No es un animal, ni una planta, ni un hongo. El moho de las muchas cabezas (Physarum polycephalum) es un organismo extraño, amorfo, compuesto de una célula gigante. Aunque no tiene cerebro, puede aprender de la experiencia y transmitir conocimientos fusionándose a un congénere, como han demostrado los biólogos del Centro de Investigación en Cognición Animal (CNRS, Université Toulouse III - Paul Sabatier). Los nuevos hallazgos se publican en la edición del 21 de diciembre de 2016 de las Actas de la Royal Society B.

Imagínese que pudiera fusionarse temporalmente con alguien, adquirir el conocimiento de esa persona y luego separarse para convertirse en su yo separado de nuevo. Esto es lo que han hecho los científicos con el Physarum polycephalum, un moho mucilaginoso del grupo Myxomycota que se encuentra en zonas de sombra, frescas y húmedas, como la hojarasca y en troncos en descomposición. Se alimenta de esporas de hongos, bacterias y otros microbios. También se puede cultivar muy fácilmente en laboratorio. 

Audrey Dussutour y David Vogel ya habían enseñado a los mohos a rechazar sustancias repulsivas pero inofensivas como el café, la quinina o la sal para obtener sus alimentos. Ahora revelan que además de aprender a ignorar la sal puede transmitir este comportamiento adquirido a otro simplemente fusionándose con él.

Para lograrlo, los investigadores enseñaron a más de 2.000 mohos que la sal no representaba ninguna amenaza. Para alcanzar su alimento, éstos tuvieron que cruzar un puente cubierto de sal. A estos mohos los llamaron "experimentados". Mientras tanto, otros 2.000 mohos cruzaron un puente sin ninguna sustancia para conseguir su alimentos, eran los "ingenuos".

Tres horas para formarse

Después de este período de entrenamiento, los científicos agruparon los mohos en parejas: de "experimentados", de "ingenios" y mixtas. Para sorpresa de los investigadores, las parejas mixtas eran tan rápidas como las de "experimentados" y mucho más que las de "ingenuos", lo que sugiere que el conocimiento de la naturaleza inofensiva de la sal había sido compartido. El resultado se repitió con grupos de tres o cuatro mohos: con sólo uno "experimentado" la información ya circulaba en el grupo.

Para confirmar que existía realmente transferencia de información, la experiencia se repitió separando los mohos de una o tres horas después de la fusión. Únicamente los mohos "ingenuos" que habían permanecido en contacto tres horas con un moho "experimentado" ignoraban la sal, mientras los demás mostraban un gran rechazo. El moho "ingenuo" había recibido bien la información.

En el microscopio, los investigadores han notado que una vena se formaba entre los mohos en el mismo lugar en el que fusionaban, y que ésta necesitaba tres horas para formarse completamente: es indudablemente el canal a través del cual se comparte la información.

Los próximos desafíos de la investigación consistirán en encontrar de qué manera se transmite la información y probar si más de un comportamiento puede ser transmitido simultáneamente.