La lucha contra la contaminación causada por el tráfico rodado está a punto de escribir nuevas páginas. Literalmente. Porque un nuevo dispositivo ya probado con éxito permite convertir en tinta para recargar plumas y rotuladores, imprimir o pintar con pinceles la mayor parte del hollín y las partículas contaminantes que emiten los tubos de escape de los automóviles donde se instala, evitando con ello los efectos más nocivos para la salud de la polución atmosférica en nuestras ciudades.

Se trata del Kaalink, un filtro que atrapa hasta el 95% del hollín generado por la quema de combustibles fósiles antes de que se lance a la atmósfera –se puede instalar tanto a la salida de tubos de escape de vehículos como en generadores o chimeneas de instalaciones domésticas o industriales–. Estas partículas, de un tamaño extremadamente pequeño –de 2,5 micrómetros (la milésima parte de un milímetro) o menos, es decir 30 veces menos que el diámetro de un cabello humano, mucho más pequeñas incluso que las motas de polvo o de moho– penetran muy profundamente en los pulmones y son las causantes de graves enfermedades del mismo.

Un proceso posterior separa los metales pesados y sustancias cancerígenas

El hollín capturado por el Kaalink, que ha sido desarrollado por expertos del MediaLab del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT, en sus siglas en inglés), con sede en Cambridge (Estados Unidos), se somete a diversos procesos ya patentados para eliminar los metales pesados, aceites y sustancias cancerígenas que contiene. La técnica empleada para la retención de las partículas es una mezcla de filtración electrostática, filtración profunda y filtración de flujo de pared. El aparato, formado por una serie de filtros, sensores y un depósito de captura, dispone de una luz roja que avisa al usuario cuando está lleno.

El material obtenido es purificado mediante técnicas de separación por gravedad de las partículas mayores, trituración y activación catalizada. Los residuos nocivos separados son reciclados según la ley por una empresa especializada. El producto final obtenido que se convertirá en materia prima de la tinta es un pigmento de carbono molido cuyas partículas permiten gracias a su consistencia su uso para la fabricación de la tinta.

1,6 billones de litros

El dispositivo no solamente evita la contaminación generada directamente por el vehículo o instalación al que se acopla (sus creadores aseguran haber evitado en las pruebas de los prototipos del mismo la contaminación de 1,6 billones de litros de aire). Precisamente, la tinta negra generada de forma industrial –uno de los artículos más utilizados en el mundo– precisa de la quema deliberada de combustibles fósiles, puesto que los pigmentos orgánicos que incorpora suelen proceder del carbón. Es decir, que su uso sustituye además al de tintas cuya fabricación también causaría abundantes emisiones.

Según sus creadores, que para la producción tanto del sistema de filtrado como de la tinta han creado la empresa Graviky Labs, se necesitan solamente las emisiones de 45 minutos de un automóvil estándar para producir una onza (unidad anglosajona, aunque de origen romano, equivalente a 28,34 gramos) de tinta Air Ink, suficiente para recargar un rotulador. Se trata, garantizan, de un producto homologable a cualquiera del sector, y tan seguro como los demás, aunque Graviky Labs admite que todavía tiene que pasar las pruebas para que su uso sea autorizado para menores de 6 años.

La producción industrial de tinta negra precisa de la quema de combustibles fósiles

Diversos utensilios de escritura cargados con ella (rotuladores con puntas de 2, 15, 30 y 50 milímetros), y envases para recarga o para serigrafia son una parte de lo que ofrecen a los donantes en la página web de la campaña de micromecenazgo abierta en KickStarter.com para perfeccionar el invento y hacer posible su producción masiva (que si se cumplen los planes de la empresa, debería permitirles atender los pedidos procedentes de cualquier parte del mundo a partir de este verano).

El padre de la idea fue el estudiante estadounidense Anirudh Sharma, quien, explica, durante unas vacaciones en Bikaner (India, país de donde procede su familia), se dio cuenta de hasta qué punto la contaminación generada por los vehículos le ennegrecía la piel y la ropa. De vuelta en Estados Unidos ideó un dispositivo para recoger partículas de carbón de una vela, a las que añadió una pequeña cantidad de alcohol y aceite para crear una tinta para impresoras. Fue el germen de un invento que puede convertir la contaminación en un material que hará posible pasar, en esta ocasión, de los hechos a las palabras.