Cada año es menos habitual encontrar árboles de Navidad naturales en las casas. Los consumidores están optando de forma creciente por los árboles artificiales, más baratos y reutilizables cada doce meses –o menos, porque el periodo navideño es cada vez más prolongado–. Pero todavía hay quien prefiere, siguiendo una tradición noreuropea que no llegó a España hasta bien entrado el siglo XIX, decorar con bolas y luces un abeto o alguna otra conífera viva, que con frecuencia no sobrevive a las fiestas. Después viene el problema de qué hacer con el pobre vegetal, esté vivo, maltrecho o muerto. ¿Qué pasa con los árboles navideños después del 6 de enero?

En Madrid y Barcelona se siguen dos estrategias muy diferentes. En ambas capitales se instalan puntos de recogida de árboles. En Madrid, en cuyo municipio viven 3,27 millones de personas, solamente hay dos, situados en el Parque del Retiro y en la Casa de Campo. Barcelona, de 1,6 millones de habitantes, ha dispuesto este año 224, repartidos por todos los distritos de la ciudad, y en los que pueden depositarse tanto árboles como cualquier otro tipo de ornamento vegetal navideño. 

La capital catalana dispuso 224 puntos de recogida, mientras la española solamente 2

El Ayuntamiento de Barcelona recogió en 2015 en estos puntos 11.358 árboles, un 21% más que el año anterior. Este año solamente ofrece datos del volumen de compost obtenido tras triturar los restos vegetales depositados por los ciudadanos en los puntos de recogida. Han sido 201 metros cúbicos, frente a los 218 del año pasado y los 180 de enero de 2014. Porque en Barcelona, todos los árboles, independientemente de su estado, acaban convertidos en mulching (acolchado natural que protege el suelo vegetal y evita la pérdida de humedad) o abono orgánico para los parques y jardines de la ciudad.

Mientras, en Madrid tan sólo han llegado a manos municipales 149 ejemplares. El hecho de que los ciudadanos tengan que llevarlos personalmente a los dos únicos lugares habilitados no favorece la recogida. El año pasado fueron 143, y el anterior, 66. En 2012 fueron 319, aunque "esta cifra se vio engrosada por una donación masiva de la Escuela de Ingenieros de Montes, que nos entregó todos los que no pudieron vender", explica a EcoAvant.com el subdirector general de Parques y Viveros, Santiago Soria. "La media normal en Madrid es de unos 100 al año", precisa.

De los 149 árboles recogidos, 59 se hallan en buen estado y serán replantados en distintos parques de la capital española. Los otros 90 han salido bastante malparados de los comedores donde han pasado semanas sin riego, a menudo sin luz natural y sufriendo los efectos de la calefacción. Estos otros pasarán una larga temporada en los viveros municipales, hasta tres o cuatro años. Si salen adelante, serán replantados. Si siguen vivos pero no parecen salvables serán entregados a alguna escuela o centro de jardinería para su uso educativo en prácticas de poda o de otras técnicas. Si mueren, se convertirán en compost, detalla Soria.

Sin raíces

¿Por qué los árboles de Barcelona son triturados sin excepción y los de Madrid se llevan a viveros para intentar darles una segunda oportunidad? "La gran mayoría de los que nos llegan han sido cultivados con la finalidad de ser usados en Navidad, y han sido arrancados, por lo que no tienen un sistema radicular completo, o directamente cortados. Sería absurdo intentar replantarlos", argumenta Lourdes Carreras, jefe de Área de los distritos del Eixample y Sants-Montjuïc de la dirección de Espacios Verdes y Biodiversidad del Ayuntamiento de Barcelona.

"Muchos vienen en macetas rellenas de yeso, para que no se tumben, o sobre plataformas planas de madera. Además, aunque llegaran con raíces, han sufrido demasiado debido a las condiciones ambientales que hay en las casas. Y se trata de especies de climas más frescos y húmedos que el nuestro: si los llevásemos a la sierra de Collserola (el gran parque forestal que rodea Barcelona) introduciríamos una especie foránea", prosigue en conversación con EcoAvant.com.

La mayor parte de los árboles de Navidad que acaban en los hogares barceloneses provienen del macizo del Montseny, situado a unos 50 kilómetros al norte de la capital catalana, un conjunto montañoso de enorme biodiversidad declarado en su mayor parte parque natural y Reserva de la Biosfera, cuyos picos llegan a superar los 1.700 metros, y de la vecina sierra de les Guilleries, ambos a caballo de las provincias de Barcelona y Girona.

El macizo del Montseny produce el 90% de los abetos que se venden en toda España 

Allí, en municipios como Viladrau, Sant Hilari Sacalm o Espinelves, se cultivan decenas de miles de abetos y piceas con destino a los comedores navideños. La Feria del Abeto de Espinelves atrae a este pueblo de 200 habitantes a 80.000 visitantes que en diciembre pasado encontraron una oferta de 7.000 ejemplares, tras unos años en que la media de ventas fue de unos 5.000.

De hecho, en estas montañas se cultivan el 90% de los árboles que se venden en el conjunto de España, según Cultivadors d’Arbres de Nadal Associats de Catalunya (CANAC), entidad que agrupa a una treintena de productores que antes de la crisis llegaron a vender un millón de abetos al año, muchos de ellos exportados a países como Francia, Italia, Portugal, Turquía, Eslovaquia o Marruecos, lo que convirtió a Cataluña en el principal productor del sur de Europa. La entidad asegura que sus árboles, de las especies Abies nordmanniana, Abies pinsapo, Picea excelsa y el híbrido Abies masjoanis, se obtienen por medios "100% ecológicos".

¿Por qué en Madrid se recuperan más árboles potencialmente replantables? En la capital de España, según Santiago Soria, "más o menos un tercio se salvan". "Durante mucho tiempo, ha sido tradición en la ciudad comprar los árboles en la Escuela de Ingenieros de Montes, que con la recaudación se pagaban el viaje de fin de curso. La escuela era el gran suministrador, y siempre los vendían con raíces, para poder replantarlos", aporta como posible explicación.

Además, opina, "cada año la gente está más concienciada y sigue las recomendaciones de regarlos, tenerlos cerca de alguna ventana y alejados de la calefacción, por lo que nos llegan en mejor estado". Y el tipo de especies y el clima de Madrid, ciudad situada en el centro de la península y a 600 metros de altitud, hacen posible que los árboles de Navidad tengan una segunda oportunidad para seguir creciendo.

"La mayoría de los abetos de Navidad proceden de producciones controladas y dedicadas precisamente a eso, a ser árboles de Navidad. Donde queda el hueco del árbol vendido otro será plantado. Además hay que tener en cuenta que durante su crecimiento han estado generando oxígeno y fijando dióxido de carbono (CO2), mientras que el árbol de plástico sólo ha generado contaminación. Eso sí, debemos comprar siempre un árbol con raíces, porque es una garantía de que proceden de vivero, y es imprescindible si queremos que tenga una oportunidad de ser replantado tras la Navidad”, defiende el director técnico de la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid, Jesús González Capitán. Los colectivos ecologistas, por su parte, se oponen mayoritariamente al que consideran un dañino "uso de la naturaleza para decorar", en palabras del coordinador de proyectos de Ecologistas en Acción, Theo Oberhuber.