El constante crecimiento demográfico, la contaminación y los efectos del cambio climático dificultan el acceso al agua potable provocando problemas de salud, conflictos territoriales y daños a los ecosistemas. La crisis del agua se ha convertido en uno de los tres riesgos con el mayor impacto potencial en la próxima década para las personas y la economía, junto con la falta de mitigación y adaptación al cambio climático y las armas de destrucción masiva, según el último Informe de Riesgos Globales 2016 del Foro Económico Mundial. Hoy, con motivo del Día Mundial del Agua, Naciones Unidas destaca la función esencial del líquido y reabre el debate sobre la gestión de los recursos hídricos en el futuro.

Dos investigadores de la Universidad de Twente (Países Bajos), Arjen Hoeskstra y Mesfin Mekonnen, han analizado el problema a escala mundial con datos mensuales del periodo 1996-2005, que han ido plasmando en diferentes mapas. Los resultados obtenidos tras identificar la huella hídrica de la población y la comparación con la disponibilidad mensual de agua han sido publicados en la revista Science Advances el pasado mes.

Los autores del estudio consideran que hasta ahora el problema se ha subestimado

Unos 4.000 millones de personas no tienen acceso al agua potable al menos durante un mes al año. Casi la mitad de esas personas viven en India y China. “Incluso sólo un mes de grave escasez de agua puede tener un impacto devastador para la salud de un río”, afirma Hoekstra, fundador también de la organización internacional Water Footprint Network. Cerca de 2.000 millones de personas sufren la falta de agua durante al menos entre cuatro y seis meses al año, y unos 500 millones, el año entero.

Los índices de mayor escasez se registran en áreas con alta densidad de población, como es el caso del Gran Londres; en aquellos donde la agricultura de regadío está muy extendida, como en la región de las High Plains en Estados Unidos, o en áreas en las que se suman las dos circunstancias anteriores como en India, el este de China o el delta del Nilo.

También se detectan en regiones con muy poca disponibilidad de agua, las zonas más áridas del mundo, como los desiertos del Sáhara o de Gobi. Algunos países viven al límite. Es el caso de Yemen, que podría quedarse sin agua dentro de unos pocos años. Muchos otros lugares, como Pakistán, Irán, México y Arabia Saudí, disfrutan de tiempo prestado porque sus acuíferos se agotan y no tienen tiempo de recargarse.

Los expertos consideran que los estudios hechos hasta ahora sobre la escasez de agua dulce subestimaban las dimensiones del problema porque no analizaban las fluctuaciones estacionales en el consumo del recurso y su disponibilidad. “Pintaban un panorama más optimista y engañoso”, advierte Hoekstra.

Así, la nueva investigación revela que el desafío es mayor de lo que pensábamos. "En todo el mundo, los riesgos asociados con el alto consumo de agua están siendo cada vez más reconocidos. La creciente población mundial, los cambios en el comportamiento del consumidor y el cambio climático están teniendo un impacto significativo en la escasez y calidad del agua", sentencia el investigador.

Inseguridad alimentaria

Cada día parece más lejos de resolverse la difícil coyuntura: la demanda de agua no deja de aumentar. “Tomar una ducha más corta no es la solución al problema global”, dice Hoekstra, “porque sólo del 1 al 4% de la huella hídrica de una persona está en el hogar, mientras que el 25% se produce a través del consumo de carne. Se necesitan más de 15.000 litros de agua para producir 1 kilogramo de ternera" –casi toda esa cantidad de líquido se emplea para irrigar los cultivos destinados a alimentar al ganado–. 

Mientras se destina todo ese volumen a un producto al alcance de una minoría de la humanidad, la falta de agua, el recurso natural más importante, es uno de los problemas más urgentes de seguridad alimentaria en los países de Oriente Próximo y algunas zonas del continente africano. Porque más del 99,7% de los alimentos proceden del suelo, y la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas echa a perder cada año unos 12 millones de hectáreas –la extensión de un país como Honduras– en las que se podrían producir 20 millones de toneladas de cereales, tal y como recoge la ONU.

Etiopía está sufriendo su peor sequía en 30 años por el fenómeno de El Niño

Millones de africanos carecen de acceso al agua potable, y algunos, en zonas afectadas por la sequía, a cualquier clase de agua, por mala que sea. La mayoría de los afectados habita en zonas marginales y rurales de los países más pobres, una situación que les atrapa en un ciclo de pobreza y enfermedades: cerca de 1.000 niños menores de cinco años mueren cada día a causa de enfermedades relacionadas con el agua y el saneamiento, según datos de la ONU. La falta del vital elemento afecta, en particular, a las mujeres y los niños, ya que, no solo pone en peligro su salud, sino que, además, obliga a perder una cantidad considerable de horas en la improductiva, y a veces peligrosa, tarea de recoger agua.

Hoy, la situación es más que alarmante en Etiopía. El país del Cuerno de África está sufriendo su peor sequía en 30 años, principalmente como consecuencia del fenómeno El Niño, que está siendo el más fuerte de los últimos años: unos 10 millones de etíopes no tienen garantizada su alimentación debido a las pérdidas en las cosechas y la ganadería.

El Niño es un fenómeno natural asociado al calentamiento anormal de la temperatura de la superficie del mar en algunas zonas del océano Pacífico, con graves consecuencias en los patrones meteorológicos y climáticos mundiales: en algunas regiones, provoca una disminución de las precipitaciones y la aparición de la sequía; en otras, causa fuertes lluvias e inundaciones. El episodio suele presentarse en intervalos de dos a siete años y puede durar hasta 18 meses.

En Etiopía, este fenómeno ha provocado la reducción de entre un 50% y un 90% de la producción agrícola en algunas regiones del país y de la totalidad de las cosechas en la parte oriental del mismo, afectando a los pequeños campesinos y a los productores de semillas. Asimismo, ha causado la pérdida de cientos de miles de cabezas de ganado. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha presentado un plan de emergencia de 50 millones de dólares (unos 46 millones de euros) que posiblemente llegue demasiado tarde.