Hemos convocado un día global de acciones por el clima este 20 de septiembre para reivindicar la importancia de afrontar la crisis climática, que amenaza nuestras vidas y el territorio que habitamos. Nuestros primeros recuerdos de infancia, o al menos los más agradables, a menudo están ligados a nuestra tierra, a su naturaleza. Desde el calor andaluz hasta la lluvia gallega, nuestro paisaje nos moldea como personas y, sin embargo, estos paisajes y su biodiversidad están hoy más en peligro que nunca.
Este año 2024, las movilizaciones en España por la preservación de un territorio sano y habitable han explotado a lo largo de todo el país. España es el país de la UE con mayor superficie de espacios naturales protegidos y con mayor biodiversidad. Hay 1843 espacios naturales protegidos, áreas fundamentales para los ecosistemas tanto peninsulares como insulares. Sin embargo, la explotación, acabará con ellas.
Por una parte, como nos indican los científicos, la crisis climática amenaza con la desertificación de dos tercios del territorio, un incremento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos y los grandes incendios forestales, la desaparición de muchas de nuestras playas por la subida del nivel del mar o las olas de calor marinas.
Por otra parte, el crecimiento sin límites de la actividad humana va en detrimento de nuestros paisajes. La explotación de estos, por la agricultura de regadío intensivo, el turismo de masas, el urbanismo descontrolado o macroproyectos de infraestructuras como aeropuertos o museos, amenazan nuestro bienestar y nuestro territorio.
La identidad de nuestro territorio es Doñana, pero la irresponsabilidad política respecto al uso del suelo forestal para agricultura o el robo de agua por pozos ilegales está acabando con el humedal. También lo es el Mar Menor, pero la mala práctica de los fertilizantes eutrofizó la laguna salada, acabando con las especies que allí vivían. Las costas canarias y otros paisajes naturales han sufrido la destrucción sin límite de El Algarróbico. En Madrid, se aprueban leyes ómnibus (2022 y 2024) que modifican las ordenanzas de suelo, para facilitar la inversión privada a costa de la destrucción del territorio, o facilitar la tala de árboles a costa de la calidad de vida de las ciudadanas. Nuestro Pirineo Aragonés cada día está más en jaque debido a las ampliaciones de las pistas de esquí. Los paisajes naturales de la España vaciada son destruidos por macroproyectos, sin producir beneficios para la población, sino para el sector privado.
Hablamos de nuestra identidad, que es única y fundamental tanto para la conservación de la naturaleza española como para la sociedad. Sin embargo, el modelo turístico actual está acabando con ella a base de mercantilizar nuestra cultura y nuestro paisaje. A esto se le suma una presión hídrica y humana insostenible para un territorio con un 75% de desertificación y con una población que ya sufre cortes de agua en periodos de sequía.
"A pesar de la escasez de agua, un bien tan fundamental, los gobernantes no dan respuestas a la altura de la emergencia hídrica. Un ejemplo de esto es lo que pretenden hacer en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, considerada, entre otros, Zona de Especial Conservación para las Aves en la Red Natura 2000 europea. La Fundación Solomon R. Guggenheim, con el apoyo y financiación de las instituciones, pretende construir una ampliación del emblemático museo de Bilbao dentro de la propia reserva. Esto impediría la conservación del hábitat para las especies que allí habitan y establecería un modelo turístico que solo aumentaría la presión hídrica sobre la zona.
¿A quién beneficia toda esta destrucción? Como suele ocurrir en el modelo económico actual, no es a las personas que aquí habitan. Es al sector privado y a las grandes empresas. La misma gente que extrae y destroza sin mirar quién está siendo afectado. Son las mismas empresas que no solo explotan a nuestro territorio, sino que también llevan sus prácticas destructivas a las comunidades y pueblos más vulnerables. Pueblos que están sufriendo en primera línea los impactos del cambio climático y que luchan por la protección de sus derechos y su territorio.
Estas prácticas no serían posibles sin todo un sistema financiero que las apoya, del cual España forma parte. Necesitamos que las grandes empresas y el sector privado cesen sus actividades destructivas en nuestro territorio. Necesitamos que España y los países que tienen responsabilidad histórica en la destrucción masiva del Sur Global, paguen los miles de millones que hacen falta para afrontar la crisis climática en dichos territorios.
Por eso salimos a la calle. Porque no queremos perder nuestros paisajes ni nuestra identidad. Las instituciones deben responsabilizarse, evitando la destrucción de la biodiversidad y apostando por una adaptación justa y sostenible a la crisis climática. No podemos quedarnos sin nuestro planeta. Porque sin él no podemos vivir."
Juventud Por El Clima - Fridays For Future España.
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