El mundo está inundado de residuos de plástico. Sobre todo en los países en desarrollo. De hecho, la mayor parte del plástico producido a lo largo de la historia sigue entre nosotros en una u otra forma. Y buena parte de estos residuos acaba en el mar (ocho millones de toneladas métricas al año), formando inmensas acumulaciones que dañan la vida oceánica. El 70% del material que integra las mismas acaba descomponiéndose debido a la acción solar en pequeños fragmentos que se acumulan en el fondo. Pero en realidad todo ese plástico podría ser dinero. Y ya son una moneda valiosa para mucha gente.

Mientras se desperdicia absurdamente un recurso económico cuyo reciclaje puede proporcionar beneficios económicos (además de los ambientales), millones de personas en todo el planeta carecen de recursos para vivir. The Plastic Bank es una iniciativa que combate en paralelo todos estos problemas.

El Banco de Plástico es una empresa social (no es una ONG, insisten sus promotores) que trata de poner en valor esas botellas, envases o bolsas tiradas por calles y campos, evitando que acaben en el mar. De hecho, los convierte en una moneda de cambio. Y con ella ofrece una oportunidad a personas sin recursos de mejorar su situación económica.

The Plastic Bank paga a sus colaboradores con alimentos, ropa o microcréditos 

A cambio del material que recogen e ingresan en el banco, la entidad les retribuye con una moneda social que pueden canjear por alimentos, ropa, o incluso microcréditos por un importe superior al del valor de mercado de la mercancía recogida. Nunca se retribuye el plástico recogido directamente con dinero. Es la vieja fórmula de enseñar a pescar en lugar de proporcionar peces.

“El plástico recuperado se recicla y vende como plástico social a empresas productoras de artículos de este material que así evitan tener que recurrir a nuevo plástico virgen”, explica el cofundador y vicepresidente del proyecto, el ex rockero profesional Shaun Frankson.

Cada año se producen en el mundo unos 300 millones de toneladas de nuevo plástico. Es el que sería necesario para producir 13 billones (13.000.000.000.000) de botellas de medio litro. Y la mayor parte no se recicla. Cientos de miles de personas en el mundo pobre rebuscan entre los montones de basura para recuperar una parte, por la que suelen recibir cantidades míseras de dinero. La parte que se recupera y recicla es ínfima.

En sus viajes por el mundo, el emprendedor canadiense David Katz se vio impactado por la contemplación de costas cubiertas de residuos en lugares como México o Filipinas. Y se planteó cómo se podría afrontar este problema. El resultado es The Plastic Bank, para cuya creación vendió la lucrativa empresa de seguimiento por GPS que había fundado 10 años antes.

Más valioso que el acero

Los residuos plásticos para reciclaje están sujetos a los vaivenes de un mercado voluble. El Banco de Plástico, con sede en Vancouver (Canadá), ofrece a los recuperadores una tasa de cambio fija. Lo puede hacer gracias que ha conseguido precios estables para su plástico social de fabricantes como Lush Cosmetics, a los que no está vendiendo solamente una materia prima barata, sino también la posibilidad de contribuir a la lucha contra la pobreza. El banco intenta dar prioridad a empresas con una trayectoria acreditada de responsabilidad social y que produzcan o utilicen materiales ecológicos.

Cada tipo de plástico es clasificado en el primer centro abierto por la entidad el año pasado en Lima (Perú), una ciudad donde apenas se recupera el 2% del plástico que se consume. El centro dispone de una trituradora para convertir los envases en materia prima. Después, se busca al mejor destinatario para el material resultante. “Porque, libra por libra, el plástico es más valioso que el acero”, señala Katz.

“Cuánto más plástico recojan, más podrán salir de la pobreza. Y más plástico será eliminado de nuestros cursos de agua" y “cuando los consumidores comiencen a exigir el uso de plásticos reciclados procedentes del océano en los productos que compran, el valor de los plásticos del mar aumentará. Cuanto más podamos aumentar el valor de los plásticos del mar en todo el mundo, menos plástico será tirado en el medio ambiente”, resume Katz las ideas motrices del proyecto.

Los impulsores instalarán impresoras 3D que utilizarán el plástico reciclado

Gracias a la eficaz labor de difusión de Frankson, antes incluso de haber recuperado la primera botella en Lima, el Banco de Plástico tenía ya más de 500.000 seguidores en Facebook y más de 100.000 en Twitter, y había aparecido en más de 200 artículos de prensa en 25 países, incluidos algunos de los medios de comunicación más influyentes del mundo, como la BBC, Forbes o el Huffington Post. La financiación corrió de los propios bolsillos de los cofundadores, de algunos mecenas particulares y de una iniciativa de micromecenazgo a través de internet.

Como próximos objetivos, el Banco de Plástico está a punto de inaugurar su segunda sucursal en Haití y Katz sueña con abrir tantos como sea posible en ciudades portuarias del mar de la China Meridional, donde ha detectado una verdadera “catástrofe” en materia de vertidos de plásticos al océano. Indonesia, India y la costa africana serían los siguientes destinos si se consigue el dinero necesario.

Asimismo, la pareja de emprendedores se plantea la instalación de impresoras 3D en sus centros de reciclaje que podrían utilizar el plástico recuperado como materia prima. Los recicladores podrán comprar con su moneda tiempo para utilizarlas. Así, tendrán la capacidad de producir productos nuevos que vender en sus propias pequeñas empresas. O pequeños artículos necesarios para sus comunidades, como filtros para el agua.

Para ello se trabaja ya en una primera versión del Plastic Bank Extruder v1.0, un dispositivo de extrusión de plástico reciclado procedente del mar. Se trata de una tecnología de libre acceso que, según el profesor asociado de Ciencia de los Materiales e Ingeniería de la Universidad Tecnológica de Michigan (Estados Unidos) Joshua Pearce es “del más avanzado nivel” en este campo. Además, el plástico del mar extruido podría venderse directamente a los fabricantes de envases. Porque no es basura. Es dinero.