La lucha contra la invasión del caracol manzana que se extiende por el delta del Ebro desde 2009 cuenta con un nuevo aliado inesperado. En un ejemplo de como, si se le da tiempo para ello, la naturaleza suele acabar encontrando la manera de restablecer los equilibrios rotos por la acción humana, un ave que hasta hace 15 años no se había establecido en la zona se ha revelado cómo un activo depredador del molusco, considerado una de las 10 especies dañinas más difíciles de erradicar del planeta.

Hasta ahora, los encargados combatir la plaga habían probado con echar sal, saponina e incluso cal viva a los canales o sus desagües, colocar trampas-barrera en los mismos, desecar los campos de arroz durante el invierno, inundarlos con agua de mar (un método que se reveló efectivo, pero que daña la tierra para nuevos cultivos). Y, salvo la inundación de las fincas, ningún método ha logrado erradicar totalmente al caracol manzana (Pomacea insularum) de los terrenos que coloniza. 

Ratas, ánades reales y gaviotas también se comen moluscos, pero de pequeño tamaño

Y ninguna de las numerosas especies de aves, mamíferos, reptiles o anfibios que habitan o hacen escala migratoria en el rico ecosistema del delta –una parte del cual es parque natural y Reserva de la Biosfera– había ayudado hasta ahora a controlar la población del molusco devorando a los ejemplares adultos o sus abundantes puestas (de entre 400 y 600 huevos cada tres días).

El gasterópodo, de una voracidad extrema, se alimenta de los brotes tiernos de las plantas acuáticas, puede alcanzar los 10 centímetros de longitud y ya ha causado estragos en arrozales de otras partes del mundo, como Estados Unidos, el Sudeste Asiático o Filipinas. El invasor, que ha llegado a ocupar entre 2.500 y 3.000 hectáreas de cultivos en ambas orillas del Ebro (se sospecha que logró cruzar el ancho curso fluvial con la ayuda intencionada de desaprensivos) se extendió por el delta al escapar de una piscifactoría cercana donde se criaban numerosas especies de peces exóticos y también éste y otros moluscos para su uso en acuarios.

El morito común (Plegadis falcinellus), un ave que llegó al delta tarragonés desde el Parque Nacional de Doñana (Huelva), se come ejemplares adultos de caracol manzana de buen tamaño. Lo ha constatado la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), que además de estudiar y proteger la avifauna de la mayor zona húmeda del Mediterráneo español (y la tercera del mar en su conjunto) explota en ella fincas de agricultura ecológica, como la de Riet Vell, para demostrar a los payeses que es posible conjugar la conservación de la naturaleza y el cultivo rentable.

Una especie cosmopolita

"Poco a poco, el ecosistema reacciona. Varias especies de aves ya han aprendido que esta especie exótica invasora es un recurso alimentario aprovechable y, por desgracia, abundante", destaca el representante de SEO/Birdlife en el delta del Ebre, Ignasi Ripoll. Las ratas, el ánade real o algunas gaviotas también participan en el festín, pero sólo dan cuenta de ejemplares pequeños del caracol. El morito, conocido en catalán en la zona como pòlit negre, captura caracoles de buen tamaño con su largo pico curvado hacia abajo.

El morito prospera ya en el delta del Ebro. Y la abundancia de proteínas en forma de caracoles manzana puede ayudarle a incrementar todavía más sus poblaciones. De unos 200 ejemplares hace 15 años ha pasado a unos 2.000. Además del caracol manzana está encontrando abundante alimento en forma de cangrejo rojo americano, otra especie invasora de estos humedales. Los especialistas se plantean si el hecho de que el ave haya empezado a instalarse en estas tierras más septentrionales puede guardar relación con el cambio climático.

El morito común es la única especie de ibis –un ave que era sagrada para los antiguos egipcios– que habita en el continente europeo, aunque es una especie migratoria y notablemente cosmopolita: cría habitualmente en el sur y este de Europa, África y Madagascar, centro y sur de Asia, Filipinas, Indonesia, Nueva Guinea y Australia, así como en Norteamérica e islas del Caribe.

Los expertos se plantean introducir una gamba gigante asiática para combatir la plaga

Su núcleo principal en la península (donde sus colonias son residentes todo el año) está en Doñana, donde se halla el 90% de su población ibérica, pero ahora también cría profusamente en el delta del Ebro y esporádicamente lo ha logrado en algunos puntos de la costa alicantina. Se alimenta en arrozales, balsas y marismas someras de agua dulce, y su dieta está formada fundamentalmente por insectos, tanto adultos como sus larvas, y en menor medida por pequeños peces y anfibios. Ahora ha añadido al menú al prolífico caracol manzana.

El morito lidera, pues, la lucha biológica emprendida de forma espontánea contra el caracol manzana por ratas, ánades y gaviotas, y a la que se podría añadir por intercesión humana el Macrobrachium rosenbergii, una enorme gamba de agua dulce de hasta 30 centímetros de longitud y de origen asiático que el departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Natural del gobierno catalán se plantea soltar en los arrozales del delta para que devore a los caracoles.

El riesgo de introducir una nueva especie invasora en el delta se vería compensado utilizando sólo ejemplares machos, y porque estos crustáceos tropicales no soportan temperaturas tan bajas como las que se registran en el sur de Tarragona en invierno. En cualquier caso, el proyecto de la suelta de gambas gigantes depende de la concesión de fondos europeos del programa Life+ y antes de que lleguen a los canales deberían transcurrir entre tres y cuatro años de estudios de viabilidad en laboratorio. Esperemos que mientras tanto los habitantes autóctonos del delta hayan logrado frenar la invasión.