Nuestro consumo desaforado tiene graves consecuencias para la vida silvestre. Pero hasta ahora no se sabía qué zonas del mundo representan mayores amenazas para ella. Un nuevo estudio, liderado por los científicos Daniel Moran de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología y su colega Keiichiro Kanemoto de la Universidad de Shinshu en Japón, vincula directamente la producción de bienes en un país con su consumo en otro.

Los investigadores han creado una serie de mapas del mundo que muestran los 'puntos calientes' de amenaza para especies en todo el planeta creados por países individuales. Su artículo que describe este esfuerzo ha sido publicado en Nature Ecology & Evolution.

Los responsables del estudio se plantean saber hasta qué punto las compras del consumidor afectan a la biodiversidad y que la sociedad se cuestione, por ejemplo, si la soja utilizada para hacer tofu fue cultivada en campos que fueron tallados en las selvas tropicales, o si una camiseta viene de una zona industrial de un hábitat protegido de Malasia.

Moran y Kanemoto calcularon el porcentaje de amenaza a una especie en un país debido al consumo de mercancías en otro, centrándose específicamente en 6.803 especies de animales marinos y terrestres vulnerables, en peligro de extinción o en peligro crítico, según las definiciones de la IUCN y la organización conservacionista BirdLife International.

 

Importante oportunidad

 

En Brasil, por ejemplo, se le puede atribuir a las industrias forestales con consumo de bienes en EE.UU. la situación del 2% de los sapos amenazados e identificados como vulnerables en el país sudamericano. Cuando se combinan todas las especies en Brasil, este porcentaje de amenaza total puede compararse significativamente con aquellos de otros países que también comercian con EE UU.

El estudio revela estos ‘puntos calientes’ geográficos de amenaza en las selvas meridionales brasileñas, pero además, ha descubierto amenazas menos esperadas en países como España y Portugal en donde un número de especies amenazadas de peces y aves está en peligro.

Morán ha señalado que ver la conexión entre el consumo y el impacto ambiental ofrece una importante oportunidad para que los gobiernos, las empresas y los individuos puedan obtener una mirada informada a estos impactos, para que puedan encontrar maneras de contrarrestarlas. "Una vez que se conozca el impacto ambiental de una cadena de suministro, mucha gente a lo largo de esa cadena podrá actuar, no sólo a los productores", ha subrayado.

"Si la UE quería mirar el papel que juega en los problemas en Indonesia, podrían mirar los mapas producidos por los investigadores y ver qué tipo de impactos crean los consumidores de la UE en el país y así podría decidir ajustar sus programas de investigación o sus prioridades ambientales para centrarse en ciertos puntos de acceso en el sudeste de Asia ─explica Morán─ Las empresas también podrían utilizar estos mapas para saber dónde están sus puntos de impacto ambiental y hacer los respectivos cambios".