La original iniciativa de un bar de la costa catalana permite constatar hasta qué punto están llenas de colillas nuestras playas, como lo están también nuestras calles, jardines, cunetas e incluso espacios naturales. El chiringuito Tibu-ron de Castelldefels (Barcelona) ha cambiado este verano, igual que hizo el anterior, un refresco o una cerveza gratis por un vaso de plástico del mismo tamaño lleno de colillas recogidas de la arena.

Y los resultados han sido tan positivos como entristecedores: los participantes en la actividad se han presentado en el local con enormes cantidades de filtros de cigarrillos, recogidos en vasos aportados por el establecimiento, que probablemente son tan sólo una muy pequeña fracción de los que se ha tragado durante décadas este extenso arenal de cerca de cinco kilómetros de longitud, uno de los más frecuentados en verano del litoral barcelonés.

Se trata del residuo sólido más recogido en el mundo: supone un tercio del total

Durante los primeros días de la campaña Limpiemos la playa!, los vasos llenos de colillas se amontonaban sobre la barra del bar, y se dejaban expuestos sobre una mesa para ayudar a sensibilizar a los visitantes. En los fines de semana de verano se recogieron de media unos 25 vasos llenos hasta los topes, y unos cinco al día durante los días laborables. "Según pasan las semanas, cada vez llegan menos, señal de que la playa va estando ya más limpia", señala Raúl Vidal, copropietario del establecimiento, que nació en 2003 como un pequeño quiosco de venta de bebidas y helados situado sobre la arena.

"El objetivo es concienciar a la gente para que abandone esta mala costumbre de tirar las colillas. Una sola colilla puede contaminar tres litros de agua, y tarda entre cinco y veinte años en desaparecer del medio marino", argumenta el empresario, cuyo grupo, que además del chiringuito gestiona dos restaurantes y una empresa organizadora de eventos, se marca entre sus objetivos "crecer de forma sostenible", "colaborar con causas humanitarias" y "fortalecer sus políticas de responsabilidad social" porque tiene claro que "el interés general está por encima del individual".

Los servicios de limpieza de la playa de Castelldefels recogieron el verano del año pasado 60 toneladas de residuos sólidos de todo tipo abandonados en la arena, una cantidad equivalente a la que los bañistas depositaron en las papeleras y contenedores dispuestos a tal efecto.

Y muy buena parte de ese volumen de residuos correspondió a colillas de cigarrillos, que están consideradas un elemento tóxico muy nocivo si es ingerido por un niño o un animal(una sola les puede causar la muerte) y que tiene un severo impacto ambiental sobre el medio acuático. Y eso sin tener en cuenta el peligro de incendios que generan cuando se tiran mal apagadas.

766.000 millones de kilos

Por su enorme número, su prolongada vida y su ubicuidad son uno de los principales problemas entre los residuos esparcidos en nuestro entorno. El 95% de la colilla está formado por finísimas hebras de acetato de celulosa, un plástico sintético de una extremadamente lenta degradación. Y además el filtro ha capturado y está impregnado de una buena parte de las sustancias más nocivas, algunas cancerígenas, que emite el humo del cigarrillo.

Un estudio de la pasada década de la Sociedad Litoral Americana consideraba los restos de cigarrillos el residuo recogido en mayor cantidad en todo el mundo, con 766.000 millones de kilos al año. Otro estudio realizado por el Departamento de Transporte de California descubrió que constituían más del 34% de los residuos totales que se recogían en el estado.

La misma proporción, un tercio del total de la basura, se registra en otros países, con más del doble de colillas que de cualquier otra categoría de desperdicios. En París, donde se recogen 350 toneladas de restos de cigarrillos al año, el ayuntamiento ha decidido elevar las multas a quienes los tiran de 35 a 68 euros. Las autoridades locales lanzaron este verano una campaña de concienciación en la que distribuyeron unos 15.000 ceniceros e instalaron 30.000 nuevas papeleras. 

El tabaco causa la muerte de seis millones de personas al año, fumadores o no

El tabaco es dañino ya desde el momento en que se fabrica. Se estima que se tala un árbol por cada 300 cigarrillos, es decir, por cada cartón y medio producido. Si se tiene en cuenta que, en todo el mundo, se fabrican 5,6 billones de cigarros anuales, la industria tabaquera acaba con 18.000 millones de árboles en el mismo periodo.

Después vienen sus efectos, bien conocidos, sobre la salud de los fumadores activos y pasivos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que "el tabaco mata cada año a casi seis millones de personas, de las que más de cinco millones son consumidores del producto y más de 600.000 son no fumadores expuestos al humo de tabaco ajeno". 

Sumémosle a ello los enormes daños provocados por los incendios forestales, y a veces también urbanos, que generan las colillas tiradas mal apagadas, o directamente encendidas. Y finalmente está el tema de los residuos, miles de millones de filtros tirados desaprensivamente por personas incívicas en todos los rincones del globo. Un repóker de terribles males causados por un producto de consumo masivo (hay 1.000 millones de fumadores en el mundo), cien por cien legal y que genera millonarios ingresos a sus fabricantes, pero también a los estados que les cobran impuestos.

Para mitigar el problema, el proyecto Cigg Seeds propone filtros biodegradables que contendrían semillas de flores silvestres (del arbusto llamado copo de nieve, autóctono de la Gran Bretaña, donde ha surgido la idea) que germinarían en el lugar donde se tirara la colilla, convirtiendo al incívico en voluntario o involuntario reverdecedor de su entorno. La empresa Green Butts ya comercializa filtros de lino, algodón y cáñamo, que desaparecen en un mes, para los amantes del tabaco de liar.