El cisne vulgar (Cygnus olor), también llamado cisne blanco o cisne mudo, tiene los días contados en Nueva York. El departamento de conservación medioambiental del estado norteamericano ha puesto en el centro de la diana a esta ave de largo y elegante cuello, símbolo del amor y de la realeza: pretende eliminar antes de 2025 a los 2.200 cisnes que viven en libertad en sus ríos, lagos y estanques al considerarlos una especie invasora.

Así consta en el borrador del Plan de gestión para el cisne vulgar en el Estado de Nueva York fechado en diciembre de 2013, cuya versión definitiva se redactará este año, donde se plantea "prohibir la venta, importación, comercio, transporte, introducción o propagación de estas aves" en el territorio, así como actuar para la progresiva eliminación de los ejemplares ya existentes.  

Se les acusa de dañar la vegetación acuática y de constituir un peligro para la aviación

Los cisnes, las aves más grandes que habitan en Nueva York, llegaron a Norteamérica a finales de 1800 para embellecer parques y fincas privadas en Long Island y en el curso bajo del valle del Hudson. A principios de 1900, muchos cisnes domésticos habían sido liberados o se habían escapado y se propagaron por la zona. Entre 1910 y 1912 se contabilizaron cerca de 500 aves en libertad.

En 1993, la población había aumentado hasta los 2.000 ejemplares. Y alcanzó su máximo número con más de 2.800 en 2002. Actualmente se estima que hay unos 2.200 individuos de esta especie en todo el estado neoyorquino distribuidos en Long Island (unos 1.600), en el tramo final del valle del Hudson (cerca de unos 400) y alrededor del lago Ontario (unos 200), donde han ampliado su presencia en los últimos años.

El cisne vulgar comparte espacio en esos ecosistemas con otras dos especies de cisnes autóctonas de Norteamérica: el cisne chico (Cygnus columbianus) y el cisne trompetero (Cygnus buccinator), el mayor de este género, de una envergadura que puede alcanzar los tres metros y que estuvo al borde a la extinción debido a su caza excesiva.

Degradación del agua

Las autoridades defienden la drástica medida adoptada por los “daños” que ocasionan los cisnes. Tras años de investigación, los expertos han concluido que pueden acabar con la vegetación sumergida con el consiguiente impacto negativo en los ecosistemas acuáticos, el desplazamiento de las especies silvestres autóctonas y la degradación de la calidad del agua –las heces del animal contienen altos niveles de bacterias coliformes–.

Asimismo, estiman que son un peligro potencial para la aviación y tienen un comportamiento agresivo hacia otras especies, incluidos los seres humanos, sobre todo durante el período de cría, al tratarse de aves muy territoriales. Por todo ello, los expertos recomiendan optar por la prevención y defienden el control de la población, la recuperación de las especies nativas y la restauración del hábitat.

Se calcula que hay unos 2.200 ejemplares viviendo en libertad en todo el territorio

Si bien prevé eliminar los cisnes en libertad en Nueva York, el borrador del plan permite la posesión responsable de estas aves en cautiverio siempre y cuando no puedan salir del recinto (lo que podría conseguirse recortándoles las plumas de las alas) y no procreen

Los métodos para acabar con las 2.200 aves en libertad incluyen su caza o su captura en vivo para una posterior entrega a personas que puedan tenerlos en cautividad o para someterlos a la eutanasia. Los cuerpos de las aves sacrificadas acabarían siendo donados a organizaciones solidarias como bancos de alimentos o a instituciones científicas, educativas y zoológicas. Otros métodos de control serían el tratamiento de los huevos con aceite de maíz o su perforación para evitar la eclosión, la destrucción de nidos y la esterilización de ejemplares.

La decisión ha suscitado polémica y ha enfrentado a los conservacionistas con los defensores de las aves. Mientras los primeros defienden que la erradicación del cisne vulgar es necesaria para preservar los ecosistemas, para el grupo animalista GooseWatch NYC, el plan es “cruel” y los argumentos empleados para apoyar el exterminio de cisnes son un intento de manipulación de la opinión pública en contra de estas aves.

“Una de las razones que se dan es que los cisnes exhiben un comportamiento agresivo hacia la gente. Pues bien, los ataques de cisnes que causan lesiones graves en los seres humanos son tan raros y casi físicamente imposibles que el gobierno insulta la inteligencia del público al presentar esto como una principal justificación para el exterminio”, señala la entidad, que destaca que la población de cisnes en el estado neoyorquino es relativamente estable tras su descenso entre 2002 y 2013. Para intentar detener la aplicación del proyecto han puesto en marcha una campaña de recogida de firmas.