Pequeño, silencioso y capaz de aprovechar las corrientes de aire más imperceptibles que atraviesen la ciudad. Así es el Árbol del Viento, un ingenio “de inspiración bio-mimética” ideado por el emprendedor francés Jerôme Michaud-Larivière. Un extraño árbol artificial cuyas hojas producen electricidad.

“La idea se me ocurrió en una plaza en la que un día me fijé en cómo las hojas de los árboles temblaban cuando aparentemente no soplaba nada de viento. De algún lugar tenía que venir, y seguramente podría traducirse en vatios”, explica el padre del invento.

Larivière es el fundador de NewWind, una empresa que se define como especializada en “la transformación de las energías cinéticas en energía verde” y que tiene como fundamento de sus propuestas tecnológicas “la microelectricidad y la diversidad de turbinas, el biomorfismo y el diseño”.

Las aspas empiezan a girar con una corriente de aire de tan sólo dos metros por segundo

Concebido como “un sistema de producción de electricidad en forma de árbol en el que las hojas operan como miniturbinas eólicas”, el Árbol del Viento es fruto de tres años de investigación conjunta de Larivière y el diseñador Claudio Colucci.

El primer prototipo, de once metros de altura y ocho de diámetro, ha sido instalado en la Ciudad de las Telecomunicaciones de Pleumeur-Bodou, una localidad costera del norte de Bretaña, donde inevitablemente despierta la curiosidad de los transeúntes.

“Otras ideas y diseños vanguardistas de turbinas han llegado a los titulares de los periódicos, pero el Árbol del Viento es la primera que integra completamente la forma y función, en lugar de ser un simple añadido”, agrega Larivière.

El ingenio, que pesa cerca de tres toneladas y dispone de 72 hojas microgeneradoras, ha sido erigido cerca de una instalación eólica doméstica y se distingue por su funcionamiento totalmente silencioso: sus aspas, escondidas entre las hojas, giran en el sentido del viento, independientemente de su dirección, evitando cualquier efecto de cizalladura o tensión cortante (causada por la diferencia en la velocidad del viento o su dirección entre dos puntos).

Según sus promotores, el Árbol del Viento puede integrarse fácilmente en cualquier tipo de paisaje, tanto urbano como rural, pues toda su tecnología resulta invisible. Ningún cable o generador está a la vista. Todo se halla integrado en las ramas y el tronco.

Integración en el paisaje

Las miniturbinas están alojadas en las hojas, de plástico de color verde, dispuestas en tresbolillo para captar el menor soplo de aire. Giran desde el momento en que el viento alcanza los dos metros por segundo, frente a los cuatro metros por segundo que necesitan los aerogeneradores convencionales. Esto aumenta el número de días en los que el árbol, cuya potencia se estima entre 2,5 y 3,5 kilovatios por hora, puede producir electricidad.

El objetivo, explica Larivière, es explotar las pequeñas corrientes de aire que circulan por la ciudad serpenteando entre los edificios y las calles para alimentar, por ejemplo, una veintena de farolas led, una estación de recarga de coches o una vivienda bien aislada habitada por cuatro personas.

Aunque el aerogenerador todavía no ha sido sometido a pruebas por un laboratorio independiente, según su inventor resulta rentable con vientos que soplan a 3,5 metros por segundo de media en apenas un año.

Puede alimentar una veintena de farolas, una 'electrolinera' o una vivienda bien aislada

Para la Agencia del Medio Ambiente y el Control de la Energía francesa (Ademe), sin embargo, el potencial del pequeño aerogenerador urbano es “bastante débil”. “El Árbol del viento explota la misma fuente de energía que el pequeño aerogenerador urbano clásico, que no es de primera calidad”, critica Robert Bellini, ingeniero en el servicio de redes y energías renovables de Ademe. “La experiencia con el pequeño aerogenerador muestra que, en general, hay una tendencia a alejarse de los resultados esperados, a caer por debajo de éstos, fijando la rentabilidad en este sector en cinco kilovatios por hora ”, añade.

El Árbol del Viento resiste vientos de clase 3 y ha sido diseñado para alcanzar una vida útil de 25 años. La empresa NewWind lo comercializa bajo demanda por 29.500 euros (precio indicativo). Aunque su coste lo hace inaccesible para los bolsillos más modestos, su creador asegura que “siempre pueden utilizarse las hojas, colocándolas, por ejemplo, en un tejado, o en las carreteras, para producir energía para los automóviles que necesitan recargar sus baterías durante el trayecto”.

De momento se han vendido una veintena de ejemplares a algunas comunidades locales y a grandes empresas. Y, el próximo 12 de marzo, NewWind instalará uno de sus árboles eólicos en la Plaza de la Concordia de París, el primer punto de la capital francesa al que llegó el alumbrado público. Allí operará, durante tres meses, en un periodo de exposición y prueba del que dependerá en gran medida el futuro del proyecto. Poco después, la ciudad acogerá una cumbre decisiva sobre el cambio climático. Tal vez el árbol en el que florecen las turbinas pueda ayudar a mitigarlo en algo.