El coche ha sido desde su invención –pero especialmente desde su popularización tras la Segunda Guerra Mundial– algo más que un medio de transporte. Significaba la libertad de desplazamientos sin límites, la entrada en el mundo adulto –hasta hace bien poco los jóvenes deseaban llegar a los 18 años para “sacarse el carné”– y también uno de los símbolo más icónicos de estatus social.

Cabalgando sobre estos mitos –en gran parte difundidos por la publicidad y el cine– el coche transformó nuestro planeta durante la segunda mitad del siglo XX. Millones de kilómetros cuadrados de tierra asfaltados en forma de carreteras o aparcamientos, enormes fábricas de la automoción y auxiliar que modificaron gran parte de las relaciones laborales, minas y pozos petrolíferos que generaron no pocas guerras y golpes de Estado, la generalización del crédito personal y el estallido del negocio bancario...

Pero parece que esta relación de amor posesivo con el coche está llegando a su fin, según reconocen los propios fabricantes de automóviles. Éstos se muestran “altamente preocupados” por un fenómeno que ya está generalizado en todos los países occidentales.

Los fabricantes de automóviles están preocupados ante el cambio de tendencia

En Alemania, sede de industrias como BMW, Volkswagen y Daimler Benz, un estudio elaborado el año pasado por una universidad privada entre los alemanes menores de 25 años alertaba que, para un 35% de ellos el coche es un medio de transporte más, sólo el 4% preferiría tener coche propio a irse de casa de los padres y un escaso 18% invertiría sus ahorros en un automóvil. En 2012 los menores de 29 años fueron sólo el 7% de compradores de coches de primera mano en el país. Una década antes representaban el 15%.

En Estados Unidos, donde se ha creado toda una cultura alrededor del vehículo privado, un amplio estudio realizado por Frontier Group y US PIRG –dos think thanks ligados a la industria automovilística– aseguraba en 2012 que “el coche ya no es símbolo de libertad”. Según este mismo informe, entre 2001 y 2009 el número de conductores menores de 34 años disminuyó un 23% y este grupo de población incrementó un 40% sus viajes en transporte público y un 24% la compra de bicicletas. Entre 2000 y 2010 la cifra de jóvenes entre 14 y 34 años sin carné de conducir subió del 21% al 26%.

En España no existe ningún estudio igual, pero el censo de conductores que elabora la Dirección General de Tráfico (DGT) muestra como desde 1980 a 2012 los jóvenes de entre 18 y 24 años con permiso de conducir ha caído del 20 al 8%. Y en el tramo entre los 25 y los 44 años del 59 al 45%. Conducir es, ahora mismo, cosa de viejos.

Y esto es un dato que preocupa hasta un 54% de los altos directivos de la industria automovilística en todo el mundo según una encuesta reciente de la consultora KPMG. “Los nacidos entre 1980 y 2000 parecen menos interesados en adquirir bienes tradicionales como casas y coches. Prefiere comprar teléfonos móviles, dispositivos tecnológicos y ropa”, alerta en sus conclusiones.

Nuevos hábitos de consumo

Pero, ¿por qué los jóvenes dan la espalda de esta forma a un producto que para sus padres era tan importante? Naturalmente un cambio de esta magnitud sólo es posible por múltiples y variadas causas.

La primera de ellas es el aumento de población urbana, que ya supone la mitad a nivel mundial y el 75% europeo. En las grandes ciudades el coche pierde ventaja competitiva frente a otros medios, como el transporte público o la bicicleta. En desplazamientos intraurbanos la distancia habitual recorrida es de tres kilómetros a una velocidad media entre 15 y 25 kilómetros por hora. Con estos datos, el metro, la bicicleta o incluso caminando se es más eficiente. Y esto sin hablar de problemas de aparcamiento, impuestos o restricciones varias.

En este entorno el coche es percibido como un engorro, caro y problemático, difícil –o caro– de mantener y que, además, “ya no es símbolo de estatus, ya que hay demasiados coches, por todas partes: son como el agua del grifo”, asegura el sociólogo alemán Andreas Knie. Según su tesis, lo que antes significaba prosperidad hoy es “una antigualla”.

También hay motivos medioambientales y de salud, con un consumidor que cada vez se fija más en estos ítems. En EE UU ya hay analistas que anuncian el “fin de del automóvil” y entre los principales argumentos que encuentran sus conciudadanos para abandonar este medio se encuentran los daños ambientales, los dolores de espalda y cuello, la obesidad y la depresión.

El alquiler y el consumo colaborativo son dos alternativas en auge potenciadas por la Red

“Si tienen que elegir, los jóvenes prefieren otras cosas, sobre todo ropa y tecnología móvil”, se analiza desde la Fundación Creafutur, especializada en avanzarse a las tendencias de consumo. Los móviles inteligentes, el éxito en las redes sociales o la ropa han desplazado el coche a la hora de crear una personalidad en los jóvenes que los haga sentirse valorados o escuchados. En este sentido, las nuevas tecnologías portátiles –perfectamente compatibles con el transporte público– simbolizan mucho mejor los conceptos actuales de libertad y comunicación.

Además, Internet está suponiendo una herramienta clave para la revolución del consumo que afecta de forma especialmente profunda al coche, sobre todo si no existe ningún tipo de relación afectiva entre el vehículo y su propietario.

Las nuevas modalidades de alquiler y el consumo colaborativo están permitiendo acceder a las ventajas de tener un coche sin casi ninguno de sus inconvenientes, aunque esto suponga, claro está, que sean precisos muchos menos vehículos que cuando cada familia tenía al menos uno.

En algunas ciudades del norte de Europa ya existen servicios de alquiler que funcionan exclusivamente mediante el móvil. Una aplicación permite saber en qué calle está aparcado el automóvil más cercano que se abre y enciende con el mismo teléfono. Así, se tiene un coche a disposición siempre que se necesita y no es necesario ni tan siquiera llevarlo consigo: se puede ir a cenar en metro y volver en coche a un precio mucho más económico que el taxi.

Otra alternativa en auge son las páginas webs de viajes compartidos. Mediante un sencillo formulario se pueden poner de acuerdo uno o más viajeros y compartir el precio de gasolina y peajes y además evitar viajar solo. La web líder en este sector, Blablacar tiene más de seis millones de usuarios registrados de 12 países. Su éxito es tal que la compañía de autobuses que cubre la línea entre Zamora y Salamanca la ha denunciado por “competencia desleal”. La medida puede parecer una locura, pero California prohibió el uso de coches compartidos durante años –hasta legalizarlos de forma regulada en 2013– por presiones de las organizaciones de taxistas.

Pero si está tendencia persiste no deberán preocuparse sólo los taxistas o compañías de autobuses, sino algunas de las industrias más poderosas del planeta.