La muerte en diciembre de un panda gigante (Ailuropoda melanoleuca) en una reserva natural en China desató la alarma ante la posible expansión de una letal epizootia (epidemia en animales). Los peores temores se confirmaron a principios de enero con el fallecimiento de un segundo animal. A estas pérdidas irrecuperables se suman, por el momento, dos pandas más enfermos (uno de ellos en estado crítico) y otros cuatro que han empezado a desarrollar síntomas compatibles con la enfermedad y que, por ello, están bajo observación.

La dolencia que acaba con ellos es el moquillo, también conocido como distemper o enfermedad de Carré, una infección vírica que provoca fiebre alta, letargo, tos, vómitos, diarrea y pérdida de apetito. Se transmite generalmente mediante el contacto con fluidos corporales infectados, alimentos o agua contaminada. No tiene cura, y en la mayoría de los casos resulta mortal. Por eso es muy importante la prevención. Existe una vacuna eficaz para los caninos, pero no para los pandas, para quienes la enfermedad alcanza una tasa de mortalidad de más del 90%, según los expertos.

La enfermedad causa fiebre, vómitos y diarreas y hoy por hoy no tiene cura 

Mientras intentan salvar la vida de los dos pandas enfermos por medio de medicamentos antivirales, las autoridades chinas han implantado una serie de medidas para evitar que la expansión del virus haga disminuir, todavía más, la exigua población de este animal en peligro de extinción. Por una parte, los cuidadores tienen que pasar controles médicos periódicos y aquellos que conviven con otros animales en sus casas tienen menos contacto con los pandas. Por otra, el Centro de Investigación y Protección de Animales Salvajes de Shaanxi, escenario de la infección, se ha cerrado al público, según la Administración Forestal Estatal (SFA por sus siglas en inglés).

Las autoridades desconocen cómo ha podido llegar el virus hasta estas instalaciones situadas en la parte central del país asiático. Eran el hogar de 25 ejemplares antes de la epidemia y, tras irrumpir la enfermedad, los animales sanos han sido enviados a otras reservas naturales de la zona.

Según denunció el diario chino en inglés China Daily, ocho de los animales –dos de los cuales han muerto– habían sido rescatados de su hábitat por haber resultado heridos y debían haber sido devueltos al bosque tras recuperarse. Sin embargo, en lugar de ello, eran exhibidos en jaulas para generar ganancias por medio de la venta de entradas.  

Éxito reproductivo en 2014

Debido a su situación de peligro, el oso panda o panda gigante es una especie emblemática de la fauna mundial y todo un símbolo en China, único país en el que pueden encontrarse estos animales en estado salvaje, en las provincias de Shaanxi, Gansú y Sichuan.

Ante la disminución angustiosa de sus poblaciones salvajes, el gobierno chino implementó un plan de conservación para la especie a principios de los años 90.

Actualmente, los datos de la Administración Forestal Estatal del país estiman el número de ejemplares en libertad en más de 1.600 individuos, una cifra que supone un incremento en los últimos años, pero considerada aún insuficiente para garantizar la viabilidad de la especie. “La población ha ido en aumento, manteniendo una estabilidad”, afirman con optimismo fuentes gubernamentales. 

El 70% de los pandas salvajes viven en 64 reservas o zonas protegidas –que a su vez son centros de investigación, reproducción y parques turísticos– y que cubren más de 3,4 millones de hectáreas de terreno. Suponen cerca del 60% del hábitat del mamífero.

Sólo quedan en libertad unos 1.600 individuos, todos en China, y otros 394 viven en cautividad

La caza furtiva ha disminuido en los últimos años: las sanciones por cazarlos son mucho más duras e incluyen hasta la pena de muerte. Afortunadamente, el mercado de sus pieles prácticamente ha desaparecido y la medicina tradicional china no propone remedios con ingredientes del cuerpo de este plantígrado.

En cautividad viven otros 394 pandas gigantes, 32 de los cuales nacieron el año pasado. Todo un éxito para los científicos, ya que la reproducción de estos animales en cautiverio se había revelado extremadamente difícil de conseguir.

A pesar de las medidas tomadas para protegerlo, se dibuja un futuro incierto para este animal, que se alimenta principalmente de bambú, por la destrucción de su hábitat en las regiones montañosas como consecuencia del creciente ritmo de desarrollo económico y aumento demográfico de China. Su baja tasa reproductiva (tienen entre una y dos crías cada dos años, y no son maduros sexualmente hasta los cinco-siete, con una vida media de 12 años) y la especialización de su dieta complican las cosas. 

La construcción de infraestructuras, como carreteras y centrales hidroeléctricas, las grandes operaciones de extracción de madera y la extensión de los terrenos dedicados a la agricultura han fragmentado los hábitats de los pandas gigantes, que viven en pequeñas comunidades cada vez más cercadas por los humanos.