El problema de la desaparición de las abejas sigue generando un interminable debate. Mientras la Comisión Europea (CE) lograba la semana pasada el suficiente consenso para prohibir durante dos años en la UE el uso de tres plaguicidas que algunos estudios vinculan con la caída en el número de colmenas, el comité específico creado en Estados Unidos atribuye la mortandad a un virus, la malnutrición o factores genéticos y considera que hay sustancias mucho más peligrosas para los himenópteros que las vetadas en Europa.

La medida apoyada por 15 de los 27 miembros de la UE, entre ellos España (otros ocho gobiernos, con el británico a la cabeza, votaron en contra y cuatro más se abstuvieron) entrará en vigor el próximo 1 de diciembre (finalmente se pospuso su aplicación hasta el verano para permitir la adaptación de los agricultores) y afecta a tres neonicotinoides (sustancias que actúan sobre el sistema nervioso central de los insectos, causando su parálisis y con ella la muerte, pero que resultan menos nocivas para los mamíferos que otros insecticidas).

Los productos cuyo uso se prohibirá durante dos años son la clotianidina, el tiametoxam y el imidacloprid, comercializados en el continente por las multinacionales Bayer y Syngenta y utilizados desde la década de los 90 del pasado siglo como plaguicidas en los cultivos de girasol, colza, algodón y maíz, sobre cuyas semillas se aplican antes de la siembra. Las plantas absorben estas sustancias y las liberan al medio a través del néctar y el polen.

Un informe encargado por la CE a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA en sus siglas en inglés, con sede en la ciudad italiana de Parma) y presentado en enero pasado analizó los efectos de la exposición de las abejas en dosis no letales a los tres productos a través de tres posibles vías: los residuos en el néctar y el polen de las flores de las plantas tratadas, el polvo generado durante la siembra de las semillas tratadas y la savia que las plantas exudan en ocasiones.

Expertos británicos creen que los neonicotinoides causan una mortalidad del 85% entre las reinas

Los especialistas concluyeron que no era "aceptable" seguir empleando estos insecticidas en los cultivos "atractivos" para las abejas melíferas, que no podía excluirse un riesgo para ellas en la simple exposición al polvo y que al menos la savia exudada del maíz tratado con tiametoxam podía tener un efecto "agudo" sobre la salud de estos insectos. Y eso podría no ser todo: los firmantes quisieron subrayar en el documento que no pudieron completar las evaluaciones en todos los supuestos debido a excesivas carencias en los datos disponibles.

Otras investigaciones apuntaban desde hace tiempo en la misma dirección. Científicos de la universidad británica de Stirling expusieron a niveles bajos de imidacloprid (similares a los que se podrían encontrar en el entorno) a abejorros de colonias en desarrollo. Posteriormente, los recluyeron en un espacio controlado durante seis semanas. Transcurrido ese plazo, las colonias tratadas con insecticidas pesaban mucho menos que otras no tratadas —lo que indica que llegaba a ellas menos alimento— y tenían entre un ocho y un 12% menos de habitantes, además de generar un número un 85% menor de reinas, imprescindibles para la fundación de nuevas colmenas.

Por su parte, un equipo del Instituto Nacional de Investigación Agrícola (INRA) francés adhirió al torax de 650 ejemplares unos diminutos dispositivos de radiofrecuencia RFID para seguir sus movimientos y detectó que los insectos expuestos a los neonicotinoides tenían entre dos y tres veces más posibilidades de morir mientras se encontraban fuera de la colonia pues los pesticidas, al dañar su sistema nervioso central, les causaban "fenómenos de desorientación" que les impedían hallar el camino de regreso.

Movilización masiva

Estos dos trabajos, publicados en la revista Science, impulsaron a la CE a encargar el informe a la agencia de salud alimentaria, dando de esta forma respuesta a las demandas de activas campañas de movimientos ecologistas y asociaciones de apicultores secundadas por las firmas de cientos de miles de ciudadanos (solamente la red change.org recogió 361.888 signaturas).

A dichos estudios habría que sumar el de la Universidad de Londres, publicado en Nature el pasado otoño, que señalaba que la exposición combinada a pesticidas como los piretroides y los neonicotinoides era la causa de "graves" efectos sobre la salud de las colmenas en conjunto y de las abejas de forma individual: provocaba el doble de mortalidad entre los abejorros y mermaba su capacidad de recolectar alimentos.

Sin embargo, los especialistas encargados del tema por la administración norteamericana se inclinan más bien por achacar la desaparición de las colmenas a parásitos específicos como el Varroa destructor, los virus asociados a éste, bacterias como la causante de la loque europea (una enfermedad que ataca las larvas y las pupas) y también a la malnutrición debida a cambios en la época de floración de especies como el almendro, así como a factores genéticos: la poca variablidad que impide el surgimiento de nuevas generaciones de animales adaptados a condiciones adversas.

Las autoridades de EE UU culpan del problema a parásitos, virus, hambre o factores genéticos

Los miembros del Comité sobre el despoblamiento de las colmenas (CCD en sus siglas en inglés) conceden que "la exposición de los polinizadores a los pesticidas continua siendo un área de preocupación e investigación, especialmente los sistémicos como los neonicotinoides" pero consideran que otros insecticidas como los piretroides (los más nocivos para insectos y también muy dañinos para la vida acuática) resultan mucho más peligrosos para la supervivencia de las colmenas, llegando a suponer "un riesgo tres veces mayor". Sin embargo, la gubernamental Agencia de Protección Ambiental (EPA) estadounidense considera los neonicotinoides muy tóxicos para las abejas tanto por "contacto" como por "ingestión".

Como era previsible, la industria del sector criticó duramente la decisión adoptada por las autoridades comunitarias europeas. En España, la Asociación de Empresas de la Industria Fitosanitaria (Aepla) calificó como "desproporcionada" la medida y su presidente, Carlos Palomar, manifestó que la misma carece de suficiente "base científica" que la justifique.

Según afirmó, además de los esgrimidos por los defensores de las abejas, existen otros estudios que situan las sustancias temporalmente prohibidas en séptimo lugar entre las posibles causas de la mortalidad de la especie, muy por detrás de "enfermedades y parásitos". Y, advirtió, la decisión afectará gravemente a la cosecha en nuestro país de diversos cultivos, especialmente el maíz y el girasol, cuyas semillas se tratan con neonicotinoides para combatir problemas como el virus del mosaico del enanismo del maíz, que impide el normal crecimiento de la planta.