La elección de Trump supone un giro radical en la postura estadounidense frente al cambio climático, que la administración Obama se había comprometido a combatir. ¿Qué pasará ahora?

Donald Trump va a retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París. Independientemente de las dificultades jurídicas y del procedimiento de tres años para solicitarlo formalmente, lo va a vaciar de contenido en su aplicación. Va a demoler el legado climático de Obama. El acuerdo fue posible porque Estados Unidos había pactado con China una posición proactiva, junto a la Unión Europea. Estados Unidos es una viga maestra del acuerdo, pero el edificio no se va a caer. Dentro del país va a haber respuestas de los estados, de los movimientos ambientales y de las empresas que se están desmarcando de la postura negacionista. Cuando George W. Bush retiró al país del Protocolo de Kioto entramos en una parálisis, pero ahora no va a ocurrir lo mismo. Mi intuición es que China no va abandonar sus políticas climáticas y energéticas.

¿Cuál será la respuesta de los otros países y del sector energético?

El país que más está invirtiendo en energías renovables es China, muy por encima de Estados Unidos. Algunas declaraciones de dirigentes chinos anuncian que van a insistir en la descarbonización. Las renovables son buenas para el grave problema de contaminación que tienen y para su economía, y ya son líderes en eólica y solar. Estados Unidos es un peso pesado, pero no se detendrá la ola de inversiones en energías renovables.

La única manera de resolver la crisis del clima es un cambio radical en el sistema energético en los próximos 30 a 50 años. En 2015, más de la mitad de las inversiones mundiales en nueva generación eléctrica se hicieron en renovables, lo que supone unos 250.000 millones de dólares anuales (233.000 millones de euros). Al mismo tiempo, el 75% de la energía primaria que mueve el mundo sigue siendo fósil. Se están dando pasos que hace 10 años eran impensables, pero todavía estamos en el inicio del proceso y el clima no es negociable. Tenemos un tiempo limitado: ¡no tenemos 300 años, tenemos 30!

¿Para qué debe servir la cumbre que hoy finaliza en Marrakech?

Para detallar los mecanismos del Acuerdo de París, pero ahora lo más importante es que la comunidad internacional, y en particular los grandes emisores como China, Brasil, India, la Unión Europea o Japón, se reafirmen y manden el mensaje a la Casa Blanca de que con un negacionista al frente se va a encontrar aislada.

Según los acuerdos alcanzados, Estados Unidos debía aportar una partida importante dentro de los 100.000 millones de dólares (93.000 millones de euros) prometidos a los países más pobres para ayudarles a adaptarse al cambio climático. Todo indica que Trump no estará por la labor...

Por supuesto. En cuanto Trump llegue a la presidencia tenemos que esperar una retirada de los compromisos norteamericanos, empezando por la mitigación, pero también de la financiación. Pero mucho más grave es que el segundo mayor emisor se retire de la diplomacia climática internacional.

Si no controlamos la mitigación, la adaptación es imposible. Entre 2016 y 2030 es muchísimo lo que está en juego. En países del Sahel, el sudeste asiático, el Magreb o el sur de la Europa mediterránea es donde más va incidir el cambio climático. Los fondos deben ir destinados a la adaptación en la agricultura, la pesca, el agua o la eficiencia energética. Por ejemplo, Siria, antes del inicio de la guerra civil, conoció la mayor sequía de los últimos 100 años, que obligó al desplazamiento de un millón de campesinos a las ciudades. La sequía no fue la causante del conflicto, pero fue un factor desestabilizador grave que multiplicó otros problemas.

¿Los compromisos de reducción de emisiones servirán para cumplir los objetivos que marca la ciencia para evitar consecuencias irremediables?

Estamos en una situación de abierta incoherencia entre los compromisos de las naciones y el objetivo que demanda la ciencia. Hay una diferencia de entorno a las 14 o 15 gigatoneladas (unidad que equivale a mil millones de toneladas) de emisiones respecto al año 2030. Los últimos informes aseguran que la batalla por limitar el incremento de la temperatura media del planeta a 1.5 grados a finales de siglo, uno de los objetivos del Acuerdo de París, es inalcanzable. Aunque hoy cesasen de golpe las emisiones totales en todo el mundo estaríamos abocados a un incremento de 0,4 o 0,5 grados como resultado de las realizadas en los últimos 25 años, que aún debe asumir el sistema climático. Para cumplir el objetivo de 2 grados se necesita una descarbonización muy drástica en 20 o 30 años. Si se cumpliera el acuerdo, en lugar de conducirnos a un incremento de 4,5 grados estaríamos en una trayectoria hacia los 3, mejor que lo anterior, pero muy alejado del objetivo.