¿Qué es Fridays for Future?

Es un movimiento de un montón de chicos y chicas muy preocupados, que no sabemos qué hacer con esto que ahora llaman ‘ecoansiedad’ y que lo canalizamos mediante la acción. Es un colectivo de gente joven que organiza huelgas estudiantiles los viernes, pero no solo eso: creamos comunidades. Y por eso es algo más, es una sociedad local comunicada a nivel global. No tiene límite de edad y hay muchos grupos, así que puede entrar cualquiera. Si no, hay otros colectivos empeñados en la misma lucha como Extinction Rebellion o Climate Action.

¿Cómo se integró en el movimiento?

Empecé en febrero de 2019 como parte de los impulsores. Venía de un grupo de universitarios que quería que las facultades fueran más ‘verdes’ y nos juntamos gente de instituto que veíamos lo que hacía Greta Thunberg en Estocolmo. Al principio salíamos los viernes a la plaza de Sant Jaume, en Barcelona, pero ahora nuestra presencia allí no es semanal sino que queremos algo más espaciado para así poder intercalar otras actividades o asambleas.

¿Cuál ha sido la evolución del movimiento?

Ha variado mucho. En España empezó en Girona, y en Barcelona comenzamos el 15 de febrero y el segundo viernes, el 22, ya éramos unas 100 personas. El 15 de marzo subió a 10.000. Y el 27 de septiembre éramos 100.000. Luego hemos crecido de forma exponencial, vamos escalando a un nivel bastante ‘heavy’. Hemos conseguido hablar con la alcaldesa Ada Colau e intentado concretar con ella algunas medidas. Aparte, hemos tenido mucha repercusión mediática, lo que se traduce en que nos escucha no solo el Ayuntamiento sino mucha otra gente.

¿Y qué opina de este alcance global? ¿Cómo considera que se ve a FFF?

Fridays For Future son siete millones de personas, así que creo que es algo muy fuerte. Es increíble: siete millones de personas no se habían movilizado nunca antes por el medio ambiente. Y aunque aparentemente todo esté muy centrado en Greta Thunberg, hay muchas personas como ella detrás. A nivel internacional lo conseguido es un gran triunfo.

¿Por qué cree que generan tanta controversia las acciones de Greta Thunberg y del movimiento?

En parte, creo que es interés: por un lado, no interesa lo que dice Greta; por otro, no interesa centrarse en lo que dice, sino en lo que hace, y así desviar la atención para poder mirar a otro lado. Y no hay interés en ver qué representa ella realmente. Es todo lo que el mundo conservador no quiere: es una mujer joven, que dice verdades y que tiene una enfermedad. Y hay a un sector a quien eso le duele. Yo lo entiendo. Probablemente proyectan ese escozor en críticas y haters. ¡Es tan triste que personas de 50 años se metan con ella…! Y hay mucho interés económico detrás.

Lo mismo que dicen de ella, que está respaldada por grandes corporaciones...

El movimiento solo se financia por micromecenazgo de particulares o pequeñas agrupaciones. No estamos patrocinados por ninguna marca o empresa y es más: no lo hacemos por beneficio propio. Yo empeño 40 horas a la semana en esto y no veo un duro. Somos miles de chicos y chicas que estamos estudiando y nos dedicamos a esto gratis.

¿Qué hace falta decir y por qué nadie lo hace?

Creo que lo que pasa es que nosotros no tenemos nada que perder, aparte de todo nuestro futuro. Por eso decimos lo que sea. Podemos quejarnos de bancos o empresas porque no dependemos de ellos ni de nada. No tenemos una casa ni cuentas corrientes. Hablamos sin esas barreras. Si viene una empresa y nos quiere destrozar, no puede, porque no tengo dinero ni reputación. Esa honestidad tan real y tan cruel, que nos permite criticar a quien nos dé la gana, es muy importante. También está el haber nacido en este mundo: nos hemos criado en este mundo, con este sistema, y que lo veamos desde fuera y luchemos contra él es algo muy especial. Llevamos menos tiempo aquí y somos capaces de ver sus fallos. Eso no lo hace quien ya está metido. El poder soñar es lo que te hace luchar.

