Analizando muestras de un estudio prospectivo, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de California (UC) San Diego, en Estados Unidos, encontraron que la exposición humana al glifosato, un químico ampliamente encontrado en herbicidas, ha aumentado aproximadamente en un 500% desde la introducción de cultivos genéticamente modificados.

"Los datos comparan los niveles de excreción de glifosato y su metabolito ácido aminometilfosfónico en el cuerpo humano durante un periodo de 23 años, comenzando en 1993, justo antes de la introducción de cultivos genéticamente modificados en Estados Unidos", explica el científico Paul J. Mills, profesor de Medicina Familiar y Salud Pública de la Facultad de Medicina de UC San Diego y director del Centro de Excelencia para la Investigación y Capacitación en Salud Integrativa.

El glifosato es un ingrediente clave en la marca de herbicidas Roundup. El uso de este herbicida se ha incrementado aproximadamente 15 veces desde 1994, cuando se introdujeron cultivos tolerantes al glifosato Roundup Ready genéticamente modificados. Históricamente, se usa en soja y maíz genéticamente modificados, pero también se rocía en una parte sustancial de trigo y avena cultivados en Estados Unidos, según dice Mills.

"Nuestra exposición a estos productos químicos ha aumentado significativamente a lo largo de los años, pero la mayoría de la gente no sabe que los está consumiendo a través de su dieta", señala este investigador, cuyo trabajo se publica este martes en la revista JAMA.

Mills y un equipo de investigadores compararon los niveles de excreción urinaria de glifosato y ácido aminometilfosfónico (AMPA) en 100 personas que vivían en una comunidad del sur de California que proporcionaron muestras durante cinco visitas clínicas que tuvieron lugar entre 1993 y 1996 y de 2014 a 2016.

Tras la introducción de alimentos genéticamente modificados

Para el estudio, se extrajeron muestras del Estudio Rancho Bernardo sobre Envejecimiento Saludable (RBS, por sus siglas en inglés), una investigación prospectiva basada en la población iniciada por Elizabeth Barrett-Connor, coautora del estudio y distinguida profesora de Medicina Familiar y Salud Pública en la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego.

"Lo que vimos fue que antes de la introducción de alimentos genéticamente modificados, muy pocas personas tenían niveles detectables de glifosato –describe Mills–. A partir de 2016, el 70% de la cohorte de estudio presentaba niveles detectables".

De los participantes en el estudio con cantidades detectables de estos productos químicos, el nivel medio de glifosato aumentó de 0,203 microg/l en 1993-1996 a 0,449 microg/l en 2014-2016. El nivel promedio de AMPA pasó de 0,168 microg/l en 1993-1996 a 0,401microg/l en 2014 a 2016.

En julio, California calificó el glifosato como un carcinógeno. A medida que ha aumentado la exposición a este químico, el interés en la cantidad de riesgo que representa para la salud humana y qué niveles de exposición son seguros se ha convertido en un tema de debate continuo.

Existen pocos estudios en humanos sobre los efectos del glifosato, pero evaluaciones en animales demuestran que la exposición crónica a herbicidas a base de glifosato puede tener efectos adversos, dice Mills. Los autores señalan a otras investigaciones en las que se alimentó sistemáticamente a los animales con una dosificación ultrabaja de glifosato, llevando a trastornos hepáticos similares a la enfermedad de hígado graso no alcohólico en humanos.

Mills señala que hay una necesidad urgente de realizar estudios que se centren en examinar a fondo el impacto en la salud humana de la creciente exposición al glifosato a través de los alimentos que consume la gente. El Proyecto de Investigación y Conciencia sobre Herbicidas, un programa de investigación en curso de UC San Diego a través del cual los individuos pueden determinar su nivel de glifosato, analizará más a fondo el estudio RBS para examinar potenciales asociaciones longitudinales con la exposición al glifosato y resultados clínicamente relevantes.

"El público necesita estar mejor informado sobre los riesgos potenciales de los numerosos herbicidas con los que se rocía nuestro suministro de alimentos para que podamos tomar decisiones informadas sobre cuándo debemos reducir o eliminar la exposición a compuestos potencialmente dañinos", concluye Mills.