El Gobierno de Suiza ha prohibido la práctica culinaria de tirar las langostas y otros crustáceos y mariscos vivos al agua hirviendo para cocinarlos y ha establecido que antes de matarlos deberán ser aturdidos, en el marco de una revisión de su legislación en materia de protección animal.

"Los crustáceos vivos, incluida la langosta, ya no podrán ser transportados sobre hielo o agua helada. Las especies acuáticas deben mantenerse en su entorno natural. Desde ahora los crustáceos deben ser aturdidos antes de matarlos", señala la normativa aprobada por el Gobierno suizo este miércoles y que entrará en vigor en marzo.

La legislación también busca acabar con las granjas ilegales de cachorros, prohibir los dispositivos automáticos que castigan a los perros por ladrar, explicitar las condiciones para sacrificar animales enfermos o heridos y responsabilizar a los organizadores del bienestar animal en eventos públicos.

La reforma de la normativa suiza llega después de que en Italia un tribunal dictaminara en junio que las langostas no deben mantenerse vivas en hielo en los restaurantes porque supone un sufrimiento injustificable antes de que se las mate para elaborar platos de alta cocina.

Dispositivo de electrocución

La medida sobre las langostas ha creado cierta polémica entre los cocineros, que se preguntan de qué manera deben antes aturdir a los animales. Richard Terrochaire, chef del restaurante Chez Philippe en Ginebra, está convencido de que "el agua hirviendo es siempre mejor que clavar un cuchillo en la cabeza".

El veterinario de la Oficina Federal de Seguridad Alimentaria y Asuntos Veterinarios Fabien Loup plantea dos alternativas: la muerte por electrocución o una incisión con un cuchillo en la región torácica. "Aquí hay un punto estratégico que causa un inmediato adormecimiento. Es una técnica que se puede aprender", garantiza. En cuanto a la electrocución, existe ya un dispositivo, el Crustastun, especialmente adaptado para matar rápidamente a los crustáceos.

La diputada Maya Graf (del partido de los 'verdes') quiere ir todavía más allá. Quiere que se prohiba la importación de las alrededor de 130.000 langostas vivas que llegan a Suiza cada año para el consumo. "Sufren un martirio, porque estos crustáceos tienen un sistema nervioso complejo y son sensibles al dolor", afirma, y ha presentado una moción en este sentido en el Parlamento federal, que presidió en 2012-2013.

Fabien Loup cree que la importación y venta de langosta no está suficientemente regulada: "nos olvidamos de que se trata principalmente de un animal salvaje, con todos los requisitos en términos de protección que implica".