Durante medio siglo, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta finales de la década de los 80, una larguísima cicatriz que se prolongaba desde el Ártico hasta el Mar Negro dividió Europa en dos mitades que representaban a los dos bloques ideológicos, políticos y militares que se disputaban la hegemonía mundial, el encabezado por Estados Unidos y el liderado por la Unión Soviética. Era el símbolo más tangible de la Guerra Fría.

Esta frontera férrea, impermeable, marcada por puestos de vigilancia, patrullas, alambradas y campos de minas, fuertemente militarizada a uno y otro lado y de la que el Muro de Berlín fue, pese a representar una fracción mínima del total, el tramo más conocido, sería conocida como el Telón de Acero, una definición empleada por primera vez por el primer ministro británico Winston Churchill que hizo fortuna. Pero en breve, podría ser conocida como el Cinturón Verde.

La franja, de 12.500 kilómetros, atraviesa 24 países y 8 áreas biogeográficas

Porque, precisamente a causa de haber estado cerrada al paso y el uso de las personas durante décadas (se abandonaron los cultivos por los que pasaba la línea y las aldeas situadas en zonas fronterizas fueron a menudo demolidas en el lado oriental) esta estrecha pero a la vez inmensa parcela de Europa conservó de forma notable sus valores naturales. Era lo que en términos geopolíticos se conoce como No man's land (Tierra de nadie) pero, aunque no fueran humanos, tenía habitantes, y muchos.

Sin pretenderlo, los dos bloques militares enfrentados, cuyos arsenales nucleares podrían haber acabado varias veces con la vida en el planeta, se convirtieron en garantes de la protección de la naturaleza. Y, gracias al ominoso telón, en el que murieron muchas personas intentando cruzarlo, hoy se nos ofrece la posibilidad de preservar como un incomparable corredor verde un pasillo de 12.500 kilómetros de longitud que atraviesa los territorios de 24 estados y ocho regiones biogeográficas, desde Laponia a los Balcanes, donde habitan un gran número de especies animales y vegetales amenazadas.

Ya en 1970, las imágenes por satélite mostraban que un oscuro cinturón de bosque maduro se extendía a lo largo de la militarizada frontera fino-soviética. En 1975 se iniciaron las primeras observaciones del estado natural de la franja fronteriza interalemana, realizadas desde el lado occidental, y un estudio ornitológico realizado en 1979 por jóvenes activistas de Bund (Amigos de la Tierra en aquel país) arrojaron datos inesperados: la biodiversidad en la tierra de nadie era muy elevada. En 1989, tras la caída del Muro de Berlín (y del Telón de Acero en su conjunto) se lanzó una propuesta para un cinturón verde de momento alemán.

Oportunidad para la integración 

La iniciativa del Cinturón Verde Europeo nació hace 10 años igualmente en Alemania y asimismo de la mano de Bund y de la BfN, la gubermnamental Agencia Federal para la Conservación de la Naturaleza, que la lanzaron durante la inauguración de la Puerta Oeste-Este, un monumento erigido en la que fuera frontera interalemana, en una ceremonia que presidió el último premier soviético, Mijail Gorbachov, el hombre al que se debe en mayor medida la desaparición del Telón de Acero. Gorbachov impulsa hoy la organización pacifista y ambiental Cruz Verde Internacional. La propuesta se concretó en un encuentro científico internacional celebrado al año siguiente en Bonn (Alemania) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la secundó con entusiasmo.

Desde ese momento no han dejado de ponerse en marcha proyectos de diversas magnitudes en diferentes países que se van articulando para hacer posible el corredor. En 2014 se constituyó en la Conferencia de Slavonice (Chequia) la Asociación Cinturón Verde Europeo, formada por 23 organizaciones de 14 países, que incluyen entidades oficiales públicas y ONG privadas.

Desde un punto de vista organizativo, el cinturón se divide en cuatro grandes áreas: Fennoscandia (la zona escandinava), el Báltico, Europa Central y los Balcanes. Cada una de ellas cuenta con una Coordinación Regional (Bund coordina la zona europea central). Algunos de los países participantes en el proyecto están fuera de la Unión Europea, y en la mayoría de los casos no parece probable que vayan a ingresar en ella a medio plazo. “Pero, pese a ello, es una gran oportunidad para promover la integración europea y la cooperación internacional”, opina Gabriel Schwaderer, director ejecutivo de Euronatur, organización conservacionista germana implicada.

Ya se han establecido 40 parques nacionales y otros 3.272 espacios naturales protegidos

A lo largo de la franja que un día fue sinónimo de muerte y hoy lo es de vida se extienden ya 40 parques nacionales (16 de ellos transfronterizos) y 3.272 espacios naturales protegidos situados en una franja de 25 kilómetros a cada lado del antiguo Telón de Acero, que incluyen parques naturales, reservas naturales, lugares de importancia comunitaria (Directiva Hábitat de la UE), Áreas Especiales Protegidas (Directiva Aves) y reservas de la biosfera de la Unesco. Ahora se trata de conservar los terrenos que enlazan estas zonas teóricamente ya a salvo de la destrucción.

La iniciativa forma parte del plan de Infraestructuras Verdes de la UE, que prevé conectar espacios protegidos mejorando la calidad ecológica de los entornos que los rodean, rurales o urbanos, para aligerar la presión que ejerce sobre el medio un continente tan densamente poblado y urbanizado como el europeo.

Para Schwaderer, todo ello no está reñido con el desarrollo económico de estas zonas, cuyas poblaciones se vieron marginadas (cuando no directamente expulsadas) durante la Guerra Fría. “El cinturón ofrece una gran oportunidad de negocios vinculados con la creación de vías verdes, como alojamientos de tipo bed and breakfast o pequeños hostales y albergues, y otros servicios vinculados con un turismo activo y respetuoso de la naturaleza”. Lo que está claro es que sería imperdonable no preservar el único legado positivo que dejaron 50 años de Guerra Fría y de una brutal división del continente.