Islandia ha decidido suspender por segundo año consecutivo la caza comercial de ballenas, una decisión que no es definitiva, pero revela "un cambio de conciencia", destacó el activista ecologista y diputado por Podemos Juan López Uralde. Para Uralde, "este tipo de pasos, orientados por una población cada vez más concienciada, son irreversibles".

Aunque "es una gran noticia", dijo, "en un mercado en declive, los problemas de las ballenas son otros, como la contaminación de los océanos, los plásticos, el cambio climático".

Islandia era, junto a Japón y Noruega, uno de los tres únicos países del mundo que desafiaba la prohibición mundial decretada por la Comisión Ballenera Internacional. 

La única compañía del país dedicada a la caza de cetáceos, Hvalur Hf., exporta su producción a Japón y ya no puede superar la competencia con las empresas que en ese país que son subvencionadas por el Gobierno, comentó su gerente, Kristján Loftsson. Además, las normas sanitarias para la carne de ballenas importada son más estrictas que las aplicadas para el control de la producción que proviene de compañías japonesas.

Por otro lado, los empleados tienen que trabajar muy cerca unos de otros durante el procesamiento de esas carnes, lo que sería imposible mientras perdure el distanciamiento social por la pandemia de la covid-19, según prosiguió Loftsson.