Se pueden comer sus hojas, flores, frutas, semillas y raíces que, además de saber razonablemente bien, están cargadas de proteínas y vitaminas y encima tienen propiedades medicinales. Crece muy rápidamente en todo tipo de suelos y en gran variedad de climas, desde el nivel del mar hasta los 1.800 metros de altitud, y para ello no necesita apenas agua.

Por todas estas razones, la moringa (Moringa oleifera) es considerada por muchos expertos, e incluso por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como un cultivo con “enormes posibilidades” que puede ayudar a combatir los problemas de desnutrición en regiones áridas.

Las hojas de esta especie contienen más proteínas que los huevos o la leche

Bautizada ya como el árbol milagro (y en algunas zonas del este de África como el mejor amigo de mamá), la moringa es una especie procedente de la región himalaya, pero que ya se ha convertido en habitual en todos los trópicos, que puede alcanzar los 12 metros de altura y los 40 centímetros de diámetro del tronco. Desde hace siglos, numerosas comunidades nativas han descubierto sus múltiples cualidades y las aprovechan.

Las cualidades nutritivas de las hojas de moringa (que miden de 30 a 70 centímetros de largo) son excepcionales, entre las mejores de todas las especies vegetales perennes: albergan un 27% de proteínas (más que los huevos y el doble que la leche), cantidades importantes de calcio (17 veces más que los lácteos), hierro (25 veces más que las espinacas), potasio (15 veces más que los plátanos) y fósforo, de vitamina A (10 veces más que las zanahorias) y C (casi el doble que las naranjas).

Esta riqueza energética las hace muy valiosas en países con largas temporadas secas, durante las cuales pueden convertirse en los únicos vegetales frescos disponibles. Las flores, que también son perfectamente comestibles crudas, aparecen precisamente en los periodos de sequía.

Tratamiento de aguas

La semilla, similar al garbanzo y de la que cada árbol puede producir de 15.000 a 25.000 al año, acumula un 40% de aceite, de una calidad similar a la del aceite de oliva (73% de ácido oleico). Puede utilizarse para cocinar, pero también para fabricar jabones, cosméticos y combustible para iluminación. Las vainas verdes, las flores y las semillas (éstas últimas tostadas) también resultan muy alimenticias y se consumen en muchas partes del mundo.

Y además contienen sustancias con efectos beneficiosos para el tratamiento de gran número de dolencias, especialmente dermatológicas. Según sus defensores, diferentes partes del árbol poseen sustancias con efectos anti-inflamatorio, analgésico, activador del metabolismo, antiasmático, anti-anémico, productor de hormonas, estimulador del crecimiento del pelo, protector del hígado, antihipertensivo, hidratante, homeostático, desintoxicante, fortalecedor de músculos y huesos.

Se pueden comer también sus flores, frutos, semillas y raíces y extraer aceite

La lista de virtudes de esta planta es larga: resulta muy útil para la construcción de cercas naturales, sombras y cortavientos, puede proveer de leña y en algunos lugares de la India se fabrica papel con su corteza. Los residuos procedentes de la extracción del aceite se emplean como acondicionadores del suelo o fertilizantes, y podrían tener aplicación como suplementos alimenticios ganaderos. Y las hojas secas resultan de gran utilidad para el acolchado de la tierra en huertos o jardines.

Y aún hay más: diversos estudios científicos han descubierto en sus semillas importantes principios activos coagulantes que pueden resultar muy de gran efectividad en tratamientos de potabilización de las aguas y que se pueden obtener de la semilla triturada o de la pasta que queda tras la extracción del aceite de las mismas.

El ex líder cubano Fidel Castro se ha convertido en uno de los grandes convencidos del futuro de este cultivo, del que dijo hace un año que se convertiría en “fuente inagotable de carne, huevo y leche” para enriquecer la todavía escueta dieta de los habitantes del país, aunque éstos todavía no han podido disfrutar de esos efectos. Sí los conocen en cambio muy bien los konso de las tierras bajas del suroeste de Etiopía, para quienes “sin moringa no hay vida”.