El delegado del Govern catalán en las Terres de l'Ebre, Xavier Pallarès, ha afirmado que por el momento no se actuará sobre los toros salvajes que viven en la Illa dels bous del río Ebre y descartó sacrificar a los ejemplares, a la espera de nuevos informes que aporten "soluciones menos traumáticas", explicó la administración autonómica en un comunicado.

Las primeras conclusiones de los trabajos técnicos de la Conselleria de Territorio y Sostenibilidad y de la de Agricultura, Ganadería y Pesca recomendaron hace unos días el sacrificio de aproximadamente la mitad de los ejemplares en peor estado de salud.

“Ponemos el freno. No sacrificaremos a ningún animal, paramos las máquinas y pediremos más informes. La solución que aportábamos la semana pasada ha generado mucho revuelo y rechazo por parte de animalistas y taurinos. De momento, hemos decidido mantener los toros de la manera que están en la isla", manifestó el delegado.

"Tenemos margen para poder plantearnos la mejor solución, porque las lluvias han permitido regenerar la vegetación y de momento los animales pueden sobrevivir", dijo Pallarès durante su presidencia del primer consejo de dirección de 2017, explicó la delegación territorial del Govern en un comunicado.

Espacio protegido

La ley especifica que los animales salvajes no pueden ser trasladados de su hábitat natural porque no se puede garantizar su trazabilidad y se teme que puedan propagar enfermedades, y el Govern afirma que estudiará todas las posibilidades para conseguir mantener la estabilidad medioambiental y animal en este espacio natural, que no se encuentra superpoblado.

En el verano del 2012, las imágenes de cinco esqueletos de toro aparecidas en algunos medios revelaron el abandono que sufría una manada de una quincena de ejemplares que resistían en el islote, situado en el tramo final del río Ebro, entra las localidades de Tortosa y Amposta. La Generalitat se comprometió entonces a sacar a los animales del lugar cuando estuvieran más recuperados, pero cuatro años más tarde siguen allí, sobreviviendo subalimentados solamente gracias a la ayuda de algunos voluntarios que les llevan comida desde el pasado otoño, cuando un piragüista que se acercó a la isla denunció el hallazgo del cadáver de un ternero.

Toros y vacas habitan en la Illa dels Bous (de los bueyes, o los toros, en catalán) desde la década de 1940, cuando trabajaba en la isla un ganadero, y acabaron dando nombre e identidad a un terreno fluvial sin presencia humana fija. Hacia 1995, la catalogación de la isla como espacio del Plan de Espacios de Interés Natural (PEIN) obligó al último propietario a desalojarlos, pero el Parque Natural del Delta de l'Ebre aceptó que se quedara alguno para controlar el crecimiento del sotobosque. La vegetación del mismo ya no da para mantener su población, y su situación es dramática.