Antes de la invención de la moneda, el comercio se basaba en el trueque, en el 'yo te doy esto a cambio de aquello'. Con el tiempo, el dinero pasó de ser una herramienta de cambio a un fin en sí mismo. Tal vez el trueque vuelva a ser la base del intercambio de bienes y servicios entre los seres humanos en un futuro más sostenible y más justo. Por de pronto, ya hay cada vez más lugares donde se aplica. Son las tiendas sin dinero.

Un buen ejemplo de ello es Ábrete Sésamo, en la calle Noviciado, junto a la plaza de España, en pleno centro de Madrid, un establecimiento que trata de impulsar el consumo responsable. Su impulsora Emanuela, que la puso en marcha junto a su pareja José, afirma que “no es una tienda para ganar dinero, sino para ayudar a los demás en estos tiempos de crisis y dar la espalda al consumismo”.

Ábrete Sésamo, en Madrid, cambia las donaciones por puntos canjeables 

En sus estantes se pueden encontrar artículos de decoración, bisutería, juguetes, música, electrodomésticos, películas, ropa... todo ello procedente de donaciones gratuitas a cambio de las cuales se entregan a los usuarios una serie de puntos -según la calidad y estado de conservación de los productos- que puede canjear por artículos de igual valor llevados por otras personas.

“El desperdicio de unos puede ser el tesoro de otros” es el lema que impulsa el funcionamiento de esta iniciativa, en cuyas instalaciones se organizan actividades que contribuyen al aprovechamiento al máximo de los recursos, como talleres para fabricar jabones naturales, de cosmética natural y de reciclaje de materiales de desecho. Además, la ropa que no logra ser cambiada se dona a una ONG del barrio que, a su vez, y de acuerdo con la misma filosofía, les facilita el espacio para realizar las clases.

Ábrete Sésamo sigue la estela de Adelita, la primera tienda de trueque de la capital española, que funcionó con un método casi idéntico entre 2010 y 2012 en la calle Arenal, junto al Palacio de Gaviria, y donde se podían encontrar ropa, zapatos, libros, música y, en general, "cualquier objeto que estuviera en buenas condiciones". El local se dotó de una agradable terraza y de un huerto urbano y gestionó el envío de donaciones de artículos de primera necesidad a los campamentos de refugiados saharauis del oeste de Argelia. Adelita llegó a tener 1.200 socios implicados en esta experiencia alternativa de consumo.

Orígenes en California

El modelo, inspirado en las free shops nacidas en Estados Unidos (y en concreto, en San Francisco) en los años 60, llegó a Europa en la década siguiente. En Alemania arraigó con fuerza y han llegado a funcionar más de ochenta de estos locales, llamados allí Umsonstladen (traducible también por tiendas gratis). En Francia fue pionero el llamado Magasin pour rien (Almacén a cambio de nada) en Mulhouse, cerca de las fronteras alemana y suiza.

En junio de 2015 abrió sus puertas en París la primera boutique sans argent (tienda sin dinero) en la antigua estación de trenes de Reuilly, cerrada al tráfico ferroviario en 1985 y que desde 2003 acoge a asociaciones de esta zona del suroeste de la capital francesa. Se llama Le Siga-siga y funciona de la misma forma que las anteriormente citadas: se puede llevar ropa, vajilla, pequeños muebles y electrodomésticos, libros, adornos, juguetes, lo que sea, en buen estado, se obtienen unos puntos y con ellos se pueden conseguir artículos aportados por otros usuarios del sistema. Además, se puede tomar una taza de café o té a precio libre (lo que aquí llamaríamos la voluntad).

El proyecto ha funcionado tan bien que el mes pasado tuvieron que anunciar en su web que la tienda era excedentaria en ropa y pedían a sus colaboradores que de momento no llevaran más. Igualmente, y debido a sus problemas de saturación del reducido espacio habilitado para el almacenamiento, informaban de que no podían aceptar ni muebles ni electrodomésticos de gran tamaño, sólo cosas que se puedan transportar a mano, y rogaban a la gente que no acudiera con más de una bolsa de objetos por persona.

En la británica Share se pueden tomar objetos en préstamo durante una semana

En Frome, cerca de Bath, al suroeste de Inglaterra, abrió sus puertas en abril del año pasado la tienda Share (compartir en inglés), la primera iniciativa de este tipo en el Reino Unido. El proyecto, impulsado por la funcionaria local Ana Francis, encargada de temas de energía y reciclaje, cuenta con el apoyo del ayuntamiento monocolor de esta localidad de 26.000 habitantes, que aportó una ayuda de 7.000 libras (casi 8.300 euros) para ayudar a la empresa social Edventure, que gestiona el establecimiento, dar sus primeros pasos en pos de la autosuficiencia.

La tienda, a la que han puesto el sobrenombre de Una biblioteca de cosas, y en la que trabajan una quincena de voluntarios, fue puesta en marcha por un equipo de ocho personas de entre 18 y 30 años de edad, y en ella se pueden tomar prestados por un periodo de hasta siete días artículos de todo tipo -desde un taladro eléctrico a un proyector, de un juego de petanca a un equipo de megafonía... en general herramientas, artículos para el hogar o el ocio- previo pago de una cuota de entre un euro y medio y seis euros, según el tipo de artículo retirado. Un sistema que se basa primordialmente en la confianza.

El objetivo, según sus impulsores, es contribuir a "que las personas gasten menos, generen menos desperdicios y conecten y colaboren más entre ellas", ya que, por ejemplo, "un taladro eléctrico se compra para ser usado con suerte durante quince minutos en toda la vida". En sus tres primeros meses se apuntaron como socios 150 personas. Share pide a sus colaboradores su apoyo, que se puede expresar a través de tres vías: dinero, objetos o tiempo.