Suecia quiere combatir la cultura del usar y tirar. El gobierno del país escandinavo ha propuesto incentivar la reparación de los productos de uso cotidiano para así evitar el derroche de recursos y la avalancha de residuos que provoca el consumismo desaforado. A partir del próximo año, a los suecos les puede salir más a cuenta arreglar un aparato estropeado que comprar uno nuevo. Será mejor para sus bolsillos. Y también para el planeta.

Porque el Ejecutivo de Estocolmo, una coalición entre el Partido Verde y los socialdemócratas, pretende reducir los impuestos relacionados con la recuperación de artículos. Por un lado, quiere bajar el IVA de un 25% a un 12% para las reparaciones de bicicletas, calzado, ropa y textiles para del hogar. La propuesta también incluye medidas preventivas para evitar el deterioro de estos productos. Por otra parte, desgravará del Impuesto sobre la Renta la mitad del importe que se pague por la mano de obra al reparar electrodomésticos como lavadoras, secadoras, hornos, neveras, congeladores, lavavajillas, hornos de microondas e incluso campanas extractoras.

El Ejecutivo aplicará una tasa sobre los productos nocivos en los electrodomésticos

Además de la bajada de precios, el Gobierno también elaborará una campaña de publicidad para animar a los consumidores a alargar la vida de los bienes que adquieran. Considera que, si es más barato reparar, los ciudadanos optarán por comprar menos productos, pero de mejor calidad. De esta forma, se podrá poner freno al flujo interminable de artículos baratos y mediocres que llenan sus vidas, que malgastan materias primas y energía y agrandan las montañas de los vertederos.

La reducción del IVA disminuirá en 270 millones de coronas suecas (unos 27 millones de euros) los ingresos fiscales del Estado para el próximo año, mientras que la desgravación le costará 190 millones de coronas suecas (unos 19 millones de euros). Pero es una inversión de futuro. 

Las pérdidas serán compensadas, con creces, por los ingresos de un nuevo impuesto sobre los productos químicos nocivos en los electrodomésticos. Se espera que esta tasa recaude cerca de 2.000 millones de coronas al año (203 millones de euros). El objetivo es que la tasa contribuya a reducir el gran impacto de estas sustancias, difíciles de reciclar, para el medio ambiente, al incentivar a los productores a disminuir su uso.

Más puestos de trabajo

Las tres propuestas se convertirán en ley a partir del 1 de enero de 2017 si, como todo indica, el Parlamento las aprueba en diciembre. Las mismas forman parte de la ambiciosa estrategia del Gobierno sueco para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que la reparación y el mantenimiento de los productos consumen menos materias primas y energía que la producción de utensilios nuevos y, por tanto, generan menos emisiones.

El Ejecutivo sueco también busca estimular los negocios de reparación con la finalidad de crear más puestos de trabajo en el país, lo que contribuiría a recortar una parte importante de la bolsa de desempleados y generaría nuevos ingresos fiscales para el erario público.

Muchos ciudadanos ya se han sumado a la economía compartida
y al bricolaje

Suecia es un país líder en la lucha contra el cambio climático: ha reducido en un 25% las emisiones de gases de efecto invernadero desde comienzos de los años 90, pero los impactos ambientales del consumo han aumentado. Es por ello que ahora impulsa alternativas al modelo de la economía lineal: la idea es ayudar a los sectores privados y públicos para que faciliten a los ciudadanos un consumo responsable y reduzcan su impacto en el entorno.

Para una parte de los consumidores no es nada nuevo. Muchos ya se han sumado desde hace tiempo a la economía compartida y al renacimiento del bricolaje mediante las instrucciones de tutoriales colgados en Internet o reuniéndose para intercambiar conocimientos con el fin de ser capaces de reparar toda clase de artículos. Los Repair Cafés ya son todo un movimiento a nivel mundial. La iniciativa, puesta en marcha por Mártine Postma en 2009 en Ámsterdam, trata de “conservar los conocimientos de reparación en la sociedad y en pro de productos más fáciles de reparar”. Hoy ya existen un millar repartidos por la geografía mundial y se espera que su número siga creciendo. Porque no podemos comprar un planeta nuevo.