El acelerado descongelamiento del Océano Glacial Ártico por el cambio climático es el responsable del largo y frío invierno pasado y de la inusualmente gélida primavera que están sufriendo este año algunos puntos de Europa, Asia y América del Norte. Especialistas y organismos científicos de varios países coinciden en que sus consecuencias están modificando los equilibrios de la atmósfera del hemisferio norte.

La investigadora Jennifer Francis, del Instituto Rutgers de Ciencias Costeras y Marinas de Nueva Jersey (Estados Unidos), fue de las primeras en dar la voz de la alarma: "el hielo marino desaparece muy rápidamente. Hay un 80% menos que hace treinta años. La pérdida registrada es dramática. Es claramente un síntoma del calentamiento global y contribuye a reforzar el calentamiento del Ártico". Para la científica, "es como si aplicáramos una nueva fuente de energía a la atmósfera". Y ello conlleva repercusiones para el clima en todo el hemisferio.

La extensión y grosor de la placa del hielo que se forma y se funde cada año en la región ártica no deja de disminuir año tras año. El pasado otoño alcanzó un mínimo histórico, reduciéndose en un 18%, hasta los 3,41 millones de quilómetros cuadrados, respecto a los datos anteriores, registrados en 2007, que suponían el anterior récord negativo, que entonces fue de 4,17 millones, según los análisis comparativos realizados por el Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo (NSIDC) de Boulder (Colorado, Estados Unidos).

La capa de hielo ártico es hoy un 45% por ciento menos extensa de lo que era en los años 80 y 90, una reducción sin precedentes en la historia humana. Y también es mucho más delgada. Los datos del NSIDC, basados en imágenes tomadas desde satélites a partir de 1979, indican que la superficie marina dejada al descubierto por el deshielo el año pasado equivale a la de Canadá más Alaska.

Julienne Stroeve, investigadora del NSIDC que ha estudiado las condiciones del hielo a bordo del barco Arctic Sunrise de Greenpeace, detalla que "la pérdida de hielo marino estival produjo un inusual calentamiento de la atmósfera del Ártico, lo que a su vez generó impactos en las condiciones del tiempo del hemisferio norte, que pueden dar como resultado fenómenos meteorológicos extremos como fuertes nevadas, sequías, olas de calor o inundaciones". "Muy pocos de nosotros estábamos preparados para la rapidez de los cambios que se producen", admite el director del NSIDC, Mark Serreze.

Corriente en chorro

Los expertos advierten de que, al exponer a la atmósfera extensas zonas de mar anteriormente cubiertas por una gruesa cobertura de agua helada, el calentamiento del Ártico contribuye a la subida de la temperatura tanto en el océano como en la atmósfera, y que ello modifica la dirección de la corriente de aire en chorro polar (una de las cinco que atraviesan la atmósfera terrestre) que discurre a entre 9.000 y 14.000 metros de altura y a entre 320 y 480 quilómetros por hora. Este inmenso río de aire atmósférico, de hasta 200 quilómetros de anchura, gobierna los sistemas de tormentas en el hemisferio norte y con ello es el principal responsable de las condiciones del tiempo en esta mitad del globo.

El 'río de aire' viaja a más de 300 kilómetros por hora por encima de los 9.000 metros de altura

La Organización Meteorológica Mundial define una corriente en chorro como "una fuerte y estrecha corriente de aire concentrada a lo largo de un eje casi horizontal en la alta troposfera o en la estratosfera,  caracterizada por una fuerte cizalladura (diferencia entre la dirección y la velocidad entre dos puntos) vertical y horizontal del viento. Presentando uno o dos máximos de velocidad, la corriente en chorro discurre, normalmente, a lo largo de varios miles de kilómetros, en una franja de varios centenares de kilómetros de anchura y con un espesor de varios kilómetros".

"La subida de las temperaturas está afectando a la corriente de aire en chorro polar y permite que el aire frío del Ártico pueda llegar mucho más al sur. Y la ola más meridional de esta corriente es cada vez mayor. Se sitúa en una posición sin precedentes. Por ello, y como los patrones de cambio son muy lentos, la situación actual, con fenómenos meteorológicos extremos en latitudes medias, puede permanecer durante mucho tiempo", explica Francis.

Vladimir Pethoukov, profesor de Sistemas de Análisis de la Tierra en el Instituto de Investigación Climática de Potsdam (Alemania) coincide en que el descongelamiento ártico está cambiando la dirección de la corriente de aire a gran altura. "El récord de deshielo del año pasado en puntos como la península del Labrador o Groenlandia podría ser una de las razones del desarrollo de anticiclones", que han hecho posibles las fuertes tormentas de nieve y bajísimas temperaturas que han afectado a las islas británicas y el norte de Europa durante las últimas semanas.

Más sequías, inundaciones y tormentas

También Sir John Beddington, principal asesor científico del gobierno británico, vaticina nuevos episodios de rigor climático como los sufridos por su país este invierno y la actual primavera, que contrasta fuertemente con la también inhabitual ola de calor sufrida el año pasado por estas mismas fechas tras otro frío invierno. "Las variaciones en la temperatura y las precipitaciones a las que estamos asistiendo son de hasta el doble de la media. Ello sugiere que vamos a tener más sequías, más inundaciones, más marejadas y más tormentas. Es urgente tomar medidas contra el cambio climático", alerta.

Hace un año, en una comparecencia ante una comisión del Parlamento, la responsable científica de la Met Office (servicio meteorológico nacional británico), Julia Slingo, ya atribuyó al deshielo ártico los inviernos cada vez más fríos y secos que aquejan últimamente a la Gran Bretaña e Irlanda, que coinciden sin embargo con el hecho de que nueve de los diez años más cálidos registrados en las islas desde que se dispone de datos comparativos han tenido lugar desde 2001.

Para Peter Wadhams, jefe del equipo investigador sobre física oceánica de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), la desaparición total de la capa de hielo marino ártica podría producirse en apenas cuatro años: "el colapso final se empezando a producir y probablemente se complete en 2015 o 2016". Las temperaturas en la región se han incrementado en un 10% en una década. Y, según sus conclusiones, el ascenso térmico en la atmósfera generado por el mar calentado a causa de la desaparición del hielo equivale al que causaría la contaminación de veinte años de emisiones de dióxido de carbono.