Investigadores del Instituto de Neurociencias de Alicante (centro mixto del CSIC y la Universidad Miguel Hernández) y el Instituto Central de Salud Mental de Mannheim (Alemania) han demostrado que los daños cerebrales producidos por el consumo de alcohol siguen progresando cuando cesa la ingesta.

En concreto, el estudio –publicado en la revista JAMA Psychiatry– muestra que seis semanas después de haber dejado de beber siguen produciéndose cambios en la materia blanca del cerebro. Estos resultados rebaten la creencia de que las alteraciones en el cerebro empiezan a normalizarse inmediatamente después de abandonar el consumo.

“Hasta ahora, nadie podía creer que, en ausencia de alcohol, el daño en el cerebro progresara”, afirma Santiago Canals, experto del Instituto de Neurociencias y coordinador de la investigación.

Para llegar a estas conclusiones, los científicos realizaron resonancias magnéticas a más de noventa pacientes voluntarios internados en un hospital de Alemania para su tratamiento de rehabilitación.

Más de 200 enfermedades y 3,3 millones de muertes

“El grupo de participantes en nuestra investigación está internado en el hospital, en un programa de desintoxicación, y se le controla el consumo de sustancias adictivas, lo que garantiza que no están bebiendo nada de alcohol”, subraya Canals.

“Por tanto, se puede hacer un seguimiento fiel de la fase de abstinencia, un periodo crítico porque las recaídas llevan a cronificar el consumo de alcohol”, añade.

El consumo excesivo de alcohol está en el origen de más de 200 enfermedades y provoca cada año 3,3 millones de muertes en el mundo. De ahí que la detección temprana de los efectos negativos asociados sea un objetivo prioritario.

Ratas alcoholizadas

Para monitorizar la transición de normal a dependencia de alcohol en el cerebro, se ha aplicado paralelamente la investigación en un modelo con ratas Marchigian Sardinian, con preferencia por esta sustancia.

“Este proceso no es posible verlo en humanos, porque en los estudios participan voluntarios sanos y personas con trastorno por abuso de alcohol”, explica Silvia de Santis, del Instituto de Neurociencias, autora principal del trabajo.

“Con el consumo de alcohol se produce un cambio generalizado en la sustancia blanca, es decir en el conjunto de fibras que comunican distintas partes del cerebro”, precisa Canals. Las alteraciones son más intensas en el cuerpo calloso –relacionado con la comunicación entre ambos hemisferios– y la fimbria –que contiene las fibras nerviosas que comunican el hipocampo, estructura fundamental para la formación de memorias–.

Los investigadores de Alicante y Alemania intentan ahora caracterizar los procesos inflamatorios y degenerativos de forma independiente y más precisa, con el fin de entender la progresión durante la fase de abstinencia temprana en personas con problemas de abuso de alcohol.