En España durante mucho tiempo se inculcó una doctrina religiosa en la que se citaba la creación de dos realidades distintas vinculadas: el cielo y la tierra, unidas a través del trabajo y de la luz. Esos tiempos corrieron paralelos a la conformación de dos realidades físicas y reales: el mundo rural y el mundo urbano.

En esa línea y tras la Guerra Civil Española, el Franquismo autárquico hizo del mundo rural una “reserva moral” y estratégica: había que producir pan para poder dar de comer a los españoles.

No sería hasta la década de 1960 cuando el campo dejó de ser el alma de la “Nueva España”: los administradores de la nación miraron a la ciudad y al turismo como fuente de desarrollo. Esta estrategia no fue improvisada: había que producir a gran escala y con mano de obra barata procedente de… ¡el mundo rural!

 

¿Qué es el mundo rural?

 

Puede parecer un término muy simple de definir, pero a día de hoy seguimos dando vueltas al término. Cada organismo tiene su perspectiva pero el paisanaje lo tiene claro: un espacio humano que no está en la misma línea de desarrollo socioeconómico que el espacio urbano. Baja densidad de población que hace bastante con llevar adelante un proyecto de vida (en un ecosistema donde se carece de buenas estructuras sociales, educativas, culturales y productivas).

Recientemente el Principado de Asturias ha realizado (con la colaboración del SADEI) una aproximación tipológica a las zonas rurales basada en una serie de criterios: población, capacidad agroecológica, ocupación forestal, ganadería y renta rural. En una decena de kilómetros se pueden encontrar zonas rurales periurbanas, intensificadas o campesinas. La ciudadanía asturiana todavía no lo ha asimilado.

 

La España olvidada y vaciada (pero ocupada por el capitalismo global)

 

Sin duda alguna el agrarismo (la preocupación social sobre el mundo rural y la cuestión social de la tierra) está hoy más vivo que nunca.

Pocos días antes del “inicio” de la pandemia global de la Covid-19, la ciudadanía española se echó a la calle para exigir una dignificación urgente del agro. Las diferentes administraciones y sus estrategias se refieren a esta realidad como “combatir el Reto Demográfico”. No nos equivoquemos, es mucho más que un reto demográfico, es cuestión de facilitar una vida digna a las personas que quieren llevar un modo de vida más humano y ecológico, en armonía a los nuevos tiempos (lógicamente el mundo rural de hoy debe ser distinto a la España de Paco Martínez Soria y Alfredo Landa). Esa España que produce alimentos y conocimientos no debe constituirse como un espacio humano de segunda. Gestores públicos, el ámbito científico y la ciudadanía deben aunar esfuerzos para lograr una ruralidad moderna, inclusiva y diversificada.

 

Pero ¿cuál es la percepción ciudadana en relación a esta cuestión?

 

El día 31 de marzo de 2021 se presentó en el Senado español el “Estudio de percepción de los avances realizados en la España Despoblada desde el día 31 de marzo de 2019”. Los resultados ofrecen una visión ciertamente negativa de la dirección que están tomando esa “dignificación”.

  • Un 45% de las personas encuestadas consideran que ha habido mínimos avances en el medio rural en los últimos dos años.

  • El 26,2% afirmaría que “estamos peor” y un 6,3% que “estamos mejor”.

  • Un 87,5% no percibe la existencia de políticas públicas que estén coordinadas para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía rural.

  • Desde una perspectiva regional, un 63,7% no conoce las acciones que están en desarrollo en sus comunidades autónomas, valorándolas como malas (36,3%), regulares (33,3%) y buenas (14,8%) aquellas personas que las conocen.

Asumiendo que vivimos en un mundo de cogobernanza, la ciudadanía no debe olvidar su importante rol: solicitando acciones reales y plausibles, dignificando a la ciudadanía urbana y no urbana.

 

La pandemia global de la Covid-19 y sus efectos

 

Tristemente llegó una pandemia global que hizo temblar a la humanidad entera. Desde el plano más filosófico y social hay que reconocer que había indicios de que las cosas no iban bien: íbamos como pollos sin cabeza, produciendo y consumiendo sin límite, mientras dejábamos atrás muchas personas vulnerables. El mundo rural y sus iniciativas cooperativas pusieron de manifiesto que es necesario humanizar la sociedad y la economía. En otras palabras: o nos salvamos todos y todas, o no se salva nadie (asumiendo paradigmas agroecológicos, cooperativos y sostenibles).

En el mes de abril de 2021 la Comisión Europea publicó un Flash Eurobarómetro en relación a la línea “Una visión a largo plazo para las áreas rurales”. Las personas participantes reconocieron que la ciudadanía debía participar en la gestión local para así requerir profundas reformas sociales. Los resultados muestran que actualmente la población es más favorable a “visitar áreas rurales por ocio” que “considerar la posibilidad de mudarse a un área rural”.

No hay que echarles la culpa, el mundo rural está en clara desventaja con la calidad de vida en el mundo urbano. Debido a esa realidad la educación, el empoderamiento civil y la creación de laboratorios ciudadanos (bajo el enfoque CTS-Rural) constituyen una base firme para lograr la dignificación rural (de cara al presente más próximo).

 

Cooperación, innovación y dignificación (humana)

 

El documento de trabajo de la iniciativa citada previamente (donde pudieron participar la ciudadanía rural y el mundo científico) se publicó en el mes de junio. La economía verde y solidaria debe ir acompañada de redes de cooperación que logren verdaderas innovaciones en el medio concreto, logrando verdaderas comunidades humanas, diversificadas e inclusivas.

Ahora bien, ¿qué futuro depara a la España olvidada? La estrategia “España 2050” nos deja bien clara la tendencia: en 2050 un 12% de la población española vivirá en zonas rurales, un 88% en urbanas masificadas. Defender que “muchos municipios rurales disfrutan de una nueva prosperidad” implica que habrá vencedores y vencidos y, ojo, el modo de vida predominante será silver econonomy (es decir para personas adultas de 40 años para arriba).

¿La juventud tendrá futuro? Si ya tiene complicado el presente, el futuro no será muy próspero. La cooperación juvenil será la única herramienta.

El rural se postula por tanto como un ejemplo comunitario e histórico para lograr la reconstrucción de la realidad española post-pandemia. La España olvidada es ejemplo de resiliencia, resistencia, alternativa y transformación. Trabajemos juntos y juntas, cooperemos: solo así nos salvaremos.