No hay ataduras, pero sí incertidumbres...

La historia es que no existe futuro dentro de este sistema. No hay futuro verde, con un mundo finito donde estás intentando tener una economía de crecimiento ilimitado. Lo mires por donde lo mires. No nos queda otra opción.

Se habla, de hecho, de colapso o punto de no retorno. ¿Lo del clima es una crisis o una emergencia?

Nosotros somos el altavoz de la ciencia, así que lo que decimos es lo que sostienen los expertos. Y es que hay 12 años para revertir la situación. Pero, además, luchamos por la justicia climática, que envuelve desde la explotación del sur por sus recursos hasta las 200 especies que se extinguen cada día. No hay solución a la crisis climática, sino justicia por el medio. Eso es lo que defendemos.

Se acusa a Fridays For Future de ser un movimiento de países ricos. ¿Cómo encajan en él los países más afectados?

Creemos que hay una discriminación al sur global. Son países que están siendo explotados. Les piden que corten emisiones que no están realizando. Hay gente perseguida, asesinada, queman sus casas y las empresas sueltan discursos muy bonitos pero no cambian nada. Por eso nosotros intentamos darles voz, aunque es muy complicado en una sociedad que no lo hace. Y es fundamental, porque los jóvenes de allí son los verdaderamente afectados. Nosotros tendremos agua hasta dentro de muchos años, pero ellos no.

¿Quién tiene la culpa de esta emergencia?

Llevamos 40 años con el mensaje de cambiar la bombilla para salvar al mundo. Y en realidad las empresas están culpando al ciudadano y dicen que es tu culpa porque no compras ‘eco’. Como ciudadano es muy importarte formarte. Y la crisis climática es algo tan complejo y al mismo tiempo tan sencillo: ¡no hay futuro, punto!, que lo único posible es no dejarte engañar. Los mensajes de las grandes empresas son solo para limpiarse las manos. La solución al consumo no es el consumo. Y lo que necesitamos es una revolución. Es lo que quiere Fridays, pero se requiere mucha gente más. Porque los gobiernos no lo van a hacer y los jóvenes solos tampoco. Lo de quedarte en casa y reciclar no vale. Hay que involucrarse.

¿Y cómo se consigue que la gente haga algo más?

Lo primero, y fácil, es hacerse vegetariano. Así evitas el casi el 50% de emisiones que viene del consumo de carne. Y si no puedes integrarte en ningún movimiento, sigue tu ética personal: hazte vegetariano, deja de consumir, compra ropa de segunda mano, reduce el plástico… No es tan complicado y además eres tú el que decides. Existe es el poder del consumidor. Muchos del sur global lo sufren. Entérate de dónde viene tu comida, tu tecnología… Es información y lo tenemos a dos clics. Ese es uno de los pilares básicos de Fridays: no tenemos excusas porque, al menos aquí, en España, tenemos toda la información que queramos en unos segundos.

¿Por qué, entonces, hay quien lo niega, como el presidente de Estados Unidos?

Es todo dinero. Vamos a ver: Donald Trump sí cree en el cambio climático. Tiene operaciones de resiliencia contra el cambio climático mientras dice que no cree. Lo dice la ciencia, no es una invención. Él no lo dice a la cara porque no puede. Y, al final, lo entiendes: a mí me gustaría decir que esto no existe. Es un marrón, por eso entiendo que psicológicamente la gente lo niegue. Porque es tan catastrófico que parece irreal.

¿No hay vuelta atrás?

Voy a decir que sí. Hay mucho daño que está hecho, pero mucho que podemos evitar. Si no lo creyera, no lucharía. Aunque al mismo tiempo pienso que es muy difícil arreglarlo. Pero si decimos que no hay vuelta atrás, no atraeríamos a la gente. Lo que me gusta de Greta es que no tiene esperanza y, sin embargo, lucha. Porque luchamos para tener un rayo de esperanza cuando a lo mejor no podemos decir ‘sí, se puede’.