Una de las versiones sobre el origen del topónimo California afirma que el intenso calor de la región impactó de tal manera en los integrantes de la expedición de Hernán Cortés que se adentró en ella en 1536 que decidieron bautizarla como Calida Fornax (caliente como un horno, en latín). No sabemos qué diría Cortés si regresara ahora a tierras californianas, que, aquejadas como el resto del planeta por el cambio climático, sufren por cuarto año consecutivo una de las peores sequías desde que se conservan registros meteorológicos.

Un 47% del territorio del estado (que tiene 410.000 kilómetros cuadrados) se ve ya afectado de forma grave por la falta de agua. La tierra se agrieta y las reservas embalsadas disminuyen peligrosamente. Medio millón de hectáreas de tierras cultivables se han dejado sin sembrar (la agricultura se lleva el 80% del consumo de agua californiano).

El gobernador ordena por decreto reducir el gasto en un 25% de media respecto a 2013

La nieve acumulada este invierno en las montañas del norte del estado, la Sierra Nevada, un reservorio de agua congelada que permite administrar el recurso durante buena parte del año, y de la que depende casi el 30% del consumo humano (incluido el de ciudades como Los Ángeles y San Francisco), ha sido aproximadamente el 5% de la media para esta época del año, el nivel más bajo desde que se empezó a registrar este dato en 1950.

El lago Powell, el segundo mayor embalse del país con sus 658 kilómetros cuadrados, que captura las aguas del río Colorado, ha visto reducida su extensión a apenas la mitad de su capacidad, su nivel más bajo en 65 años. Y el mismo Colorado, la potente corriente que labró durante milenios el Gran Cañón, no es más que una pálida sombra de lo que fue, atravesando su mayor crisis hídrica en más de un siglo. El conjunto de los principales embalses californianos estaban a finales de abril al 46% de su capacidad.

Así que las autoridades del más poblado de los Estados Unidos (38 millones de habitantes), y la que sería por separado la octava economía del mundo, además de la primera potencia agrícola de la nación norteamericana (concentrada en los 700 kilómetros de longitud del Valle Central), un territorio de clima mediterráneo y a veces desértico donde es habitual ver jardines con césped y piscinas o campos de golf en medio de paisajes casi yermos, han tenido que tomar este mes decisiones drásticas. 

Por primera vez en la historia, se han decretado restricciones obligatorias que imponen a las ciudades reducir su gasto de agua en un 25% de media con respecto a 2013. La aplicación de esta medida no será lineal: según lo que gastaran el año pasado, las administraciones locales tendrán que recortar el consumo entre un 8% y un 36%.

El año pasado sólo se redujo voluntariamente el consumo en un 9%. Paupérrimo para lo que reclamaban los expertos. Y no en todas partes se redujo el consumo por igual. En localidades de alto nivel de vida como Beverly Hills se siguen gastando hasta 1.000 litros por persona y día. El dato de que se emplearon el año pasado 265 millones de litros de agua para la práctica del fracking da una idea del derroche de este recurso escaso en el estado ribereño del Pacífico.

Multas de 10.000 dólares

Después de ignorar un llamamiento del gobernador Edmund Gerald Brown, conocido popularmente como Jerry Brown, que declaró en enero de 2014 el estado de emergencia, a una reducción voluntaria del consumo en un 20%, sólo en las últimas semanas han empezado los californianos a verle las orejas al lobo y ha empezado a extenderse la conciencia de la gravedad de la situación. En marzo, la ciudadanía ha conseguido gastar un 3,6% menos de agua.

“¡Somos californianos y no desperdiciamos el agua!”, proclama una campaña de concienciación ciudadana, pero si la misma no basta, siempre queda recurrir a otras medidas. Brown aprobó recientemente elevar desde los 500 (445 euros) a los 10.000 dólares (8.900 euros) por día las sanciones a quienes incumplan las medidas obligatorias contra el derroche del líquido elemento. Se han cursado ya más de 7.000 denuncias por este motivo. 

Entre las medidas adoptadas por decreto por el gobernador Brown están sustituir 500 hectáreas de césped por vegetación autóctona adaptada a la sequía; crear un programa de ayudas para la sustitución de electrodomésticos por modelos más eficientes; obligar a universidades, campos de golf, cementerios y otros recintos a recortar el consumo de agua para el mantenimiento de sus zonas verdes o prohibir regar con agua potable, excepto si es por medio de un sistema de goteo.

También se insta a las agencias locales del agua, las encargadas de implementar las medidas de ahorro, a que cobren más cara el agua a quienes más consumen y a compartir información sobre acuíferos y reservas de agua y convierte cualquier iniciativa relacionada con la mejora o conservación de infraestructuras hidráulicas en una absoluta prioridad.

La nieve acumulada en las montañas es sólo el 5% de la habitual por estas fechas

En un país donde las teorías negacionistas del cambio climático tienen todavía un amplio número de seguidores, especialmente entre la élite que toma las decisiones políticas y económicas, el gobernador demócrata de California no tiene dudas de que este fenómeno de ausencia de precipitaciones está directamente vinculado con el calentamiento global.

El pasado 16 de abril Brown había emitido otra orden ejecutiva que establece como objetivo una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del 40% para 2030 respecto a los niveles de 1990, el reto más ambicioso adoptado en Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático, que duplica el ya notable que aprobó el anterior gobernador, en este caso republicano, el actor de origen austríaco Arnold Schwarzenegger, quien gobernó entre 2003 y 2011.

La NASA, la agencia espacial estadounidense, avala las tesis del cambio climático al demostrar con sus series de datos que nueve de los 10 años más calurosos de los que se tiene constancia en la historia del país se han registrado desde el año 2000.

“Además de provocar un incremento de las temperaturas, el cambio climático está haciendo que las lluvias en California, que habitualmente tenían forma de nieve en su parte norte, sean cada vez menos frecuentes y abundantes. Y las sequías van a ser cada vez más habituales y más severas”, advierte Samuel Sandoval, especialista en recursos hídricos de la Universidad de California.