Es probable que, en los últimos tiempos, hayamos llegado a creer que la arquitectura sólo iba dirigida a levantar edificios deslumbrantes o sembrar por doquier urbanizaciones ligadas a la burbuja inmobiliaria. Que los arquitectos ya no obedecen a más motivación que la económica y que las instituciones inauguran edificios públicos más propios de portadas de revistas especializadas que pensados para ser útiles.

Pero también ha habido siempre quien ha creído que la arquitectura es un instrumento al servicio de la gente. Que buscan la estética, claro, pero sobre todo la comodidad y la sostenibilidad. Lograrlo, eso sí, requiere de una implicación con todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Lo recuerda la Asociación Nacional para la Arquitectura Sostenible (ANAS), que aboga por una forma de edificar "perfectamente integrada en el ecosistema natural, capaz de satisfacer plenamente las necesidades de sus ocupantes, sin perjuicio del bienestar y desarrollo de las generaciones futuras".

Los autores intentan aclarar la diferencia entre arquitectos y constructores

Para esta agrupación es fundamental optimizar recursos y materiales, disminuir al máximo el consumo energético, promover el uso de energías naturales y renovables, reducir la generación de residuos y de emisiones, recortar al máximo el coste y las necesidades de mantenimiento de los edificios y mejorar el bienestar y la calidad de vida de sus inquilinos. Así, mantiene este colectivo, se recuperarán la "utilidad social" y la "valía profesional" de los arquitectos y se resolverán los "problemas medioambientales del sector".

En estos parámetros se mueven Anna y Eugeni Bach. Estos jóvenes arquitectos radicados en Barcelona,  ella finlandesa y él catalán, acaban de publicar Más vivienda por menos (Catarata, 2015), un libro divulgativo en el que tratan de poner en valor su profesión y muestran algunas estrategias que adoptar para seguir esta senda. "No queremos entrar en los términos bueno o malo sino en los objetivos, en si la arquitectura es cultural y social", comenta Eugeni.

Ambos ejercen de profesores universitarios, han trabajado en el campo del diseño industrial y de interiores, en temas tanto de urbanismo como de aplicaciones domésticas y han obtenido galardones como el Premio FAD Internacional 2014 por 'La Casita', un inmueble para niños de dos pisos y varias estancias.

La importancia del espacio

"Siempre huimos del término sostenible porque consideramos que eso tiene que estar implícito", argumenta Eugeni. "Lo importante es construir un espacio que sea útil y no afecte al entorno", remarca. De hecho, la última parte del libro está dedicada a presentar ejemplos actuales donde se han tenido en cuenta estos factores, como la Casa Doble de Langarita-Navarro Arquitectos, la Casa Más o Menos de Lapanadería o módulos prefabricados como la Casa Garoza 10.1, de Estudio Herreros, o la House of Would de Elii.

Los autores intentan aclarar la diferencia entre arquitectos y constructores. A los primeros les otorgan la responsabilidad de emplear sus conocimientos para dar una respuesta física en el espacio. A los segundos, convertirse en la herramienta que permita a los creadores materializar su obra. "Se suele hablar de los arquitectos estrella, pero esos son un porcentaje muy bajo. La mayoría no sale en los medios y son los que hacen viviendas o edificios de carácter público", apunta Eugeni.

"Hay que impulsar, en cualquier sector, la rehabilitación y la reutilización"

¿Qué papel tiene esta mayoría? "Tenemos mucho cuidado a la hora de hablar de ecología porque para nosotros es algo muy básico", previene: "La vivienda debe tener lo mínimo para que se pueda vivir y se pueda ir perfeccionando a lo largo de la vida. El gran reto de la arquitectura es amoldar el tema económico con un encaje en la ciudad y una buena calidad del edificio".

Según esta pareja de arquitectos, su profesión no consiste ni más ni menos que en crear algo con cierto sentido sin que perjudique al resto. "Lo importante es el espacio. Lo que pase y lo que se quiere que pase en él. Después piensas en la forma, los materiales... Pero primero tienes que ver el uso", insisten. "La responsabilidad del arquitecto es la misma que la del ciudadano: intentar que todo sea mejor o, por lo menos, que no sea peor. Compra de proximidad, ahorro de recursos... nada que ver con lo que hemos visto en los últimos años".

Algo que parece lógico, sostienen, aunque no siempre se haya aplicado. "Nos estamos dando cuenta de que el mundo es finito y, si seguimos actuando como termitas, se acabará. Hay que impulsar, en cualquier sector, la rehabilitación y la reutilización. Hay que cambiar de vida utilizando lo básico. Menos cantidad es menos material, menos recursos, y más espacio", concluye este profesional que cree que hay que pensar de forma global antes de construir y que, a veces, parece que no se ha aprendido nada a pesar de los desmanes cometidos. Quizás sí. Quizás se haya aprendido a poner el foco en estas iniciativas. En las personas (compradores y creadores) que llevan ya tiempo diseñando, construyendo y viviendo ajustándose a unos recursos finitos.