Los autóctonos las han bautizado como foroba yeelen, algo así como luz comunitaria o luz de todos en lengua bambara. Gracias a ellas, pueden realizar actividades por la noche, cuando afloja el asfixiante calor del desértico Sahel, en las aldeas del extenso municipio rural de Cinzana, al sur de Malí, en el África Occidental.

Las foroba yeelen son un ingenioso artilugio ideado por el arquitecto y videoartista italiano Matteo Ferroni, de 41 años, que ha acabado con la oscuridad casi completa que reina en estos asentamientos rurales faltos de un suministro de electricidad que les permita disponer de una iluminación eficiente (más allá de las linternas o la misma luna) y en los que muchas actividades laborales o sociales se pueden llevar a cabo de forma mucho más agradable y productiva tras la caída del sol.

Las lámparas están construidas al cien por cien con materiales locales reciclados

Se trata de unas farolas construidas con materiales locales reciclados que cualquier artesano de la zona (hacen falta un mecánico de bicicletas, un electricista, un herrero y un fundidor) puede armar o reparar en pocas horas, lo que puede contribuir a impulsar un nuevo sector de actividad económica en zonas muy deprimidas y faltas de empleo.

Bastan una rueda y parte del cuadro de una bicicleta, una barra telescópica de las empleadas para apuntalar edificios en obras, latas de refresco fundidas (con las que se confecciona el cabezal de la lámpara), un led y una batería que se puede recargar si está disponible un enchufe (algo poco frecuente), un generador diésel o mediante una pequeña placa solar.

Gracias al uso de un punto de luz de tecnología led, las baterías alcanzan una autonomía de unas cinco horas, que permiten desarrollar un amplio abanico de actividades. Así que el ingenio, que recicla materiales que de otra forma se convertirían en residuos y consume muy poca energía, tiene un impacto ambiental mínimo. 

La rueda de bicicleta permite transportar el artilugio con facilidad a cualquier lugar donde se necesite. Y los necesitan en muchos. Reuniones de la comunidad, actividades de formación, trabajos de molturación, recogida de agua, comercio ambulante, partos, vacunación de animales, elaboración de artesanía, fiestas, bodas, funerales y entierros son algunas de las actividades desarrolladas a la luz de las foroba yeelen.

Vencer a la oscuridad

Ferroni tuvo la idea después de realizar en 2010 un viaje de estudio antropológico por diversas regiones rurales del país del oeste africano en busca de “signos de colaboración en el marco de los lazos sociales, el trabajo y la geografía”. Allí comprobó que en cientos de aldeas se carecía de luz de noche, precisamente cuando se llevaban a cabo numerosas tareas o actos sociales debido al terrible calor durante el día.

En ese momento concluyó cómo sería de importante encontrar una forma de aportar la tan ansiada luz a la vida colectiva de las aldeas logrando una “armonía entre la herramienta, la cultura y la naturaleza”. En 2011 desarrolló el primer prototipo desmontando una vieja bicicleta, y lo fue perfeccionando con la ayuda de artesanos locales. Especialistas italianos de la empresa Nadlec aportaron un modelo de led idóneo para el invento y las difíciles circunstancias en las que iba a ser empleado.

Se distribuyeron 90 farolas por 72 pueblos, que suman un total de 36.000 habitantes

“La luz no sólo sirve para iluminar. El problema de las aldeas de Malí no era iluminar, sino vencer la oscuridad”, afirma el arquitecto. “En el África rural la gente no duerme por la noche: prosigue con sus actividades con una linterna. Yo añadí a sus noches una herramienta que une a las personas bajo su luz como un árbol bajo su sombra. Y eso les ha aportado un beneficio económico apreciable y un beneficio social inmenso”, destaca.

Una vez culminado el diseño, y con la participación de la Fondazione eLand (impulsada por el mismo Ferroni) y la Asociación para el Desarrollo de Malí-Faso Gnietaa, creada por jóvenes de la zona para la distribución del invento, se asignaron 90 farolas a colectivos de 15 aldeas y de tres centros de salud del municipio de Cinzana, que agrupa a 72 pueblos con un total de 36.600 habitantes. La fundación eLand es la titular de una patente internacional del aparato, los ingresos de cuyos royalties se destinarán a nuevas lámparas comunitarias. No faltan peticionarios: ya han llegado solicitudes de Benin, Burkina Faso, Ghana, Senegal y Costa de Marfil

El proyecto, premiado con una mención especial en el City to City Barcelona FAD Award y el Premio Lamp Lighting Solutions 2013 (cuya dotación, de 7.500 euros, será dedicada igualmente por Ferroni a fabricar más farolas para otros pueblos malienses) ha sido presentado este año en nuestro país en sendas exposiciones acogidas por el Museo Nacional de Antropología de Madrid y la iglesia de la Pietat de Vic (Barcelona), a iniciativa del centro cultural L'Albergueria.

Mientras, en el marco de un proyecto apoyado por las universidades de Barcelona y Nacional Autónoma de México, Ferroni ha trabajado en el desarrollo de una iluminación adaptada a las necesidades y que haga más seguras las calles del asentamiento Colonia Pedregal, un sector desasistido del barrio de Santo Domingo, al sur de Ciudad de México. Una cincuentena de puntos de luz lo está arrancando ya de las tinieblas.