Un estudio liderado por el investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB) Eric Galbraith ha alertado de que la futura mejora de las tecnologías pesqueras suponen una amenaza para la pesca global.

El análisis ha determinado que podría ser una amenaza "aún más grande" que el cambio climático, según ha determinado el trabajo utilizando un nuevo modelo de ecosistema biofísico, basado en principios metabólicos simples y limitado a los registros de captura de pescados proporcionados por los gobiernos de todo el mundo, según ha informado la UAB este lunes en un comunicado.

En este sentido, el coautor del estudio e investigador de la Universidad del Quebec, David Carozza, ha indicado que "los precios históricos del pescado han sido notablemente estables", descartando que esta sea la causa, y ha añadido que hallazgos previos han apuntado a que ha habido una mejora enorme en la eficiencia de la pesca como explicación al incremento sufrido en el siglo XX.

Pico máximo en la captura mundial

Este progreso ha provocado que la población restante de pescados no se pueda reproducir a la misma velocidad que su caza y la pesca podría estancarse con un exceso de pescadores y barcos que podría llevar al colapso, por esta razón otro coautor del trabajo, de la Universidad de California en Los Ángeles, Daniele Bianchi, ha avisado que "podrían haber superado recientemente el pico máximo en la captura mundial".

Los responsables de la investigación han sugerido una regulación de la pesca como por ejemplo hacer seguimiento de las flotas pesqueras mediante satélite y el rastreo genérico de pescados.

Aun así, han matizado que en el estudio "no todo son malas noticias", ya que ha demostrado que ante el peor escenario de emisiones de dióxido de carbono (CO2) las capturas mundiales de este animal podrían mantener los niveles actuales a lo largo del siglo XXI.

Este análisis es el primero que evalúa el impacto del futuro incremento de la tecnología, que podría tener sobre la pesca global y que este lunes se ha publicado en Nature Communications.