Yamaa el Fna es la plaza de África con más historias que contar y la carta de presentación de Marrakech ante el mundo. La explanada es un lugar declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad donde se reúnen a diario cuentacuentos, encantadores de serpientes y todo tipo de malabaristas y vendedores. A escasos quilómetros de este templo de la tradición oral empieza hoy una gran reunión que usará las palabras para negociar el futuro del clima del planeta.

La Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP22), que la capital del sur marroquí acoge hasta el 18 noviembre, tiene el reto de “convertir en términos prácticos y concretos” el acuerdo adoptado hace un año en la COP 21 de París por 195 países, explica a EcoAvant.com el economista ambiental Antxon Olabe, especialista en estrategias sobre cambio climático.

15 gigatoneladas de emisiones separan los compromisos y las necesidades reales

Nunca antes tantos países se habían puesto de acuerdo sobre la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para evitar que el aumento de la temperatura media del planeta a finales de siglo supere los dos grados respecto a los niveles preindustriales, e incluso intentar dejarlo en 1,5 grados.

El acuerdo está en vigor desde el pasado viernes tras ser ratificado hasta el momento por 94 países, cumpliendo de sobra el requisito de que lo hicieran más de 55 países firmantes que superaran conjuntamente el 55% de las emisiones globales. Entre ellos se cuentan los dos principales emisores, Estados Unidos y China, además de la Unión Europea. El trámite ha sido sorprendentemente rápido, sólo 11 meses, a diferencia de su predecesor, el mucho menos ambicioso Protocolo de Kioto, que tuvo que esperar casi 8 años para empezar a ser operativo.

A pesar de las buenas intenciones, según Olabe hay “una incoherencia entre lo que dicen los planes que han presentado los gobiernos” y lo que exige la realidad. El experto recuerda que las cuentas no salen porque al planeta “le sobrarán entre 14 a 15 gigatoneladas (unidad que equivale a un millón de toneladas métricas) de emisiones antes de 2030”, que es aproximadamente la cantidad que emite anualmente China, el país que más contamina.

Los 1,5 grados, ya inalcanzables

El gigante asiático se ha comprometido a que el 20% de su energía proceda de fuentes no fósiles en 2030. Cada país firmante debe presentar su propio plan: así, por ejemplo, la Unión Europea pretende una reducción conjunta de emisiones para los estados miembros de al menos un 40% respecto a 1990.

Pero informes como el presentado entre otros por Robert Watson, expresidente del Panel Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático reconocen que limitar la subida de la temperatura media a 1,5º es ya prácticamente inalcanzable y el objetivo de los dos grados está muy lejos de ser posible porque los compromisos adquiridos son insuficientes (y está por ver que se cumplan). La cumbre de Marrakech debería centrarse en acelerar la descarbonización de la economía “atendiendo los mensajes urgentes de la comunidad científica”, advierte Olabe.

Uno de los ejes centrales de la COP22 está en la promesa de conseguir 100.000 millones de dólares anuales (89.750 millones de euros) aportados por los países ricos para destinarlos de aquí a 2020 a la adaptación al cambio climático de los menos desarrollados, un dinero que puede invertirse en energías renovables, ahorro de agua o eficiencia energética. A cambio, los países receptores deben reducir sus emisiones porque de lo contrario esta financiación puede ser meramente “pan para hoy y hambre para mañana”, incide el analista.

Una de las claves serán los 100.000 millones de dólares prometidos a los países pobres 

Un sector clave en el reparto de esos fondos es la agricultura, base de la alimentación planetaria y un sector económico fundamental en África. La adaptación requerirá profundos cambios en los usos culturales y en la elección de cultivos. “Es evidente que, en un contexto de falta de agua o reducida calidad de la misma, es esencial trabajar con cultivos con unas necesidades hídricas más reducidas o menor sensibilidad a la salinidad,” explica a EcoAvant.com el investigador Rodolfo Canet, del Centro para el Desarrollo de la Agricultura Sostenible, que también recuerda que la agricultura es una fuente de energía y de materias primas “esencial” en la lucha contra el calentamiento global.

La cumbre de Marrakech se celebra precisamente en uno de los puntos del planeta más afectados por la sequía y el avance del desierto, efectos muy palpables en los países del Magreb, el Sahel y del sur de Europa, mientras el clima está cada vez más unido a conflictos. En el contexto del inicio de la guerra en Siria está la peor sequía que ha afectado a aquel país en un siglo.

Patricio García-Fayos, experto en ecología vegetal del Centro de Investigaciones sobre de Desertificación (CIDE-CSIC), explica a EcoAvant.com que se ha detectado “una tendencia a la expansión del Sahara” que influirá en la disminución de vegetación y la mayor aridez del área mediterránea. En el continente europeo, las zonas más amenazadas están en el sureste de la península Ibérica, en Almería, Murcia y Alicante. García-Fayos avanza que la falta de precipitaciones podría hacer que “vayan muriendo las especies que consumen más agua”, como las que configuran el ya escaso bosque caducifolio: robles, encinas o pinos.

Mientras el cambio climático avanza, está previsto que cerca de 30.000 personas participen de alguna forma en la cumbre de Marrakech. Entre delegaciones oficiales negociadoras de gobiernos y organismos internacionales, científicos, empresas, miembros de grupos ecologistas o representantes de los medios de comunicación. Son los responsables del éxito de un encuentro que debe tener en cuenta, como apostilla Antxon Olabe, que el tiempo es limitado porque “el clima no es negociable”.