Las infecciones virales respiratorias no suelen dejar secuelas pulmonares, pero no ocurre lo mismo con las infecciones por coronavirus. En la epidemia del síndrome agudo respiratorio severo de 2003, causado por el SARS-CoV-1, se observaron diferentes grados de fibrosis pulmonares residuales en los pacientes que sobrevivieron a la enfermedad, según las pruebas de imagen y los test de función pulmonar.
Aunque aún existe poca literatura científica al respecto sobre los efectos secundarios del SARS-CoV-2, la hipótesis es que teniendo en cuenta la experiencia previa, alrededor de un tercio de los pacientes que ingresará por neumonía COVID-19 presentará alteraciones fibróticas pulmonares.
Para confirmar este porcentaje, se ha lanzado un proyecto dirigido por Jaime Signes-Costa Miñana (Gata de Gorgos, Alicante, 1963), coordinador del Grupo de Investigación en Enfermedades Respiratorias del Instituto de Investigación Sanitaria (INCLIVA) y jefe de servicio de Neumología del Hospital Clínico de Valencia. El estudio cuenta con la participación de 10 hospitales valencianos, uno madrileño, dos murcianos y uno andaluz y con la financiación del Instituto de Salud Carlos III.
Según explica en entrevista con SINC, "los pacientes quedan con secuelas pulmonares. Esto ya se conocía de las anteriores epidemias de coronavirus como el SARS-CoV-1 en 2003 y MERS en 2012. Cualquier virus, como el de la gripe, puede provocar una neumonía bilateral o severa, pero parece que estos virus ponen en marcha algunos mecanismos inflamatorios que no ponen otros virus.
"La idea del proyecto es saber si los pacientes que han tenido neumonía y que han ingresado por este motivo en los hospitales españoles van a desarrollar una fibrosis pulmonar a medio y largo plazo. El objetivo es controlar a esos pacientes en consultas externas como se está haciendo, pero también medir los test de capacidad pulmonar para ver si ha habido alguna merma en la capacidad funcional de estas personas y si quedan alteraciones radiográficas después de curarse. En ese caso se solicita un TAC torácico de alta resolución para comprobar si hay cambios fibróticos", precisa.
"Lo que hemos visto es que cuando los pacientes son dados de alta les quedan secuelas en las radiografías. No es una curación completa, al menos en el momento que se les da el alta. Habitualmente en las neumonías bacterianas los pacientes se curan antes de lo que estamos viendo ahora", advierte el investigador.
Se ha comprobado que un porcentaje no desdeñable de pacientes, cercano al 20% de los que tuvieron el primer SARS, seguían presentando algunas alteraciones en las radiografías o en el TAC. "Eso es lo que queremos ver ahora, si eso persiste en el tiempo o si va tendiendo hacia la mejoría. Y sobre todo determinar el porcentaje, ya que en España estamos hablando de centenares de miles de personas afectadas", avanza.
La edad también influye. "Se ha visto que los fenómenos fibróticos –similar al proceso de cicatrización de una herida cuando se forma un queloide–, además de la idiosincrasia de cada persona, están asociados a la edad. Cuanto más viejo eres, peor cicatrizas, tanto en la piel como en los pulmones. Si tienes una exposición a un virus, como este coronavirus, tu pulmón siente el daño y luego se intenta recuperar. Esa recuperación puede equivocarse de camino e irse a otra zona donde está la fibrosis, la cicatriz de los pulmones. Por eso queremos comprobar que las personas que se han curado del todo son las más jóvenes", expone
"De lo que más se quejan los pacientes que vemos en consulta es de fatiga y cansancio. Esto es parte de la infección por el virus. Tienen la sensación de que un tren les ha pasado por encima, según cuentan. Poco a poco se van recuperando. Esta es la secuela más frecuente y después la afectación pulmonar, probablemente. También aparece la anosmia, de la que tardan algunas semanas en recuperarse. Pero lo que nos da miedo es que la dificultad de respirar que aparece cuando hay afectación mantenida en los pulmones tarde en irse. No lo sabemos aún, por eso queremos medir la función pulmonar al mes del alta, y controlarla a los tres, a los seis y a los 12 meses, a ver si se recupera la capacidad pulmonar o si algunas personas no son capaces de recuperarla totalmente", concluye.
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