Pescar menos y ganar más. Darle un respiro al ecosistema y a la vez obtener mayores beneficios. Es perfectamente posible. Lo han demostrado los pescadores de gamba roja de Palamós (Girona), que empiezan a cosechar los réditos del plan de gestión de esta apreciada especie de crustáceo que pusieron en marcha en 2013 con el asesoramiento de expertos en biología marina, su inversión en lo que se ha dado en llamar el fondo gamba, una iniciativa pionera en el Mediterráneo.

Las cifras cantan: un año después de la puesta en marcha del plan, en 2014 pescaron la gamba seis barcos menos y las capturas totales descendieron un 30%, pero la facturación se mantuvo casi sin alteraciones, en unos 3,1 millones de euros.

El primer año de aplicación se pescó un 30% menos pero la facturación se mantuvo

La gamba roja o rosada (Aristeus antennatus) es el producto estrella de la gastronomía de la Costa Brava y aporta entre el 40 y el 50% de los ingresos de la actividad del puerto pesquero de Palamós, uno de los más importantes de Cataluña, para el que supone de tres a cinco millones de euros anuales.

La pesca comercial de la gamba se inició en los años 30 del pasado siglo, y actualmente se dedican a la misma en Palamós una veintena de embarcaciones de arrastre, que desembarcan unas 130 toneladas anuales, el mayor volumen de capturas de esta especie en todo el Mediterráneo. La gran calidad del producto es asegurada por una Marca de Garantía Gamba de Palamós.

Pero ya hace muchos años que este volumen no dejaba de descender, temporada tras temporada. En 2005 se dieron las primeras voces de alarma. Las gambas atrapadas por las redes eran cada vez menos, y más pequeñas. Se estaba sometiendo a la especie a una pesca excesiva. Y cada vez había que emplear más tiempo y combustible para lograr unas capturas más pobres. Investigadores del Instituto de Ciencias del Mar (ICM) de Barcelona y los pescadores de la Cofradía de Palamós analizaron el problema y, en el marco de un proyecto auspiciado por la Unión Europea, diseñaron el primer Plan de gestión de la gamba roja.

La idea base es dejar a las gambas crecer y multiplicarse para pescar menos ejemplares, pero más grandes, que se cotizan mucho mejor en el mercado. Por un kilo de gamba pequeña se ingresan 10 euros pero, si se las deja crecer, en un año habrán triplicado su peso, por lo que se convertirán en tres kilos de gambas medianas, que se pagan a 30 euros el kilo. Un año más de tregua las convertirá en nueve kilos de gambas grandes, que en la lonja alcanzan un precio de 60 euros el kilo. Así que, en dos años, los 10 euros pueden convertirse en 540.

Puertas de arrastre

Porque, si se la deja, la gamba se reproduce de forma masiva. Puede vivir cinco años y las hembras son capaces de poner hasta medio millón de huevos anuales. Habitan en cañones de gran profundidad cercanos a la costa, labrados por verdaderos ríos submarinos, que se hunden hasta los 2.000 metros. El deseado crustáceo vive a unos 1.000 metros bajo la superficie, esperando los nutrientes que le traen estas corrientes desde aguas más someras. Según va creciendo, la gamba se acerca más a la superficie, en lo que se denomina una migración ontogenética.

El plan de gestión, que se aplica a 22 barcos y en siete caladeros, regula la limitación de la actividad pesquera fijando un número máximo de embarcaciones, reduciendo de 12 a 11 horas las autorizadas para la pesca, estableciendo unas profundidades restringidas y restringiendo el número de lanzamientos de las redes. Al finalizar su aplicación, la capacidad de la flota debería haberse reducido en un 20%. Ese porcentaje se ha superado ya con creces.

El plan también establece vedas móviles ajustadas a los periodos de reproducción del crustáceo (de unos 60 días al año en total), limita la actividad en los caladeros con más actividad de cría, establece un tipo específico de red que deja escapar a los ejemplares juveniles (de malla cuadrada, 40 milímetros de luz –amplitud de los agujeros– y tres milímetros de diámetro de los hilos) e impide que los actuales motores se modifiquen para aumentar la potencia o que las nuevas embarcaciones sobrepasen los 500 caballos.

Se respetan vedas de 60 días al año y se usan redes que no atrapan a los juveniles

Asimismo, se regulan unas puertas de arrastre que resulten menos dañinas para los fondos y además contribuyan a un mayor ahorro energético de las embarcaciones. En febrero pasado se comenzaron a efectuar pruebas experimentales de puertas de última generación con el objetivo de unificar las que emplea el conjunto de la flota, de acuerdo con las conclusiones de un informe del geologo marino Pere Puig, del ICM, que advertía de que las usadas hasta ahora deterioran demasiado el fondo y levantan sedimentos que se llevan las corrientes y de los que depende la base de la cadena trófica en estas costas.

El coste de probar y seleccionar las puertas ha sido de unos 62.000 euros, de los cuales 50.000 los aportará la Diputación de Girona. Pero cada armador deberá pagar por las puertas de cada barca unos 9.000 euros.

“La gamba roja o rosada se halla en más lugares, pero su pesca es especialmente emblemática en la Costa Brava, por lo que tiene sentido inicial la implementación del plan en esa zona. Pero no se descarta ampliar su aplicación a otras zonas del Mediterráneo ibérico”, señalan sus responsables científicos, Joan B. Company y Francesc Sardà, del ICM, organismo dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

En el seguimiento del plan están involucrados organismos científicos, administraciones públicas autonómicas y estatales, ONG, la cofradía de pescadores y diversos expertos e investigadores independientes.

"Queremos seguir siendo pescadores dentro de 20 o 30 años, y que nuestros hijos puedan continuar con este oficio. Si hubiésemos continuado como hasta hace cinco años, hubiéramos acabado con este recurso del que ahora disfrutamos. Preservar el medio es nuestra única garantía de futuro", afirma Xavier Miró, patrón del arrastrero Estrella del Sur.