La Fundación Medioambiental Goldman concede anualmente el premio para los activistas medioambientales comunitarios más importante del mundo, que ha sido comparado como un verdadero Nobel para los defensores del futuro del planeta y de la justicia social.

Se concede uno de estos galardones por cada una de las seis regiones continentales habitadas del mundo, y este año se cumple el trigésimo aniversario del premio, que fue creado en 1989 en San Francisco (Estados Unidos) por los filántropos y líderes cívicos Rhoda y Richard Goldman, que dejaron escrito que “Nos gustaría dejar el mundo un poco mejor de como lo encontramos”.

Alfred Brownell tuvo que huir de Liberia tras ayudar a salvar sus bosques tropicales

En estos 30 años, el premio ha repercutido de manera incalculable en frenar el deterioro del planeta. Hasta la fecha, el Goldman Environmental Prize ha honrado a 194 ganadores de 89 países distintos y ha arrojado luz sobre algunos de los problemas ecológicos más críticos a los que se enfrenta la Tierra. Además de un premio monetario, el Goldman aporta a los activistas una enorme visibilidad internacional para sus causas.

"Son seis seres humanos normales, y a la vez extraordinarios, que nos recuerdan que todos tenemos un papel en la tarea de proteger la Tierra”, afirmó al presentar el veredicto del jurado internacional Susie Gelman, Presidenta de la Fundación Medioambiental Goldman. Los premios fueron entregados a sus ganadores en una ceremonia en San Francisco el pasado lunes, y ayer miércoles tuvo lugar otra con mayor asistencia de público en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos en Washington D. C.

Los ganadores de este año han sido los siguientes:

BAYARJARGAL AGVAANTSEREN (Mongolia), quien ayudó a crear la Reserva Natural Tost Tosonbumba de casi 7.300 kilómetros cuadrados en la parte sur del desierto de Gobi, un hábitat crucial para el leopardo de las nieves, y convenció al Gobierno mongol para que prohibiera la explotación minera dentro de la reserva.

ALFRED BROWNELL (Liberia), abogado medioambientalista que, bajo permanentes amenazas de muerte, detuvo la tala de los bosques tropicales de su país para la plantación de palma aceitera. Su campaña protegió 2.000 kilómetros cuadrados de bosque nativo que constituyen uno de los focos de biodiversidad más importantes del mundo. Vive exiliado temporalmente en los Estados Unidos para poder garantizar su seguridad.

ANA COLOVIC LESOSKA (Macedonia del Norte), que dirigió una campaña durante siete años para suspender la financiación internacional para el plan de construcción de dos enormes centrales hidroeléctricas dentro del Parque Nacional Mavrovo en el país ex yugoslavo que recientemente ha adoptado el nombre de Macedonia del Norte. Gracias a esto, fue posible proteger el hábitat de lince balcánico, un felino que está prácticamente extinto.

Ana Colovic y Alberto Curamil frenaron varios enormes proyectos hidroeléctricos

ALBERTO CURAMIL (Chile), un dirigente de la etnia mapuche, la mayor comunidad indígena de Chile y una de las mayores de América del Sur, que batalló para detener la construcción de dos proyectos hidroeléctricos en el sagrado río Cautín de Chile. Estos proyectos habrían desviado millones de litros de agua todos los días, dañando un ecosistema crucial y agravando las condiciones de sequía. Curamil fue arrestado en 2018 y todavía permanece en prisión. Sus colegas consideran que lo atacaron a causa de su activismo.

JACQUELINE EVANS (Islas Cook) dirigió durante cinco años una campaña para proteger la maravillosa biodiversidad marina de este archipiélago dependiente de Nueva Zelanda. Gracias a su tenaz organización, las Islas Cook promulgaron nuevas leyes (Marae Moana) para administrar y conservar los 1,4 millones de kilómetros cuadrados de territorio oceánico del país y así declarar áreas marinas protegidas alrededor de las quince islas.

LINDA GARCIA (Estados Unidos) es una activista que organizó a la ciudadanía de su estado para detener la construcción de la terminal de exportación petrolera Tesoro Savage en Vancouver (estado de Washington, en el extremo noroeste del país). Al detener la construcción de la terminal petrolera más grande de Norteamérica, García frenó el flujo de 41 millones de litros de petróleo crudo por día desde Dakota del Norte hacia Washington y su posible impacto sobre el entorno natural.