Ann Werner ha elegido pasar sus vacaciones en España. Esta profesora de inglés de Kassel (Alemania) confiesa que no tiene demasiado interés en tumbarse al sol en la playa o menos aún, apuntarse a un circuito turístico. A sus 34 años, lo suyo, declara por teléfono, es conocer de primera mano cómo se vive en una granja, a ser posible ecológica.
Aunque Galicia es el primer destino de su viaje, Ann tiene previsto hospedarse en tres fincas rurales de diversos puntos del país y aprender todo lo que pueda sobre agricultura orgánica, permacultura y modelos de vida autosuficiente.
Como ella, miles de jóvenes de todo el mundo, con cierta motivación medioambiental y poco presupuesto, se lanzan cada año a viajar y a pasar parte de su tiempo en granjas y fincas ecológicas. A cambio de colaborar en las actividades cotidianas, reciben comida –casi siempre procedente de los propios huertos–, techo –una veces es una casa, otras puede ser una yurta, una caravana, una tienda de campaña o el trailer de un camión– y, sobretodo, una experiencia en primera persona de inmersión en el mundo rural, repleta de oportunidades de aprendizaje.
Todos ellos practican woofing, anglicismo que deriva de las siglas WWOOF (Word Wide Opportunities on Organic Farms o Red Mundial de Oportunidades en Granjas Orgánicas).
Se trata de una iniciativa que nació en el Reino Unido a principios de 1970 para que aquellos que emprendían la aventura de la agricultura ecológica pudieran adquirir conocimientos prácticos. Lo que empezó como una propuesta de fines de semana de trabajo en parcelas de cultivo del sur de Londres (Working Weekends on Organic Farms) fue creciendo y derivando a una práctica de voluntariado que ha generado su propio sistema de funcionamiento, al que se han ido sumando proyectos de unos 60 países.
Hay organizaciones WWOOF en todos los continentes y cada filial informa de la oferta disponible: ubicación, tipo de granja, cuántas personas acepta, si se admiten niños, cuántas horas de trabajo y por cuántos días puede prolongarse la estancia.
No hay contratos, ni dinero, entre woofers y anfitriones. El único desembolso económico es la inscripción anual en la web, que varía entre los 20 y los 30 euros y que permite establecer contacto con los productores que buscan mano de obra huésped.
Woofing en España
En nuestro país se puede elegir entre 275 destinos donde pasar unos días o una temporada en contacto con la tierra, practicando woofing. Hay desde granjas y huertos familiares a cooperativas, hoteles rurales, centros de terapias holísticas, colectivos autogestionados y empresas agroalimentarias.
La mayoría son fincas pequeñas y medianas que no sólo comparten su compromiso con la agroecología, sino que se destacan por su apuesta por un modelo de vida sostenible, en las que suelen utilizarse fuentes de energía renovables, como cocinas solares o placas fotovoltaicas para calentar el agua y donde se separan los diferentes tipos de residuos para hacer reciclaje y aprovechar la materia orgánica como abono.
Ann eligió Tanquián, en Lugo, una finca de 5,5 hectáreas de extensos prados, huertas, campos de frutales y viñedos rodeados por un bosque de robles atravesado por un riachuelo, en la Ribera Sacra de Pantón, a pocos quilómetros de los cañones del Sil, del Miño y del Cabe. En plena Galicia de los pazos, los monasterios, las iglesias románicas y los castillos.
"Me decidí por este lugar porque lo vi en la web y me pareció que tenía buena pinta. Y así ha sido" detalla Ann Werner, poco antes de que empiece su jornada de seis horas –con una larga siesta en medio– a las 10 de la mañana –otros días, antes– tras un desayuno comunitario en cuya preparación ha tomado parte.
"Antes de venir aquí –explica Ann Werner– mi única experiencia sobre cultivos se limitaba al huerto de mi madre. Tenía muchas ganas de aprender sobre métodos y técnicas agrícolas y tenía claro que quería hacerlo en una granja ecológica que no utilizara productos químicos".
"Es una mezcla de trabajo duro y trabajo ligero"– continua Werner. "Hacemos de todo un poco, desde quitar malas hierbas a recoger fruta y verdura, preparar hierba seca o heno para forraje" detalla en un envidiable español. "A cambio, ahora sé un poco sobre trabajos muy diversos y me iré muy contenta con lo que he aprendido en estas dos semanas", añade.
Intercambio cultural
Antes que Ann, más de 300 personas, procedentes de países como Estados Unidos, Australia, Bulgaria o Japón, han pasado por esta finca gallega centrada en la producción ecológica de frutas y verduras y la elaboración de conservas, especialmente mermeladas y siropes.
Los anfitriones y dueños de la propiedad son Emmely Föhring y Paul Baker, una familia anglo-alemana con tres hijos que comparte la vida con un caballo, un perro, un burro y varias gallinas y gatos.
"Nos mudamos a esta tierra con la idea de crear un futuro en armonía con la naturaleza para nuestros hijos y desde hace 15 años nos gusta recibir a gente para intercambiar con ellos todo lo que hemos ido aprendiendo a cambio de su ayuda", explica Emmely.
Desde marzo hasta octubre, los voluntarios son bienvenidos en Tanquián por un espacio máximo de dos semanas. En la casa se hablan cinco idiomas: inglés, español, gallego, alemán y danés, así que no es de extrañar que el grueso de los visitantes sean extranjeros.
"Este no es un lugar para pasar unos días en plan relajado", advierte Emmely. "Por eso, y para evitar problemas en la convivencia, preferimos alojar exclusivamente a gente que está adscrita a WWOOF y a Help Exchange" –otra red de voluntariado más generalista y que abarca todo tipo de opciones turísticas dentro del intercambio–. "Buscamos personas motivadas y que se tomen en serio la experiencia", deja claro. Y las encuentran. No hay plazas libres hasta después del verano.
"Para nosotros", añade Emmily, "recibir a nuestros huéspedes no es sólo contar por un tiempo con ayuda extra, en forma de mano de obra. Ellos son como una ventana que nos conecta con lo que está pasando en países muy alejados de donde vivimos. Además de su experiencia, nos aportan inspiración y una conexión con la escena alternativa global. No viajamos mucho, pero el mundo viene a nosotros a través de ellos", reflexiona.
Arar en vacaciones
Pasar el tiempo de descanso trabajando en una granja ecológica a cambio de techo y comida es una opción de turismo barato en auge. Diversas redes internacionales la hacen posible
Lunes, 30 de julio de 2012