La caza de ballenas se remonta a tiempos prehistóricos –cuando las comunidades costeras cazaban ballenas varadas para su subsistencia–, sin embargo, no fue hasta el pasado siglo, con la modernización de la pesca mediante la introducción de los avances tecnológicos y químicos, que la población global de cetáceos descendió drásticamente.

Con el objetivo de velar por la conservación de las poblaciones de grandes ballenas (hay 13 especies así consideradas entre las que se incluyen la ballena azul, el cachalote y la ballena jorobada) y la viabilidad de la industria ballenera se creó el 2 de diciembre de 1946 la Comisión Ballenera Internacional (CBI). Cabe destacar que la CBI no regula las capturas de las especies de ballenas más pequeñas como los delfines y las marsopas que también son miembros del mismo orden zoológico cetacea.

Noruega, Islandia y Japón pueden seguir cazando ballenas pese a la moratoria

Debido a su delicada situación, en 1982 la CBI determinó el fin de la caza comercial de ballenas con una moratoria internacional que se hizo efectiva en la temporada 1985-1986. La moratoria no afecta a la caza con fines de subsistencia aborigen, considerada como parte de la cultura de los pueblos, que es permitida en Dinamarca –en Groenlandia, pescan ballenas de aleta y de minke–, en Rusia –en Siberia, ballenas grises–, en San Vicente y las Granadinas –se cazan ballenas jorobadas– y en los Estados Unidos –en Alaska, se capturan ballenas de Groenlandia y ocasionalmente, frente a las costa de Washington, ballenas grises–.

Asimismo, también queda fuera de la moratoria la pesca de estos grandes cetáceos si es con objetivos científicos. El derecho a utilizar estos permisos ya consta en el artículo VIII de la Convención de 1946. Las autorizaciones son emitidas por los estados miembros, que toman la decisión final tras presentar la propuesta a la Comisión. Este derecho predomina sobre cualquier otro de la normativa, incluida pues la pausa y los santuarios, unos parques nacionales submarinos o zonas protegidas donde las ballenas y otras criaturas marinas están protegidas de las acciones humanas y sus amenazas (actualmente existen el del océano Antártico y el del Índico).

Por tanto, en la práctica, los países pueden seguir cazando ballenas con fines de lucro sólo que lo hacen arguyendo razones científicas. Antes de la aprobación de la moratoria, más de 100 permisos fueron emitidos por varios gobiernos como el de Canadá, Estados Unidos, la Unión Soviética y Sudáfrica. Hoy disfrutan de ellos Noruega, Islandia y Japón.

La batalla de los ecologistas

Japón ha cancelado su caza anual de ballenas de la Antártida por primera vez en más de un cuarto de siglo, de acuerdo con el fallo judicial de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emitido el pasado 31 de marzo. “La Corte concluye que los permisos especiales concedidos a Japón para matar, capturar y comerciar con ballenas en el marco del programa JARPA II no tienen fines científicos”, detalla la sentencia. Por ello, se prohíbe –por 12 votos a favor y cuatro en contra– el permiso actual y la concesión de nuevos. Una decisión contra la que no es posible recurrir.

El órgano judicial principal de la Organización de las Naciones Unidas ha considerado así que el II Programa Japonés de Investigación sobre Ballenas en la Antártida bajo Permiso Especial (JARPA II, por sus siglas en inglés), que habilitaba a los japoneses para hacer estudios sobre el ecosistema antártico y las poblaciones de ballenas –lo que permitía su caza– era una actividad comercial disfrazada de ciencia.

Japón prepara una nueva "investigación" para volver a pescar en el Antártico en 2015

Los jueces han considerado que la elección del tamaño de las muestras de cetáceos –850 ejemplares para las ballenas minke, 50 de ballenas de aleta y 50 de ballenas jorobadas– no se ha hecho por objetivos científicos. Por su parte, Japón no ha podido argumentar por qué aumentó el tamaño de las muestras en relación a la primera fase de su programa científico ni por qué añadió más especies. “En los últimos 20 años unas 10.000 ballenas han muerto a manos de los balleneros japoneses supuestamente para fomentar la investigación sobre estos cetáceos”, denuncia Greenpeace.

Las autoridades niponas han considerado el fallo de “lamentable y profundamente decepcionante”, mientras que en Australia y Nueva Zelanda –países demandantes– muestran su satisfacción. Una alegría compartida con la organización ecologista Sea Shepherd, la única que lleva años luchando contra la caza de ballenas in situ, enfrentándose a los balleneros japoneses en aguas del océano.

"La CIJ ha adoptado una postura justa en el lado correcto de la historia con la protección de las ballenas del Santuario de Ballenas del océano Austral y el vital ecosistema marino de la Antártida, una decisión que impacta a la comunidad internacional y a las generaciones futuras", afirma el Capitán Alex Cornelissen de Sea Shepherd. No obstante, los ecologistas no bajan la guardia y ya han anunciado que tendrán los barcos preparados para volver al Antártico en diciembre de 2014 por si Japón ignorase el fallo.

Por su parte, el Instituto de Japón de Investigación de Cetáceos (ICR, por sus siglas en inglés) ha hecho pública su intención de volver a cazan ballenas en el océano Austral para la temporada 2015-2016 con un programa de "investigación" de nuevo diseño. El de la pasada temporada, el que ahora ha sido cancelado, le permitió pescar 251 ballenas, más del doble que el año anterior aunque sólo una cuarta parte de la captura prevista. De momento, mantiene su campaña de captura de ballenas con supuestos fines científicos en el Pacífico Norte, mientras la demanda de carne de la población nipona no deja de caer.