En la última década, las toallitas húmedas desechables se han convertido en un artículo de uso masivo. Resultan útiles en algunas ocasiones, sobre todo cuando no se tiene acceso al agua para lavarse, como pasa en excursiones o en situaciones inesperadas, pero su consumo desaforado es un nuevo problema para el medio ambiente. Al deshacerse de ellas tirándolas por el inodoro se provocan atascos en los sistemas de alcantarillado y las depuradoras, y al no ser biodegradables contaminan las aguas.

El pasado año se vendieron 43 millones de paquetes de toallitas para los recién nacidos en España (las toallitas empezaron a utilizarse para limpiar a los bebés). Pero hoy ya las hay de muchos tipos y para distintos cometidos, pues la publicidad las ha convertido en la solución ideal para limpiar la casa, para desmaquillarse, para la higiene personal, para limpiar muebles o gafas, etcétera.

Cada día se recogen unos 8.000 kg de esta basura en una ciudad de tamaño medio 

El problema de las toallitas higiénicas llega al deshacernos de ellas tirándolas al retrete, ya que no son como el papel higiénico, que se rompe y llega disgregado a las redes de saneamiento. A pesar de que en muchos paquetes conste la palabra biodegrable y desaparezcan al tirar de la cadena, tardan años en descomponerse, por lo que llegan a las depuradoras prácticamente intactas y por el camino provocan grandes atascos al mezclarse con otros residuos, como algodones y bastoncillos.

"Debe matizarse que, si bien y efectivamente son productos biodegradables, este comportamiento se produce tras un determinado tiempo de residencia en el agua, por lo que a los sistemas de saneamiento llegan tal cual se tiran y, debido a las características físicas del producto, con 'gran superficie y poder de absorción', se potencia la posibilidad de que queden atrapadas por cualquier rugosidad del colector, pequeños obstáculos depositados en ellos (piedras, raíces, etc.) o en tramos del colector con poca pendiente o con ángulos pronunciados, o en los propios bombeos de las redes de saneamiento”, detalla la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS) en el documento Manual de buenas prácticas urbanas en sistemas de saneamiento público.

En una ciudad de tamaño medio se recogen cada día unos 8.000 kilogramos de este engorroso residuo, lo que incrementa los costes de mantenimiento de los sistemas de alcantarillado y las depuradoras, según los datos recogidos por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que pretende sensibilizar a la población sobre el problema.

Peor aún, las toallitas también pueden acabar enteras en ríos y mares. El pasado año se duplicó el volumen de residuos de este tipo recogidas en las playas del Reino Unido, con una media de 35 por cada kilómetro de arena, según los resultados de la limpieza anual llevada a cabo por la organización Marine Conservation Society.

Multas de hasta 3.000 euros

“Da igual que algunas marcas aseguren que se pueden tirar por el inodoro. Es una promesa gratuita, ya que, para afirmar esto, sus toallitas no han tenido que superar ninguna prueba. Ante la enorme confusión que reina en torno a sus etiquetas y su biodegradabilidad, lo correcto es tirarlas siempre a la papelera”, detalla la OCU, que pide acabar con la información engañosa sobre la biodegradabilidad y los mensajes publicitarios que fomentan el uso continuado de toallitas: se trata de un producto nada ecológico, pues tienen una vida útil efímera –son de usar y tirar–, se emplean sustancias químicas en su fabricación y los envases, de plástico, no son sostenibles.

El inodoro no es un cubo de basura, y lo que tiramos en él depende en la mayoría de ciudades del sentido común. Menos en Valencia, donde se han incluido en la Ordenanza de Saneamiento Municipal multas de hasta 3.000 euros para quien arroje las toallitas higiénicas al sistema de saneamiento. Para asegurarse de que se cumpla la norma, las autoridades municipales pretenden hacer inspecciones periódicas en la red de alcantarillado.

El tratamiento del residuo cuesta entre 500 y 1.000 millones de euros al año en Europa

Según la Asociación Europea de Empresas de Abastecimiento y Saneamiento (EurEau), el tratamiento de estos residuos en toda Europa tiene un coste de entre 500 y 1.000 millones de euros al año para los ayuntamientos y las empresas de abastecimiento, que salen por supuesto de los bolsillos de los contribuyentes.

En Nueva York se han gastado 18 millones de dólares (16,5 millones de euros) en los últimos cinco años para reparar los daños provocados por los residuos de las toallitas húmedas. El volumen de materiales atascados se ha más que duplicado entre 2008 y 2013. Por ello, las autoridades municipales están abordando el problema con campañas de sensibilización y con un proyecto de ley que prevé prohibir la publicidad de ciertas toallitas higiénicas como biodegradables cuando no lo son.

En Londres, hace un par de años, se encontró en la red de alcantarillado un cuerpo de tamaño similar al de un autobús compuesto por la acumulación de grasa y aceite, toallitas húmedas y otros materiales. Se necesitaron tres semanas para desmantelarlo, según la empresa responsable del tratamiento de aguas residuales, Thames Water.

Para evitar la creación de masas de este tipo bajo nuestros pies, y ahorrar en los gastos que requiere desatascar nuestros laberintos subterráneos, se necesita de un correcto y moderado uso de los productos y una mejor gestión de los residuos por parte de los ciudadanos. Por ello, desde la empresa inglesa recuerdan qué puede ser tirado por el retrete y qué no.