“El contenido de fósforo de nuestra tierra, después de años de cultivo, ha disminuido considerablemente. Necesita reponerse. La necesidad de un mayor uso de fosfatos y la conservación de nuestros suministros de fosfatos para las generaciones futuras es, por tanto, un asunto de gran preocupación pública”. Son palabras pronunciadas en mayo de 1938 por el entonces presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, quien ya había entendido el papel crucial del fósforo y alertaba a los miembros del Congreso sobre la necesidad de desarrollar una política para protegerlo. “La disposición de nuestros depósitos de fosfato debe ser considerada un asunto de interés nacional”, sentenció.

El fósforo es un elemento químico esencial en la Tierra, fundamental para el desarrollo de todos los seres vivos, pero es escaso y no se puede sintetizar artificialmente. Está presente en la estructura del ADN, la membrana celular, los huesos y los dientes, y lo obtenemos a través de los alimentos que ingerimos.

El recurso podría acabarse este siglo. En 2035, la demanda superará la oferta

Al igual que el nitrógeno y el potasio, es un nutriente que las plantas absorben del suelo y resulta básico para la fertilidad de la tierra y el crecimiento de los cultivos: en concreto, es imprescindible para la fotosíntesis y otros procesos químico-fisiológicos. Durante siglos, y todavía a pequeña escala hoy, se ha obtenido de los residuos agrícolas y del estiércol. Pero, a principios del siglo XX, las nuevas maneras de extraer nitrógeno del aire y la explotación minera del fósforo dieron pie a los procesos de fertilización de la agricultura moderna.

Actualmente, la mayoría de las explotaciones agrícolas del mundo dependen de los fertilizantes derivados de minerales inorgánicos, que elevan de manera constante los rendimientos, sobre todo en los suelos más pobres en nutrientes, como los tropicales y los sobreexplotados. Por tanto, este recurso resulta clave para mantener el actual sistema de producción de alimentos, capaz de sustentar a una población en imparable aumento.

El fósforo, en forma de fosfatos, forma parte de los fertilizantes compuestos N-P-K (N, de Nitrogeno; P, de fósforo y K, de potasio) de alta concentración, la materia prima principal de la industria mundial de los fertilizantes. Se extrae de la roca fosfórica, un recurso finito.

Según la Iniciativa Mundial de Investigación del Fósforo, “todos los sistemas agrícolas modernos dependen de entradas continuas de fertilizantes fosfatados derivados de roca fosfórica”, un elemento no reemplazable, cuyas reservas, al ritmo actual de explotación, podrían agotarse en este siglo, advierten los expertos.

La industria de los fertilizantes consume cerca del 90% de la producción mundial de rocas fosfóricas, y el 10% restante se utiliza en la fabricación de alimentos para animales, detergentes y productos químicos. Hay que tener presente que la sobreabundancia de fósforo acarrea consecuencias negativas: el uso excesivo de fertilizantes provoca la eutrofización, acumulación de un exceso de nutrientes en un ecosistema, que en los medios acuáticos facilita la multiplicación de algas y otros microorganismos, los cuales agotan el oxígeno del agua e impiden la entrada de la luz en lagos, ríos y océanos; lo que aniquila a otras formas de vida.

 

Reservas muy concentradas

 

Las reservas de fósforo son escasas y están muy concentradas geográficamente, por lo que unos pocos países tienen el control. Casi el 90% de las reservas estimadas se encuentran en cinco países: Marruecos –el primer exportador mundial–, China, Argelia, Siria y Sudáfrica, según el Servicio Geológico de los Estados Unidos.

Muchas de las minas que explota Marruecos se encuentran en el territorio ocupado militarmente del Sáhara Occidental, donde se halla el yacimiento de Fos Bucraa, uno de los más ricos del planeta, descubierto durante la colonización española. Su explotación en un territorio cuya soberanía no le reconoce la comunidad internacional contraviene diversas resoluciones de las Naciones Unidas. Algunas grandes empresas internacionales han dejado de importar el material saharaui por esta razón.

”La demanda de fósforo se ha incrementado, por lo que los precios subieron un 800% entre 2006 y 2008“, explica en su tesis sobre el impacto de la escasez global de fósforo para la seguridad alimentaria Dana Cordell, investigadora del Instituto de Desarrollo Sostenible para el Futuro de la Universidad Tecnológica de Sydney (Australia) y cofundadora de la Iniciativa Mundial de Investigación del Fósforo. 

Es un camino sin retorno. "A menos que se haga algo, la escasez de fósforo puede causar problemas de dimensiones mundiales. Para 2035, se calcula que la demanda de fósforo superará la oferta", advierte Cordell. La disminución de la producción provocará una presión al alza sobre los precios de los alimentos y aumentarán las tensiones internacionales.

“Si no se adoptan medidas, la producción alimentaria corre el riesgo de decrecer dramáticamente en el futuro, generando de paso sustanciales incrementos en los precios de los fertilizantes, aumentarán los impactos ambientales de la contaminación, la energía y el consumo de recursos, las cosechas rendirán menos y los agricultores tendrán mayores dificultades para subsistir y, como corolario, se reducirá la seguridad alimentaria”, añade Cordell.

Debido a la escasez, sus precios se incrementaron un 800% entre 2006 y 2008

Para evitar tan negro escenario, la investigadora considera que es el momento de gestionar de manera más eficiente toda la cadena alimentaria y, al mismo tiempo, hacer nuestras dietas más vegetarianas, recuperar y reutilizar gran parte del fósforo que contienen los residuos de cultivos y de alimentos, estiércol, heces y orines humanos. Pero, para hacerlo posible, son necesarias nuevas iniciativas y voluntad política.

En este sentido, cabe destacar la puesta en marcha por un grupo de científicos europeos de un estudio que analizará las implicaciones mundiales que puede tener la escasez de fósforo. El Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF, en sus siglas en catalán) liderará el proyecto europeo Effects of phosphorous limitations on Life, Earth system and Society (Imbalance-P), financiado con 13,6 millones de euros por el programa de investigación ERC Synergy Grants de la Unión Europea.

El grupo, dirigido por el profesor Josep Peñuelas, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), evaluará durante seis años los impactos actuales y futuros de la falta de fósforo sobre la seguridad alimentaria, ayudará a diseñar escenarios para producir alimentos en condiciones de escasez de fósforo y propondrá acciones políticas que impulsen una gestión sostenible del ciclo del elemento.

Además, estudiará el desequilibrio entre las proporciones de fósforo, carbono y nitrógeno que sufren los diferentes ecosistemas del planeta. Para ello, está previsto llevar a cabo un macroexperimento en la selva tropical de la Guayana Francesa, donde estudiarán cómo afectan dichos desequilibrios a la riquísima biodiversidad del bosque amazónico, el clima y la agricultura.