La vigesimoquinta Cumbre del Clima (COP25) viene marcada por una figura: la de Greta Thunberg. Esta adolescente sueca de 16 años se ha convertido en el icono de la lucha por el medio ambiente. Y el movimiento al que inspiró con su ejemplo en Estocolmo, el Fridays For Future, ha puesto el foco en la juventud. Miles de chicos y chicas que apenas han cumplido la veintena piden paso ante lo que ya no es un “cambio” sino “una crisis climática”. No solo alzan su voz en las huelgas estudiantiles realizadas cada viernes, que dan nombre al colectivo, sino en cada acto público donde se les da la oportunidad. Y el grito es unánime: no hay más prórrogas, ya ha llegado el “tiempo para actuar”.

Con una de cada tres especies en peligro de extinción, 150 millones de personas en riesgo de convertirse en refugiados climáticos, una subida de la temperatura global en las últimas décadas de 1,5 grados centígrados y un peligro de desertización que en nuestro país ya alcanza al 75% de su territorio, parece claro que las moratorias se han acabado. “La juventud tiene un gran papel para concienciar. El mensaje más importante que trasmiten es la ambición: empujan esto para cumplir el reto de reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera hasta en un 45% antes de 2040”, reseñó Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC), durante una de las jornadas de la COP25.

Hace falta comprometer a la familia, a los amigos. Hace falta salir del sistema de consumo. Porque es importante saber cómo nos trasladamos, da igual quién seamos, y conocer las consecuencias de nuestros actos”, manifiesta Shreya K. C., de 21 años, procedente del distrito de Solukhumbu en Nepal. Ella asegura llevar comprometida más de una década con la reducción del plástico, un problema que afecta a su país y a todo el planeta: en 2015 se llegaron a consumir 381 millones de toneladas de este material, según datos de la organización Our World In Data. Desde la coordinación de la asociación Nepalese Youth for Climate Change, Shreya apunta que “hay mucha diversidad en el mundo y es necesario establecer procesos inmediatos sobre cómo tratar estos residuos”.

Los embajadores del clima

Su preocupación, como la de su compañera de lucha Adriana Valenzuela, responsable de educación ambiental y juventud de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), es la de abordar la crisis medioambiental desde todos los puntos de vista posibles. “Somos los embajadores del clima. No solo para pedir que se cumpla el Acuerdo de París, sino para exigir a los gobiernos que lo hagan”, esgrimió. Otra de sus líneas de actuación es la educación en el mundo urbano, donde se concentra el 70% de las emisiones totales. “Controlarlas es un elemento fundamental”, alega, mencionando las “más de 100 ciudades” que han reducido el uso de carbón.

Un tema que se ha mezclado con otros tantos en esta cumbre, donde el cambio de sede de Santiago de Chile a Madrid y esta oleada de juventud han sido dos de los pilares básicos. Por ejemplo, en la apertura de una de las sesiones, el chileno Gonzalo Muñoz, el líder de la agenda global de acción climática, dedicó una palabras a esta revuelta frente a un público adolescente: “Los mayores de 50 años celebramos con el pelo blanco vuestro gran valor. Usad vuestro talento de forma ingeniosa y recordad que vuestro tiempo vale más que el dinero: aprovechadlo”.

“No nos enfrentamos a una crisis sino que tenemos que movernos rápido para que no nos alcance el colapso”, continuó Muñoz, recordando que “a los pensamientos les siguen las palabras y luego los actos”. “Son los últimos seres humanos en hacer algo por revertir la crisis climática”, reflexionaba Pilar Trinidad, vicerrectora de la Universidad Rey Juan Carlos, ante la pregunta de qué papel juegan los jóvenes en esta parcela. “La juventud y la niñez son el presente, y es ahí donde está la luz”, incide. Una de las aludidas podría ser Amalia de Lazaur. Esta diplomática española de 26 años vincula sin dudarlo el medio ambiente y los derechos humanos: “Cinco de ellos están relacionados, sin contar con las personas que huyen a consecuencia de los desastres ambientales, que aún no tienen una categoría específica”, analiza.

A su lado, Aída Gabriela Márquez, directora del Consejo Nacional de la Juventud de Guatemala, admitía que el siguiente paso que les quedaba a los adultos era descubrir por qué la comunión con los jóvenes había fallado. “No podemos no escuchar su voz y ver que los jóvenes de cada área tienen diferentes necesidades que hay que direccionar”, anotaba, indicando cómo de los 17 millones de habitantes de Guatemala, casi seis millones son menores de 14 años. Por eso apostillaba: “La reivindicación es que el momento de actuar es ahora, y no valen excusas”.

Ese fue una de las conclusiones que resonaron en la multitudinaria manifestación que recorrió la capital de España el pasado viernes. Aunque había participantes de todas las edades, las miradas estaban puestas en esta avalancha de juventud y en su máximo exponente, la mencionada Greta Thunberg, quien insistió en la rueda de prensa ofrecida previamente en que solamente era “una pequeña parte de un gran movimiento” y aseguró que habían “levantado la voz, pero eso no se traduce en acción política”. “Llevamos manifestándonos desde hace un año y básicamente no ha pasado nada. La crisis climática se sigue ignorando. La gente está sufriendo y muriendo ya por esta crisis y no podemos esperar más”, culminó.

Desánimo que reflejaba con una sonrisa amarga en el rostro Neyde Niode Cuqui Navi, una indígena boliviana de 18 años de San José de Uchupiamonas. Representante de esta comunidad para la agrupación estadounidense Ríos to Rivers, contaba que su lucha era mantener los espacios naturales alejados de peligros como las centrales hidroeléctricas. “Yo crecí navegando el río Beni, al norte de mi país, y no quiero ver una represa que afecta a todo el paisaje, como las tres que hay en su cuenca y las 22 que están planeadas a lo largo del territorio nacional”, lamentaba. Sus quejas forman parte de esa juventud concienciada con el clima. Una masa heterogénea que no ceja en sus gritos, aunque sobresalga la voz tajante de Greta Thunberg. Porque, como decían dos chicas con carpetas de instituto de camino al metro, “¡es que lo dice con tanta pasión..!”.