El sacrificio de animales siempre genera polémica, y más aún si se trata de una especie tan popular en todo el planeta como el koala (Phascolarctos cinereus), el marsupial icónico de Australia, cuya gran cabeza redonda, peludas orejas y pelo suave de color grisáceo le prestan un gran parecido a los osos de peluche.

Acabar con la vida de gran parte de estos perezosos mamíferos –pueden dormir hasta 18 horas diarias– es la propuesta que los científicos han puesto sobre la mesa para frenar su sobrepoblación en algunas zonas de la isla-continente, o bien para luchar contra una plaga que les amenaza.

Según The Australian Koala Foundation, la población australiana de koalas en estado salvaje es inferior a los 100.000 ejemplares y está formada por grupos muy fragmentados que viven en los bosques de eucaliptos, su principal fuente de alimento, del este del país. En concreto, en los estados de Queensland, Nueva Gales del Sur, Victoria y Australia del Sur.

El 80% de su hábitat original se ha perdido desde la llegada de los colonizadores 

Los ecologistas estiman que más del 80% del hábitat original del koala se ha perdido desde la llegada de los colonizadores británicos a finales del siglo XVIII. Entre finales del XIX y principios del XX se mató a un gran número de estos marsupiales para comercializar su piel. Del 20% de ecosistemas restante, sólo una pequeña parte está protegida y en su mayoría pertenece a propiedades privadas.

La situación es hoy diametralmente opuesta para las diferentes poblaciones salvajes de koalas. En Australia del Sur, donde fueron cazados hasta la extinción, y en Victoria, donde casi se consigue lo mismo, las autoridades han reubicado animales traídos desde otras islas al continente. “Su número ha crecido, pero la interferencia del hombre ha causado nuevos problemas, como la sobrepoblación de algunas regiones”, detallan desde la organización conservacionista.

Por el contrario, las poblaciones de Queensland y Nueva Gales del Sur registran un fuerte descenso y han sido catalogadas como vulnerables por la legislación federal. Están amenazadas por la destrucción y fragmentación de su hábitat, que los convierten en presas fáciles para los perros y las ruedas de los vehículos, 4.000 de estos mamíferos mueren de esta forma cada año, los incendios forestales, la sequía y por una enfermedad bacteriana de transmisión sexual, la clamidia, que produce ceguera e infertilidad a los animales.

Constantemente rechazado

Los koalas que sufren la enfermedad, una cepa que seguramente proviene del ganado, se debilitan poco a poco, dejan de comer y mueren lentamente. En algunas zonas del norte de Nueva Gales del Sur y el sur de Queensland, más de la mitad de la población de koalas ha contraído la enfermedad, según David Wilson, el investigador principal de un reciente estudio en el que se plantea cómo detener su propagación.

Los científicos proponen dar muerte de forma selectiva a los koalas que ya tengan muy avanzada la enfermedad y tratar con antibióticos a los que presenten los primeros síntomas. El objetivo es sacrificarlos ahora para revertir el impacto de la enfermedad en las poblaciones vulnerables a medio plazo (entre cuatro y siete años vista).

Los investigadores utilizaron simulaciones por ordenador para desarrollar diferentes tipos de gestión de la enfermedad en el sureste de Queensland. Obviamente, con la matanza se reducirá rápidamente la población pero, según los científicos, ésta se recuperaría en unos cuatro años situándose en el número de ejemplares de la anterior década. "Si podemos realmente sacrificar a los koalas gravemente enfermos por razones humanitarias, para aliviar su sufrimiento, también servirá para parar la enfermedad y que no infecten a otros”, afirma Wilson.

El gobierno acabó en secreto con la vida de unos 700 animales entre 2013 y 2014

El método propuesto no es innovador. El sacrificio de individuos en pos de la salvación de la especie se emplea a menudo con diversa suerte. En la misma Australia, no ha servido para aplacar el contagioso cáncer facial que afecta al diablo de Tasmania.

El koala es la única especie nativa de Australia para la que el sacrificio selectivo ha sido constantemente rechazado como una opción de control poblacional. En los estados del sur, donde la sobrepoblación causa daños a los ecosistemas locales, se ha propuesto en diversas ocasiones sin éxito.

A finales de 2013, al oeste de Melbourne, en el cabo Otway (estado de Victoria), el hambre mató a miles de koalas después de que la superpoblación provocara la defoliación (pérdida de hojas) generalizada en los árboles de los que se alimentan. Unos 700 marsupiales fueron sacrificados por el gobierno en secreto entre 2013 y 2014 por razones de “bienestar animal” (para que no murieran por inanición), una medida que provocó un gran revuelo al saltar a los medios de comunicación el pasado marzo.

El Gobierno australiano está diseñando ahora la próxima Estrategia Nacional para la Conservación del Koala. Habrá que ver si se toman en consideración las recomendaciones de los expertos que incluyen el sacrificio o se opta por desarrollar métodos alternativos menos agresivos, como los anticonceptivos. De momento, sí tiene claro que acabará con la vida de dos millones de gatos domésticos asilvestrados, pues se han convertido en una amenaza para la fauna salvaje australiana.