Dos años después de empezar a desaparecer del mapa, el Poopó, ha recuperado aproximadamente un tercio de la masa de agua que lo había convertido en el segundo mayor lago de Bolivia después del Titicaca con una extensión de 2.300 kilómetros cuadrados. Hace exactamente un año, su cuenca se había convertido ya en un estéril desierto de sal moteado por los esqueletos de los seres vivos que un día lo habían poblado y por las embarcaciones abandonadas de los pescadores que durante decenios habían obtenido su sustento en él. 

Las razones de la rápida desaparición de este lago salado del Altiplano, situado a 3.686 metros de altitud y tan grande como las islas de Tenerife y La Gomera juntas, tienen su causa última en el cambio climático. El calentamiento global ha alterado los ritmos naturales de los fenómenos de El Niño y La Niña. Ambos solían tener un ciclo de siete años, margen suficiente para que el Poopó pudiera recuperarse tras las duras sequías que provocaban. Pero ahora, con el alza de la temperatura media del planeta, estos fenómenos se producen cada tres o cuatro años, por lo que el lago empezó a encogerse debido a la falta de aportaciones hídricas. El uso abusivo de agua por parte de explotaciones mineras hizo el resto.

Los fenómenos de El Niño y La Niña han acortado sus ciclos de 7 a 4 años

Además, el incremento de la temperatura del agua, al tratarse de un lago de una superficie muy amplia –84 kilómetros de largo por 55 kilómetros de anchura– pero de apenas 2,4 metros de profundidad media, propició una intensa evaporación en una zona donde la radiación solar es tremendamente elevada

En febrero del año pasado, la Agencia Espacial Europea anunciaba que tres fotografías tomadas por el satélite Proba-V confirmaban la "evaporación completa" del lago, un espacio protegido por la Convenio de Ramsar de defensa de humedales de importancia ecológica a nivel internacional. Precisamente, la misión del pequeño Proba-V es cartografiar la cubierta terrestre y monitorizar el crecimiento de la vegetación en todo el planeta cada dos días.

Aunque los episodios de desecación más o menos completa del Poopó son cíclicos, y el último tuvo lugar en 1994, los expertos se temían esta vez lo peor: que las condiciones meteorológicas alteradas ahora por el ser humano y por ello cambiantes siempre a peor, fueran a alargar el periodo de desaparición del lago a bastantes años.

Sin embargo, las fuertes lluvias registradas en la zona –que tiene una pluviosidad media tradicionalmente baja– durante el final del invierno y esta primavera han hecho resucitar el Poopó, aunque no sabemos por cuánto tiempo. Con las aportaciones pluviales, se ha formado una lámina de agua de unos 700 kilómetros cuadrados y unos 60 centímetros de profundidad, explicó a la prensa boliviana el director de la Oficina de Aguas, Cuencas y Riego de la Gobernación del departamento de Oruro (Sur), Eduardo Ortiz.

Vuelve la pesca

"Las lluvias extraordinarias que hemos tenido en mayo han alimentado favorablemente el volumen de agua hacia el lago Poopó", anunció Ortiz. Las inusuales precipitaciones han logrado lo que no pudo el dragado de un canal desde el cercano lago Uru Uru, situado algo más al norte, iniciado el año pasado en un intento desesperado de salvar el Poopó, trabajos presupuestados en 3,3 millones de bolivianos (unos 423.000 euros). En los últimos años, las administraciones invirtieron unos 100 millones de bolivianos (aproximadamente 12 millones de euros) en obras de dragado y canalizaciones destinadas a mitigar los efectos de la sequía en el lago conectando las diversas reservas aisladas de agua, pero las mismas se demostraron insuficientes.

Y con el agua ha vuelto la vida. La vegetación recupera parcelas hasta hace poco de tierra resquebrejada y cada vez se ven más animales en la zona. El presidente de las cooperativas pesqueras del Poopó, Juan Toruni, anunció con satisfacción a los medios de comunicación locales el descubrimiento de "alevines, juveniles y adultos" de pejerrey (Odontesthes bonariensis), la especie piscícola más apreciada por parte de los pescadores lugareños, lo que les provocó "una alegría muy grande". Los peces fueron detectados en diversas exploraciones realizadas por funcionarios gubernamentales y los profesionales de la pesca para evaluar una posible repoblación artificial.

En febrero de 2016, un satélite documentaba la "evaporación completa" de sus aguas

Casi 2.000 personas viven de faenar en los lagos Poopó y Uru Uru. La pesca lacustre tiene una gran importancia en este país suramericano sin salida al mar tras perder su litoral del Pacífico en una guerra con Chile a finales del siglo XIX, una parte de su territorio que sigue reclamando en los foros internacionales. En el primero de los dos lagos se suelen pescar de media unas 120 toneladas de pejerrey anuales, aunque la última tanda de capturas, a principios de 2015, se vio mermada por la muerte en diciembre de 2014 de miles de peces debido a una disminución de los niveles de oxígeno en el agua. Otro de los problemas del lago, según el programa de defensa de sus recursos Cuenca Poopó, que “está contaminado con desechos químicos provenientes de las minas aledañas, como las de Huanuni, Poopó y San José".

“No existe ninguna duda de que la fuente principal de agua del lago Poopó son la lluvias, y su sostenibilidad dependerá de la intensidad de la precipitación pluvial que tengamos en los próximos meses en la región de Los Andes, desde el Titicaca hasta las cordilleras Oriental y Occidental”, manifestó Víctor Hugo Vásquez, gobernador del departamento de Oruro, tras sobrevolar la brillante lámina de agua resucitada a finales de enero. El Poopó ha regresado, aunque nadie sabe por cuánto tiempo. Todo hace pensar que será otra de las víctimas de un calentamiento global que ya parece irreversible.