Nueva York avanza más en materia de minimización de residuos. Tras vetar el uso de los envases de poliestireno de un solo uso, ahora le toca el turno a las bolsas de plástico. Después de dos años de intenso debate, a partir del próximo octubre los comercios de la ciudad tendrán que cobrar un mínimo de cinco centavos de dólar (cuatro céntimos de euro) por cada bolsa no reutilizable que entreguen a los consumidores.

El consejo municipal pretende con esta medida, aprobada el pasado 5 de mayo, que los neoyorquinos cambien sus hábitos de compra y lleven a las tiendas sus propias bolsas reutilizables para así reducir el uso de este artículo nada sostenible y evitar el desperdicio de recursos. Según datos del Departamento de Sanidad de la ciudad, más de 9.000 millones de bolsas de plástico de un solo uso son recogidas al año en la mayor conurbación de los Estados Unidos, lo que supone un coste de más de 12,5 millones de dólares (unos 11 millones de euros) para las arcas municipales.

Los consumidores tendrán que pagar también por las bolsas de papel que se lleven

El plástico de las bolsas, un derivado del petróleo, persiste durante siglos en el planeta hasta degradarse totalmente, ensuciando y afeando calles y espacios verdes, además de contaminar los ecosistemas acuáticos a los que llega. Por si fuera poco, bajo la influencia de la luz solar, la acción del oleaje y la abrasión, se descompone lentamente en fragmentos, en muchas ocasiones tóxicos, cada vez más pequeños que son confundidos por los animales por comida. Muchos seres vivos mueren tras ingerirlos, y otros muchos acaban, atiborrados de plástico, en nuestros platos. Entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de basura plástica fueron a parar a los mares en 2010, lo que supone entre el 1,5% y 4,5% del plástico producido mundialmente, según un estudio publicado el pasado año en la revista Science.

No sólo las bolsas de plástico costarán cinco centavos al consumidor: en adelante, éste también tendrá que pagar por las de papel. El gobierno del alcalde Bill de Blasio las ha incluido en la normativa porque también tienen un gran impacto ambiental –consumen recursos naturales y energía– y para evitar que los ciudadanos simplemente cambien el plástico por el papel sin que eso conlleve una reducción del total de residuos generados. "Creo que el comportamiento de la gente va a cambiar de forma rápida", augura de Blasio.

Licorerías y comedores sociales 

El dinero recaudado con el gravamen irá a parar a los bolsillos de los comerciantes. Eso sí, quienes incumplan la ley pasados los seis primeros meses después de su entrada en vigor (del 1 de octubre al 31 de marzo) serán sancionados: las multas irán de los 250 dólares (223 euros) por vulnerar la normativa la primera vez a los 500 dólares (447 euros) para los reincidentes. La ley contempla diversas excepciones: los restaurantes, incluyendo los que sólo ofrecen y sirven comida para llevar, los vendedores ambulantes de alimentos preparados, las licorerías –en Estados Unidos no se pueden exhibir las botellas de alcohol en la vía pública– y los comedores solidarios no tendrán que cobrar, al menos de momento, por las bolsas que entreguen a los clientes.

La nueva regulación no nace exenta de polémica. Algunas voces críticas, provenientes sobre todo de la poderosa industria del sector, lamentan que la cuota suponga una nueva carga para los ciudadanos con menos ingresos. Con este argumento, Novolex, empresa líder en envases de plástico y papel, ha organizado la coalición Bag the Tax NYC para intentar evitar que la medida entre en vigor, una estrategia que ya han utilizado con éxito en otros estados. En la otra cara de la moneda, la senadora estatal Liz Krueger pide el apoyo de los ciudadanos para sacar adelante la iniciativa del cobro, que ya funciona con éxito en un buen número de ciudades y países de todo el mundo.

Bangladesh fue el primer país en vetarlas porque agravaban las inundaciones

 Nueva York se suma así a otras urbes y estados norteamericanos con leyes similares, como la capital federal, Washington, que hace siete años implementó un gravamen de cinco centavos por bolsa de plástico, o California, que las prohibió por completo en 2014. Pero los estadounidenses no fueron los pioneros. Bangladesh vetó ya en 2002 el uso de bolsas de plástico al observar que obstruían los desagües y contribuían a agravar las graves inundaciones que asuelan el país, una medida que también ha sido adoptada por una veintena de países africanos como Ruanda, Gabón, Kenia y Sudáfrica, donde además de provocar inundaciones y contaminar el suelo, el agua y los mares, acaban con el ganado que las encuentra por todas partes y las ingiere accidentalmente.

La Unión Europea pretende armonizar la normativa sobre la materia en los 28 estados miembros. El objetivo es reducir el consumo medio de bolsas de plástico, cuyo nivel de reciclaje es muy bajo: cada europeo utiliza unas 200 de media al año (lo que suma 100.000 millones, una cifra que va en aumento) y el 89% sólo se usa una única vez.

En abril del pasado año, la Directiva 2015/720, que modifica la 94/62/CE, regulaba el consumo de las bolsas de plástico con un espesor de menos de 50 micras (0,05 milímetros). Estas bolsas ligeras constituyen la inmensa mayoría de las empleadas en la UE, se reutilizan con menos frecuencia que las más gruesas y tienden a dispersarse como basura con mayor facilidad debido a su reducido peso. Según establece la legislación comunitaria, los países miembros deberán reducir de forma obligatoria el número de este tipo de bolsas empleado por persona o prohibir que se entreguen gratuitamente en los puntos de venta.