El consumo mundial de azúcar crece sin parar. Y el 80% del mismo se obtiene de la caña, mientras el 20% restante proviene de la remolacha. El primero es un cultivo asociado con frecuencia con grandes impactos ecológicos y sociales. Un reciente informe de la organización holandesa SOMO ha documentado violaciones de la legislación laboral, contaminación ambiental y acaparamiento de tierras en los países productores. Se trata de una situación insostenible ignorada en muchos casos por las grandes empresas implicadas, a la cuales SOMO exige un mayor compromiso para combatirlos.

SOMO, que se dedica a investigar las actividades de grandes multinacionales, denuncia en su informe vínculos entre la producción de caña y el emergente fenómeno del acaparamiento de tierras (conocido por su nombre en inglés, land grabbing), que causa graves perjuicios a las comunidades que las habitan, como ha sucedido en el estado de Mato Grosso do Sul, en Brasil, donde la población indígena ha perdido gran parte de sus tierras ancestrales, pero lo mismo sucede en otros muchos países de África, América del Sur o Asia.

En una quincena de países se usa la mano de obra infantil para cosechar la planta

Asimismo, el informe vincula la industria de la caña a un elevado impacto ambiental, como la pérdida de hábitats y de biodiversidad, uso excesivo de agua, erosión del suelo, y contaminación de tierras y medio acuático por el uso masivo de agroquímicos. Y denuncia vulneraciones del derecho laboral como la lacra del trabajo infantil, que ha documentado en una quincena de países, e incluso el trabajo esclavo.

Como sucede en otros grandes sectores de la agroindustria, la comercialización del azúcar a nivel mundial está en muy pocas manos. Dos terceras partes, tanto del azúcar en bruto como del refinado, las controlan solamente seis grandes compañías. Sus principales compradores son gigantes de los sectores alimentario y de los refrescos, y también las grandes cadenas de supermercados.

La investigación de SOMO identifica los puntos críticos de la cadena que lleva el producto desde los campos hasta nuestra mesa, que son los que dificultan en extremo que sea sostenible. Y señala como fundamental, en primer lugar, la responsabilidad de los grandes supermercados en la adquisición del producto. En el ámbito holandés, tan sólo una de las cinco principales cadenas cuenta con una política específica respecto del azúcar, de manera que no se adopta ninguna medida para evitar que pueda provenir de países con una producción conflictiva.

Proveedores secretos

De hecho, la opacidad de la industria del azúcar, que raramente se pregunta sobre el origen del producto, es uno de los principales obstáculos para que el producto se elabore de forma justa y responsable. Y en el mismo caso se encuentran los grandes grupos multinacionales de la alimentación. De entre ellos, sólo Coca Cola se ha comprometido a publicar, a partir de 2016, el nombre de sus principales proveedores. La certificación de la producción como sostenible no llega ni al 5% del total global.

Para ilustrar la situación actual, SOMO se ha centrado en el caso de Malaui. El único productor de caña de azúcar de este país de África suroriental es la compañía Illovo Sugar, filial de la Associated British Foods. Se trata del principal productor del continente africano, que lo exporta al mercado mundial.

A través de numerosas entrevistas realizadas a trabajadores y miembros de comunidades locales durante los dos últimos años, el informe holandés dibuja un panorama tremendamente negativo. Jornadas de trabajo semanales sin descanso dominical, sueldos por debajo de la ley, ausencia de libertad sindical, elevada accidentalidad, abusos sobre las mujeres trabajadoras y usurpaciones de tierras, de las que han sido privadas comunidades enteras.

Seis grandes empresas controlan los dos tercios del mercado azucarero mundial 

En India, principal productor mundial de la caña de azúcar destinada a la alimentación (también se cultiva esta planta para producir biocombustibles), la organización Fair Labor Association ha identificado una situación semejante de violación de derechos humanos y laborales.

Pero a pesar de que el consumo de azúcar mundial aumenta imparable año tras año, y con ello la probabilidad que se continúen extendiendo realidades como las citadas de Malaui o India, SOMO recuerda que cada vez es menor la atención que se presta en los medios de comunicación a los problemas ambientales y socioeconómicos ligados a la producción de la caña. Y, como consecuencia, se reduce la consciencia, e incluso el interés de los grandes compradores por el origen del azúcar que adquieren.

En definitiva, se trata de un enorme desafío para el futuro ante el cual este centro de investigación holandés lanza un listado de recomendaciones a las grandes compañías que consumen el edulcorante más empleado en el planeta para fabricar sus productos.

Entre las mismas están comprometerse a obtener suministros con certificación de sostenibilidad, investigar las violaciones de derechos de los agricultores y el impacto ambiental, identificar las plantaciones que se encuentran en el origen de la cadena, verificar el cumplimiento de sus compromisos éticos, actuar para mitigar los efectos negativos de la producción y apoyar a los productores en su esfuerzo para revertir la situación y, finalmente, sacar a la luz los nombres de sus proveedores para que los mismos puedan ser públicamente examinados. Para que el azúcar deje de tener un regusto amargo.