Las decenas de miles de inmigrantes que huyen de la pobreza en México y el conjunto de Centroamérica no serán los únicos perjudicados si el presidente estadounidense Donald Trump logra sacar adelante su proyecto de completar el muro que prometió construir a lo largo de la frontera sur de su país. La infranqueable barrera física entre ambos estados vecinos podría condenar a la muerte a miles de ejemplares de la fauna salvaje, e incluso llevar a alguna especie a la extinción.

En concreto, más de un centenar (concretamente 111) de animales considerados en peligro y amparados por la Ley de Especies Amenazadas que habitan en los estados fronterizos de California y Arizona verían su subsistencia gravemente comprometida de construirse la inmensa valla prometida por el presidente durante la campaña electoral, según el recuento realizado por técnicos del Departamento de Pesca y Vida Salvaje estadounidense.

La lista incluye el puma, el jaguar, el correcaminos y hasta el ave nacional del país

Así, por ejemplo, después de escapar una y mil veces del acecho del coyote en los dibujos animados, el popular correcaminos (Geococcyx californianus) vería terminar bruscamente sus veloces galopadas frente a los barrotes de acero u hormigón clavados en el suelo del desierto donde habita. También el oso pardo, el puma, el jaguar –casi desaparecido al norte de la frontera– o el ocelote –un felino del que apenas quedan 50 ejemplares en el sur de Texas– verían peligrosamente fragmentados sus hábitats, lo que les dificultaría la obtención de alimento y agua y, lo que es peor todavía, impediría el imprescindible intercambio genético que necesitan las poblaciones, especialmente las menguadas, para protegerse de la propagación de enfermedades. Según algunos expertos, la medida afectaría incluso al águila calva (Haliaeetus leucocephalus), el ave nacional de Estados Unidos, que aparece en el escudo del país.

Y para algunas especies resultaría especialmente dramática: es el caso del lobo gris mexicano, del que se estima que quedan solamente unos 100 ejemplares al norte de la frontera y apenas 35 al sur de la misma. Los borregos cimarrones (Ovis canadensis) serían otros de los grandes afectados: "tienen gran presencia a ambos lados y dependen de la libertad de movimientos para mantener su diversidad genética y para recolonizar los lugares donde han sufrido extinciones locales”, explica Clinton Epps, especialista en ecología del departamento de Pesca y Vida Salvaje de la Universidad de Oregón. También el pequeño y escaso mochuelo caburé o caburé chico (Glaucidium brasilianum) –que caza de día– podría desaparecer de la faz de la Tierra por culpa del proyecto de Trump. Algunos de estos animales llevan millones de años transitando libremente por unos territorios que ahora podrían quedar separados. 

Obstáculo ineficaz

De hecho, cerca del 40% de la larga frontera mexicano-estadounidense (que tiene unos 3.200 kilómetros en total, entre el Pacífico y el golfo de México) ya está vallada desde hace muchos años (lo que supone unos 1.200 kilómetros de barrera ya construida). La muralla la empezó a levantar la administración de Bill Clinton en 1994, y fue ampliamente prolongada en aplicación de la Ley de la Valla Segura firmada en 2006 por el presidente George W. Bush (hijo). El proyecto se abandonó en 2009 debido a su elevado presupuesto y su dudosa eficacia.

Porque en esos tramos se ha comprobado que muro no ha logrado impedir el paso de inmigrantes y narcotraficantes –el otro colectivo al que la medida pretendía impedir el paso–. Pero, en cambio, sí se ha mostrado infranqueable para muchos animales, una lista que incluye no solo especies de mamíferos, reptiles o invertebrados que se desplazan por el suelo, sino también de aves incapaces de volar por encima del obstáculo, e incluso de peces y de plantas, en este último caso debido a que algunos de sus imprescindibles polinizadores y sus semillas arrastradas por el viento tampoco logran atravesarla.

También plantas como el saguaro corren peligro al no poder pasar sus polinizadores

La tortuga del desierto, el oso negro, el ciervo del desierto, el bisonte americano y el cuco de cola negra, y en el reino vegetal el impresionante saguaro (Carnegiea gigantea), un cactus que puede alcanzar los 20 metros de altura, son algunas de las formas de vida emblemáticas de la región que ya se han visto perjudicadas y lo podrían ser mucho más en el futuro.

Partir las reservas naturales

“Los seres humanos son buenos en la construcción de túneles y en el uso de drones para esquivar los muros, pero los animales no lo son”, argumenta el biólogo Jesse R. Lasky, de la Universidad Estatal de Pennsylvania, que lleva años analizando el coste que para la biodiversidad está teniendo el muro fronterizo norteamericano.

De completarse la muralla planeada por Trump a lo largo de toda la frontera entre México y Estados Unidos, la misma fragmentaría el territorio de al menos cuatro reservas naturales en el lado norte y un número todavía mayor de espacios protegidos mexicanos. Partiría de facto áreas naturales transfronterizas como las que forman la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto del Altar (Patrimonio de la Humanidad), en Sonora y su contraparte en el lado norte, el Organ Pipe Cactus National Monument, en Arizona; el Big Bend National Park en Texas y el de Maderas del Carmen, en Coahuila; la Reserva de la Biosfera Janos mexicana y el Malpai Borderlands Group estadounidense. Y al hacerlo vulneraría un buen puñado de acuerdos internacionales bilaterales o multilaterales sobre protección del medio ambiente.

Ambos estados se hallan comprometidos a "garantizar la conservación de la diversidad biológica, de los recursos culturales y del equilibrio de los ecosistemas que se comparten a lo largo de la frontera entre los dos países", según tratados como el Convenio sobre la cooperación para la protección y mejoramiento del medio ambiente en la zona fronteriza de 14 de agosto de 1983; el Memorándum de entendimiento sobre cooperación en el manejo y protección de parques nacionales y otros sitios naturales y de herencia cultural protegidos, del 30 de noviembre de 1988, y el Memorándum de entendimiento que establece el Comité Trilateral para la Conservación y el Manejo de Vida Silvestre y Ecosistemas, firmado por ambos países y por Canadá en abril de 1996, entre otros.

Otro impacto ambiental de la construcción –o para ser más precisos, prolongación– del muro por parte de Trump serían las emisiones causadas por la producción y transporte de los millones de toneladas de hormigón que serían necesarios, alerta el profesor Shonil Bhagwat, catedrático de Geografía en la Universidad Abierta del Reino Unido y especialista en biodiversidad y el impacto de las actividades humanas sobre la misma, aunque Trump ya ha dejado bien claro que el cambio climático no es una de sus preocupaciones. La contaminación causada directamente sobre el lugar de construcción y el paso continuo de patrullas de vigilancia en vehículos motorizados siguiendo su trazado también causarían molestias y daños a la fauna y a la flora. Y, por supuesto, a millares de seres humanos que buscan legítimamente mejorar sus condiciones de vida.