Hasta que una normativa europea lo prohibió, los agricultores valencianos se deshacían de la paja del arroz quemándola tras la siega. Grandes y tóxicas humaredas teñían de negro cada agosto el cielo de la Albufera, un parque natural en una zona húmeda que ocupa 21.120 hectáreas de terreno y donde dos tercios de la superficie los ocupan arrozales.

Cuando se les impidió continuar con esta práctica insostenible y altamente contaminante, los arroceros optaron por abandonar y, más tarde, enterrar los rastrojos en el campo. Pero el problema no desapareció, ya que el enterramiento da lugar a una fermentación descontrolada de la paja que libera metano, un gas cuyo efecto invernadero es 23 veces más potente que el del dióxido de carbono.

Ahora, un proyecto impulsado y coordinado por el Instituto Andaluz de Tecnología, con la participación de Ainia Centro Tecnólogico, intentará que la paja de arroz desparezca sin dejar el menor rastro de contaminación y que, además, al tratarla se obtengan biogás y bionutrientes para suelos poco fértiles.

El enterramiento del residuo da lugar a una fermentación que libera metano

Se trata de Sostrice, una iniciativa financiada con fondos europeos del programa LIFE+ y cuyo objetivo es la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por los cultivos de arroz mediante soluciones económicas y sostenibles que incluyan su aprovechamiento energético.

Las Marismas del Guadalquivir, en el Parque Nacional de Doñana, con 35.000 hectáreas dedicadas al cultivo del arroz, y el Parque Natural de la Albufera, con 14.700 hectáreas, son las dos zonas de cultivo asociadas al proyecto.

Se trata de dos espacios con un alto valor natural y que juntos suman más del 50% de la producción arrocera española. Y es en las cercanías del segundo donde ha empezado a construirse el primer prototipo de una planta de digestión anaeróbica para el tratamiento de la paja de arroz.

“Se trata de desarrollar un nuevo modelo de gestión y tratamiento de la paja de arroz basado en tecnologías de combustión (de la paja junto con otros residuos) y digestión anaeróbica (por medio de microorganismos que no consumen oxígeno), con el objeto de convertir este subproducto en energía”, explican desde Ainia.

La paja de arroz se somete a un proceso biológico en el que, en ausencia de oxígeno, unas bacterias la degradan y producen biogás, principalmente metano, que puede depurarse y utilizarse para generar electricidad o calor. El proceso también genera unos residuos ricos en nutrientes, similares al compost, muy apropiados para fertilizar suelos con poca materia orgánica.

La tecnología aplicada permite reducir el consumo de energía, y ahorrar agua y fertilizantes químicos habituales en el cultivo del cereal, a través de la valorización de los residuos y subproductos generados en este proceso. “Se pretende convertir la paja en energía limpia (biogás) que puede ser utilizada en las explotaciones agrícolas de arroz como combustible (biometano), bioenergía eléctrica o en forma de calor”, añaden en Ainia.

Un recurso muy abundante

Se calcula que en el Parque Natural de la Albufera de Valencia se pueden producir anualmente entre 2 y 8 toneladas de paja por hectárea de cultivo de arroz. Es decir, unas 50.000 toneladas al año.

Aunque su valor como combustible es escaso, se trata de un recurso muy abundante, por lo que desde Ainia consideran que las cantidades que se acumulan cada año son más que suficientes para generar energía.

La logística de la recogida no es sencilla. Unas primeras conversaciones con agricultores ya han dado a entender que ese punto será una parte importante del proyecto. También tenemos que estudiar cómo almacenar la paja para conservarla en condiciones y disponible los 12 meses del año”, explica Begoña Ruiz, técnico de Medio Ambiente de Ainia.

El primer prototipo, un modelo piloto, de una planta de digestión anaeróbica diseñada especialmente para el tratamiento de la paja del arroz se está construyendo en la población de Albal, a 12 kilómetros de la Albufera. Aunque las obras no finalizarán hasta abril de 2015, se prevé que la infraestructura esté plenamente operativa ya a finales de año.

El primer prototipo de una planta de digestión anaeróbica funcionará a finales de año

No es la primera vez que se elige la Albufera de Valencia como lugar donde instalar plantas de biogás abastecidas con este residuo agrícola, aunque hasta la fecha no se ha consolidado ninguno de esos proyectos.

Según Ainia, en paralelo a la construcción de la planta piloto se realizarán una serie de pruebas experimentales que incluyen el diseño, construcción y puesta en marcha de los prototipos de valorización de la paja de arroz; el estudio de la influencia de las prácticas agrícolas identificadas en el cultivo de arroz y la evaluación técnica, económica y ambiental de los escenarios identificados con un enfoque ACV (análisis del ciclo de vida).

Además del Instituto Andaluz de Tecnología y Ainia, en Sostrice participan la empresa Ludan Renewable Energy España, que cuenta con varias plantas de biogás en explotación y construcción en nuestro país y que será la encargada de construir el prototipo.

El Centro Tecnológico avanzado de Energías Renovables de Andalucía (CTAER) y el Centro de Innovación y Tecnología Agroalimentaria (Citagro) son también socios del proyecto LIFE+, que tiene una duración prevista de 36 meses, pero también una “vocación de permanencia para poder consolidar los resultados y extender su aplicación más allá de sus horizontes temporal y geográfico actuales”, apostillan desde Ainia.