos sin ocasionarles daños, colocadas en un medio de cultivo donde puedan empezar a multiplicarse y crecer de manera independiente al animal.

Hoy en día, hay varios proyectos de investigación abiertos que intentan cultivar carne experimentalmente, aunque todavía no se ha producido carne para consumo público.

"Dentro de 50 años, escaparemos al absurdo de criar un pollo entero para comer la pechuga o las alas, cultivando estas partes separadas en un medio adecuado", dijo Winston Churchill en 1930. Aunque con retraso, su predicción parece estar cada vez más cerca.